Capítulo 18: La Salida

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I

Ese 7 de febrero fue largo y agonizante. Los siete estaban con los nervios de punta. Jamás habían experimentado un sentimiento tan estremecedor. Tenían miedo a morir, pero no había otra opción. Tenían que salir del colegio si querían seguir viviendo.

Los chicos pasaron el día entero en vela, preocupados por el día siguiente. Sería un día decisivo para sus vidas. Todos conversaban normal, nerviosos, pero tratando de mantenerse firmes. Liam, Norma, Blair y Sid practicaban sus tips de defensa y la forma de usar las armas, mientras que el resto de las chicas jugaban póquer. La práctica duró casi 4 horas, finalizando a mediados de las 3 y 30 de la tarde. Norma empezó a sentir fatiga. Tuvo que aguantarse para aparentar ante los demás, pero no fue la única que empezó a experimentar ese síntoma. El dolor que sintió Millie fue como si le atravesasen un taladro por el estómago. Era un dolor insoportable. Liam, Blair y Jenny eran los únicos que no percibían, aún, estos síntomas. Aline, a eso de las 5:00 p.m vomitó la mesa dónde los tres anteriormente mencionados jugaban monopolio. (Sid, Norma y Millie se quedaron dormidos en el transcurso de las 4:00 pm) Jenny la socorrió de inmediato, llevándola hacia afuera y tratando de calmar su fuerte hambruna.
- Ya falta poco, mañana saldremos e iremos a comer, ten paciencia - le decía Jenny a Aline, mientras le sostenía el cabello para que pudiese vomitar encima de los putrefactos y nauseabundos cadáveres que cubrían aquellas baldosas que algún día fueron blancas y ahora poseían un tono entre chocolatoso y purpúreo.

Finalmente, a Aline la venció el cansancio tras una hora entera de sentirse con fatiga y durmió en el regazo de Jenny, que al paso de un tiempo también se durmió. Liam y Blair eran los únicos que permanecían despiertos, a eso de las 7:30 pm. Estaban sentados en una silla cada uno, a un metro de distancia de la puerta. Permanecieron vigilando a todos sus compañeros dormidos.

- Y... ¿Entonces? ¿Qué crees que pase mañana? - preguntó Blair, con un notable semblante exhausto y somnoliento. Apenas se podía recostar al espaldar de la silla.

- No tengo ni idea - respondió Liam. Se había levantado para buscar entre las cajas viejas un cigarrillo que tenía escondido junto a un encendedor al que apenas le quedaba combustible. - No tengo ni idea si viviremos, si logramos salir de esta pesadilla de ciudad... No sé, Blair, no sé. - Blair miró, confuso, a Liam que estaba con el cigarrillo sostenido por sus labios y el encendedor cubierto por su mano izquierda.

- ¿Qué pretendes hacer? - preguntó, levantándose de su asiento. Por escasas veces en la noche, sus ojos chocolates resaltaban con el viejo y agonizante foco parpadeante. - No es momento de que hagas esto, hay que descansar. ¡Liam!

Liam se volvió hacia él en una media vuelta. Su mirada era muy seria, pero a la vez apaciguante. Involuntariamente, levantó su ceja derecha en señal de duda.

- Necesito fumarme ésta última, tengo una presión que ni te imaginas - respondió. - No cuestiones este acto, quédate tranquilo y vete a dormir, que se te cae la cara de cansancio. - Y así fue, Blair encogió los hombros en señal de afirmación y se acostó a dormir. Liam, en cambio, caminó hacia la baranda que dividía las escaleras y la planta del ático. Estaba observando todos los cadáveres descompuestos y cubiertos de polvo, paredes y cielorrasos tras el terremoto, de la planta baja. Era desagradable, pero el sintió una pequeña satisfacción. Amaba saber que todo aquel que el odió en ese colegio estaba muerto. Sin tener que mover un dedo. Desconocía que su peor enemigo, Ty, seguía con vida y en ese momento se encontraba teniendo sexo placentero con Ronnie y Vitz.

Tras mover la rueda, presionó fuertemente el pulsador y encendió la pequeña y casi opaca llama de aquel viejo encendedor. Así empezó a esparcir humo por todo el lugar. El terremoto había terminado de sepultar gran parte de todos los muertos de las primeras dos plantas. Fue como una obra de Dios, para darles una sepultura casi digna a todos ellos. Liam seguía fumando placenteramente aquel cigarro. Estaba nervioso, eso no lo podía ocultar. Pero si iban a morir, sería con dignidad y con valentía. Eso era lo que le caracterizaba, su valentía; jamás quería morir como un cobarde, sino dando la batalla por su gente, sobretodo por su chica, por la hermosa Norma.

Hasta El Último AlientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora