Si las primeras 24 horas de este apocalipsis fueron así, no me quiero ni imaginar lo que vendrá después. Definitivamente tras los sucesos ocurridos, me atrevo a bajar al primer piso, recoger todo el alimento que puedo y volver acá. Parece que a nuestra querida naturaleza no le bastó con envenenar toda la población californiana y convertirla en caníbales. No, no le bastó. A las 8:32 exactamente, la maldición de los californianos empezó a tambalear. De izquierda a derecha, como vals en fiesta de quinceañeras. Seguramente todos habéis oído hablar de la falla de San Andrés, una falla transformante de las placas tectónicas que transcurre por todo el estado de California y una pequeña parte de México. Esa mierda ha estado moviendo la ciudad de los Ángeles hacia la bahía de San Francisco unos 4 centímetros por año. Parece que el movimiento producido por los miles de avispones que ya habitan estas zonas produjo un terremoto por toda la falla de magnitud 6,1 en la escala de Richter. Así es, muchos edificios viejos y mal construidos se derrumbaron tras los movimientos. Los pocos sobrevivientes de esta zona, ocultos, tal vez bajo tierra, murieron aplastados por las paredes de sus refugios. No tengo ni idea de cómo esta torrecita aún está de pie, pero me alegra. No quiero morir producto de un estúpido terremoto, aunque no todo fue bonito para la secundaria de Calistoga: dentro del colegio observé como muchas cosas quedaron sepultadas y destruidas. Entre esas cosas, el directorio, donde se ocultaba el prestigioso lobo disfrazado de cordero, Cutbert Bertrand. Nuestros siete fantásticos aún siguen vivos, si eso es lo que les preocupa.
I
Tras finalizar los turnos de idas al baño, el grupo decide dormir, pues seguramente éste será un día decisivo para todos. El reloj marcaba las 12:15 am del día 25 de enero de 2019. Las chicas durmieron sobre unos viejos y sucios cojines almacenados en una de las cajetas del ancho depósito con un olor a antigüedad profundo que hacía estornudar a cualquiera. Los colocaron al fondo del ático, al lado de la inmensa ventana cuadricular. Los chicos, con arma en mano, durmieron más incómodos, pues apenas y consiguieron ropa vieja que enrollaron hasta hacer algo parecido a un almohadón, pero incomodo y desagradable. Durmieron alejados a las chicas. Liam durmió recostado a la puerta, mientras los otros dos se ubicaron a los extremos de las sillas donde tomaron la primera clase de supervivencia. Liam fue el último en dormirse, pues quería asegurarse de que su pandilla descansase lo suficiente para seguir con las clases al próximo día, sin siquiera imaginarse lo que pasaría. Liam, con notable rostro somnoliento y cansino, cierra los ojos poco a poco y duerme de costado, mirando hacia la puerta, y colocando su arma al pecho. Minutos seguidos, empieza a roncar como un perro atragantándose un hueso.
Ahora son las 8:30 am, dos minutos antes de que suceda el terremoto. Liam se levanta, notablemente descansado, pero con mucho dolor en el área columnar, al escuchar el ruido de un grupo de aves sobrevolando el colegio hacia el norte. Alarmado, se asoma por la ventana a observar el maravilloso pero inquietante espectáculo de la bandada. Un minuto después, observa como el piso del ático empieza a temblar fuertemente, y las cajas acumuladas al fondo del ático empiezan a caer de forma violenta. Norma, Aline y Sid se levantan asustados, haciendo que Blair, Jenny y Millie también se levanten. Millie y Aline empiezan a gritar, asustadas, abrazando bruscamente a Aline y Jenny. Por otro lado, se encuentran Sid y Blair tratando de adherirse a las sillas, con las que caen constantemente al suelo por el fuerte movimiento. Liam, en total pánico, pide a los otros calmarse, y se asoma a la ventana para observar el tétrico panorama en medio de una fuerte brisa con el cielo gris y nublado: torres y casas derrumbándose, calles resquebrajándose, animales corriendo en grupos, pero muriendo aplastados por distintas edificaciones o cayendo en las aberturas de los suelos. Lo único bueno, según la perspectiva de Liam, es que numerosos avispones están siendo aplastados por los derrumbes. Eso le provoca una pequeña pero emocionada sonrisa, mientras su grupo, tras él, cae y se revuelca en el suelo por los movimientos. El temblor duró 15 minutos. Liam escuchaba como el colegio se abría y destruía, pero la habitación del ático no tuvo víctimas que lamentar, ni mucho menos derrumbes. Sólo pérdidas materiales.
ESTÁS LEYENDO
Hasta El Último Aliento
Science FictionUn grupo de jóvenes de un instituto estadounidense se percatan de la existencia de un virus letal que rápidamente se esparce por toda la ciudad e intentan sobrevivir dentro del plantel, aunque en cualquier momento pueden morir... Igual que los demás