pesadillas y príncipes

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Harry.

Estábamos en silencio. Ninguno de los dos podía conciliar el sueño, pero nos manteníamos callados. Mi brazo está alrededor de su cintura, con mis dedos acariciando su cadera suavemente.

Ella tiene posada su mano izquierda en mi torso, mientras pasa sus dedos por el centro de mi pecho con movimientos tiernos y cariñosos.

—¿No puedes dormir? —le pregunto en un susurro. Se siente más íntimo y apropiado hablar bajito.

—No. Tengo sueño, pero mi cabeza no parece querer apagarse —admite, con voz aterciopelada.

—¿Estás bien? —mi preocupación sale a flote, la escucho soltar una risita ahogada. Lástima que no tengo vista de su rostro porque su cabeza está en mi hombro.

—Sí, bebé. Estoy simplemente disfrutando de estar contigo.

Mi estómago se aprieta y mi corazón se acelera al escuchar aquello. Los mismos sentimientos viejos, que aún se sienten tan vivos como si fueran recientes.

—Oh, Harry —de repente se burla y me doy cuenta de que su mano probablemente sintió la forma en que mis latidos se alocaron.

—Cada latido de mi corazón te pertenece —beso su cabeza y cierro mis ojos, intentando dormir. Ella hace lo mismo, porque no volvemos a pronunciar palabra.

No somos tan afortunados de pasar la noche de largo, porque de todos modos no sé cuánto tiempo pasa, pero me veo siendo despertado por el llanto de Shailene.

Me incorporo en la cama como un resorte, alarmado. Abigail también abre sus ojos de inmediato con pereza y toma mi brazo.

—¿Qué pasa? —inquiere, con voz soñolienta.

—Es Shay, iré a verla —salgo del cuarto rápidamente y me dirijo a la puerta frente a la de nosotros.

Veo a mi pequeña sentada en la cama abrazando a su peluche favorito, un dinosaurio color celeste. Sus grandes ojos se enfocan en mí apenas me escucha.

—Eh, princesa. Estoy aquí, ¿qué ha sucedido? —me siento a su lado y acaricio su mejilla. Ella solloza y en su labio inferior se hace un puchero mientras las lágrimas descienden por su rostro.

—Shay, ¿ha sido una pesadilla? —la interrogo curioso, con suavidad. Ella asiente entre hipidos.

—Q-quiero a mami —se queja llorando con angustia contra mi pecho.

—Cielo... —no sabía qué hacer. Estaba claro que se refería a Abigail, pero no quería despertarla, probablemente se durmió otra vez.

En esta etapa, quería hacer sentir a Abi lo más cómoda posible y dejándola descansar la mayor parte del tiempo si se pudiera.

—¿Puedo ir con mamá? —pide, con grandes ojos brillantes. Me debato un par de segundos.

—Está bien, vamos —musito suavemente. Ella sale de la cama y yo la levanto en upa. Sonrío para mis adentros porque no suelta su peluche.

Dejo un beso en su frente y camino devuelta al cuarto. Me toma por sorpresa encontrarme a Abigail esperando por nosotros despierta, a la vez que una sensación de calidez me invade el pecho.

—¿Estás bien, Shay? —cuestiona cuando la dejo en la cama, quedando en medio de nosotros.

Nos recostamos, sintiéndonos como si fuéramos la familia más completa y feliz del mundo por una noche. Y realmente lo somos, es solo que estoy aterrado de que no dure mucho.

—Mami —su voz tiembla y la abraza, escondiéndose en su pecho.

—Está bien, pequeña. Estoy aquí, ¿por qué lloras? ¿Quieres decirme qué pasó? —mi corazón da un salto por la manera tan dulce de Abigail de tratarla. Solo las miro en silencio—. A Bobby, el señor dinosaurio, no le gustará que sigas llorando.

hard times || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora