nunca me dejen

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Harry.

Anoche por fin convencí a Abigail de quedarse aquí, sin embargo aún parece dudosa de mudarse con nosotros. De todos modos, no dejaré que cambie de opinión.

Ayer fue un día de mierda y no creo que lo logre olvidar en toda mi vida. Nunca había sentido un dolor tan intenso en mi pecho, tanto miedo de una mísera palabra.

Observo a Abigail dormida en mi pecho y la abrazo, besando su cabello tan suave y brillante. Quiero mandar todo al mismísimo infierno, quiero maldecir, quiero llorar, quiero rasgarme los pulmones gritando a ver si disminuye al menos un poco la opresión que siento en mi pecho.

Necesito tener esperanza. Sé que necesito pensar y mantenerme positivo. Amo demasiado a Abigail como para que ella sea arrebatada de mi lado, mucho menos cuando recién nos reconciliamos después de años separados.

El día de ayer, cuando me quedé en casa de mi madre con ella a solas, realmente fui honesto con Beth. Le conté sobre lo que nos habíamos enterado recién, le dije que estaba aterrado, fui honesto. Le expliqué que no entendía ni mierda qué estaba sucediendo o qué había dicho exactamente la amiga de Abi, pero todos sabíamos lo terrible y desalentadora que era la palabra leucemia.

Anoche no pude evitar quedarme despierto por horas y horas solo observándola. Miré su bellísimo rostro y le pregunté a quien diablos estuviera allí arriba por qué nos estaba haciendo esto. Nunca nadie me había importado de este modo, nunca nada me había herido de este modo ni asustado de tal manera, nunca nada había amenazado con destrozarme como esto lo hacía.

¿Por qué carajos un tal Dios tan sabio pondría a Abigail en mi camino para hacerme pasar por esto junto con ella? Solo tenía que ser para hacernos más fuertes, solo le vería sentido si superamos esto. Y lo haremos, tengo confianza en que lo haremos, porque no hay otra opción.

Suspiro y me llevo las manos al rostro para restregármelo. Es cuando me doy cuenta de que estoy llorando nuevamente. Simplemente no puedo con esto. No soy tan fuerte. No sé cómo la chica a mi lado está tan intacta después de esto, porque yo siento mi puto corazón colgando de un hilo.

—Hmm, bebé —su suave voz, soñolienta y un poco ronca me hace sonreír. La amo tanto.

Cuando ella besa mi torso y luego se remueve para alzar su cabeza y unir nuestras miradas, solo puedo pensar en que la necesito viva hasta el final de mis días. Hasta que tengamos noventa años y casi no podamos caminar.

—Buenos días, Harry —se acerca más a mí y besa mi mejilla con una dulzura que sé que no veré ni sentiré venir de nadie más nunca.

—Te amo mucho —susurro con necesidad, fijando mi vista directamente en sus ojos castaños.

—¿Por qué no descansas lo suficiente? Anoche ni siquiera comiste mucho. ¿Cómo crees así que vas a estar bien? —me regaña—. Déjalo, Harry. Será lo que tenga que ser —musita, un poco más seria.

—¿Que lo deje? —alzo mis cejas—. Discúlpame si no puedo hablar con tanta liviandad de lo que está pasando como tú lo haces. ¿Sobre tu vida?

—¿Y quieres que me esté cortando las venas? Despierta, cariño. La gente muere todos los días, en accidentes, por enfermedades, por causa natural, por miles de causas —se encoge de hombros y yo no puedo creer que ella haya dicho eso.

—¿Por qué estás siendo tan malditamente cruel al respecto? —el nudo en mi garganta se forma en un segundo y siento que no puedo respirar. No puedo estar igual de compuesto que ella al respecto.

—Porque no hay más opciones. No soy ingenua, Harry —suspira—. En esto es blanco o negro, no hay más opciones.

—Vete a la mierda, Abigail. Ni siquiera quieres intentarlo —la acuso, sintiéndome herido por esa razón—. Te conozco. No tienes malditas expectativas y eso es lo que más me rompe el corazón. Si a ti no te importa la gente a tu alrededor está bien, haz las cosas como desees.

hard times || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora