Por aparecer

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Entró y me dio un beso en la mejilla para saludarme, como solían hacer todos los del grupo, aunque él muchas veces pasaba de saludar, siempre ponía la excusa de la pereza, pero yo creo que tal vez no lo hacía porque no es muy cariñoso.
El ventanal de la terraza estaba cerrada y la cortina que había delante no dejaba ver lo que le había preparado, así sería aún más una sorpresa.
-¿Quieres sentarte en el sofá para explicármelo?-me ofreció Adrián-.
-Sí, mejor así estamos más a gusto los dos-dije mientras me dirigía hacía el sofá para sentarme-.
-Bueno eso de a gusto…-susurró Adrián-.
-¿Qué?-pregunté al no oír bien lo que decía-.
-Nada, nada-respondió a la vez que se acomodaba-Bueno cuéntame que pasa por esa cabecita-añadió de forma cariñosa y al final un pequeño suspiro-.
-Pues la verdad…que no se que hacer-paré un segundo-porque es que cuando creía que lo tenia todo claro aparece él…-dije explicándoselo-.
-Haber Nicole, Eden ya sabias que estaría allí, pero la verdad es que pensaba que estabas más segura de tus sentimientos hacía él-me dijo sin saber lo que le iba a decir-.
-Tú-y solamente deje caer esa palabra-.
-¿Tú que?-preguntó sin entender nada-.
Y tuve miedo de decirle las cosas, de que supiera que realmente era él quien me gustaba y que de Eden ya ni si quiera me acordaba, pero los nervios me traicionaron y cambié las respuesta completamente y al instante.
-Que tu que piensas sobre eso-dije corrigiendo lo de antes, mientras le miraba-.
-La verdad es que mi opinión es indiferente en este tema, más bien no tendría ni que hablar sobre él, sobre lo que tengáis, y sobre lo que debas hacer, pero se que quieres que te ayude, y bueno…-continuó-que remedio-añadió bajando la voz en comparación a lo anterior-tú debes ver con quien quieres estar y si él te gusta pues adelante-dijo mientras desviaba la mirada hacia abajo y cerraba una mano con fuerza-yo no puedo entrar en esa cabecita y ordenarte los pensamientos, eres tú quien tiene que hacer eso-concluyó-sólo tú sabes lo que quieres-terminó diciéndome-.
Y tenía razón, sólo yo lo sabia, y sabia que quería estar con él.
-Pues por ser tan bueno conmigo y ayudarme siempre, te tengo preparada una cosa-dije cambiando de tema-mira ven conmigo-le dije mientras me levantaba a apartar la cortina y abrir el ventanal-.
-¿Eso lo has hecho tu sola?-dijo contemplando la terraza y después mirándome a mi, y seguidamente una vez más a la terraza donde estaba toda la mesa puesta-.
-Sí-dije sonriéndome y girando la cabeza para mirarlo a él-.
-Pues entonces cenamos ya ¿No?, porque vaya pedazo de mesa nos esta esperando-apuntó Adrián-.
Los platos estaban servidos, pasamos del salón a la terraza y nos sentamos cada uno en una silla, uno enfrente del otro.
-Para beber supongo que quieres cerveza-dije cogiéndola para abrírsela y servírsela-.
-Muy bien me conoces tú-contestó con su media sonrisa mientras me miraba como le vertía la cerveza en la copa-.
Cogí los palillos y se los enseñé moviéndolos como si fueran unas pinzas de un cangrejo.
-¿Y esto que?-dije riéndome-tendrás que practicar, ¿A que si?-pregunté esperando a que el también probara a cogerlos-.
-La verdad es que lo que es comer con los palillos soy un desastre, por no decir nulo-dijo mirándolos con atención y tan si quiera sin saber como colocárselos en los dedos-.
-Mira es así-le dije cogiéndole la mano y colocándole cada palillo en su sitio-.
-Ves, tú también me ayudas a mi-comentó graciosamente-.
Estuvimos cenando y riéndonos por todo, pues como nos pasa siempre, porque es que tiene algo que hace que siempre este feliz y sin preocupaciones, y todavía no le había dicho lo que quería decirle, la razón por la cual había preparado la cena y por la cual le había llamado.
Sabes esas veces cuando lo dirías todo pero no dices nada, pues era eso lo que me estaba pasando, no era capaz de explicarle mis sentimientos.
Me ayudó a recoger los platos y sólo dejamos la mesa vacía, menos por la vela que había puesto en el medio para iluminar y decorar, nos sentamos otra vez, con la excusa de hablar un rato más. Adrián estaba agradecido, se le podía ver en el reflejo de los ojos, le brillaban, estaba a gusto, risueño y pendiente de mi, y yo de él.
-Pues me ha gustado mucho la cena la verdad-me dijo mirándome a los ojos con dulzura-me voy a apuntar esto de cenar sushi más veces, porque no recordaba que estuviera tan bueno, ya hacía mucho que no lo comía, y también, me ha gustado el detalle de que lo prepares así tan bonito, y que pensases en mi a la hora de invitarme-sonrió-muchas gracias me ha encantado cenar contigo-confesó Adrián-.
-Gracias a ti, por estar cuando te lo pido-dije mirándole con cariño-y por aparecer-confesé-.
-Técnicamente apareciste tú-dijo y después soltó una pequeña carcajada-.
-Tienes razón, fui yo la alocada que se coló en París, la que conoció a tus amigas y la que días después ya estaba viviendo con ellas, la que iba esas tardes con vosotros, y la que se colaba en todas las fiestas y bares musicales a los que ibais…-dije mirándole fijamente porque no podía mirar otra cosa que no fuesen esos ojos-.
-Eras tú la que cantó borracha en un karaoke, o en mi coche, sin ningún tipo de vergüenza, la que no le teme a apostar y la que termina durmiendo en casa de un desconocido como yo, la que se apunta a todos los planes, la que corre más que una niña pequeña para una simple bolsa de chucherías, y la que me deja embobado cada vez que la miro, como ahora-dijo Adrián mientras me miraba, intensamente y al detalle, con dulzura y ganas de decírmelo todo, o de sonsacarme a mi todo lo que le tenia que decir a él-.
-Pues ya tenemos algo más en común-dije adentrándome en su mirada verde y esbozando una sonrisa-.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora