Un grupo de jóvenes de un instituto estadounidense se percatan de la existencia de un virus letal que rápidamente se esparce por toda la ciudad e intentan sobrevivir dentro del plantel, aunque en cualquier momento pueden morir... Igual que los demás
Fruita, Colorado; 18 de febrero del 2020 - Chloe Thurman narra
El invierno llegaba a su fin. El tiempo que quedaba era incierto, pues en cualquier momento el presidente podría dar la orden del lanzamiento. Ya ha pasado un mes, y el dron ha sido de gran ayuda, pero no hemos encontrado nada. Llevamos demasiado tiempo buscando por toda Nevada y simplemente no hay nada que pueda demostrarnos que nuestros hijos siguen vivos. Benji era quién manejaba el control la mayor parte del tiempo y podíamos ver y vivir lo que nuestros hijos sentían al convivir con esos extraños muertos vivientes.
- ¿Valdrá la pena seguir gastando nuestros recursos y tiempo en esto? - preguntó Meliton, inseguro y notablemente exhausto de las horas que pasábamos pendientes a la cámara.
- Vale cada maldito segundo que pasa. Por favor no te retractes ahora que hemos logrado más - respondí. Mi marido me apoyó, y Meliton asintió.
- Intenta en Helena. Norma siempre quiso conocer esa ciudad y si es verdad que tiene una relación con el Watson ese, entonces la habrá complacido de alguna forma - sugirió Clyde.
- ¿Estamos todos de acuerdo con que el dron se dirija a Montana? - preguntó Brad.
Todos asentimos, y allí iba, rumbo a las frías y congeladas tierras montanas. Parecía ser que el clima variaba en la zona, como si fuese un lugar totalmente aparte del resto del mundo; un lugar perdido en el tiempo.
Cuando el dron llegó a Helena, un día después de lo estipulado, fue una violenta ventisca la que nos impedía ver con claridad y seguir el paso. Tuvimos que esperar unos minutos para poder seguir avanzando y descubrir si los chicos estaban allí.
- Maldición. Creo que me voy a volver loca. Esto es demasiado para mi. Mi hijo no puede estar muerto, por favor el no. Me rehúso a aceptarlo - lamentaba Lenore.
Parecía perder el aire y quería sufrir un tipo de desmayo. Brad y yo la tomamos cada uno de un brazo y la sentamos en el sofá del hostal donde nos quedábamos.
- Lenore, por favor. Tienes que guardar la calma, ni siquiera hemos visto nada aún - respondió Brad, sirviéndole un vaso de agua.
- Por lo mismo. No hemos visto absolutamente nada ni sabemos tampoco. Todo esto va a acabar mal y no tenemos cómo remediarlo - decía.
- Eres más fuerte que esto y lo sabes. Respira profundo y relájate, ¿sí? Deberías descansar un rato - traté de incentivarla a ser positiva, pero era imposible.
Había colapsado y creo que poco a poco todos lo haríamos. Sé que no debíamos desfallecer, pero era imposible después de tres meses sin tener ningún rastro de nuestros hijos.
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Benji seguía explorando la ciudad. De pronto, observó a dos hombres cubiertos corriendo hacia un suburbio nevado a las afueras de la ciudad. Sorprendido, hizo zoom a la cámara y quiso acercar el dron más a ellos.
