Capítulo 42: Momento crítico

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I

27 de diciembre; Kingman, Arizona 

¡Estoy tan feliz! No lo puedo ocultar más. Por fin, después de tantas fallas, algo salió bien. Perabo llamó desde Las Vegas que ya venían en camino. Esto definitivamente era algo por qué celebrar junto a Barry. 

- ¡No puedo creer lo que mis oídos escuchan! - exclamó Barry, emocionado, tomándose un vaso de whisky. - ¡Por fin, amigo! ¡Por fin algo que nos sale bien! - reí junto a el y me serví también una copa. 

Estábamos en un enorme hotel de Kingman esperando que Perabo regresase para viajar a la frontera de México y hablar con las unidades de dicho país. Era mi última oportunidad y tenía que salir de este infierno cuánto antes. Sólo era cuestión de días para que oficialmente se cumpliese un año de este maldito caos. Paula llegó a la escena, con su típica mirada amargada y sus ruidosos tacones que la hacían parecer una yegua.

- Ya debes estar feliz, ¿no? - me preguntó, enojada. Yo le sonreí.  - Asesinaste a todos tus enemigos y ahora quieres intentar salir de aquí... ¡Pero no lo lograrás! Moriremos todos aquí como lo merecemos - mi risa no cambiaba, pero Barry se dejó robar la calma de inmediato y se levantó de la silla bruscamente.

- ¿Quieres dejar de ser tan malagradecida? ¡Todo lo que ha hecho Clinton es para ayudarnos a nosotros también! Sí, estuvo mal, ¡pero ya pasó! ¡Todo mundo murió y no hay nada que puedas hacer! ¡Ahora debemos escapar si no quieres acabar en una maldita prisión el resto de tus días! - se volvió a sentar. Paula alzó la mirada y nos miraba alternamente a ambos.

- Esa no era la forma... eran adolescentes inocentes - respondió y se fue.

- ¡No eran inocentes, Paula! - grité a medida que ella caminaba fuera de la habitación. - ¡Si se hubiesen quedado quietos y no tratar de destruirnos los hubiera perdonado! ¡Pero nos iban a arruinar! ¡Agradécelo! - Paula se volvió hacia mi una última vez con una mirada arrogante y bajó las escaleras.

II

Paula narra

Se oyeron unos autos acelerando. Al hotel, habían llegado por fin los sobrevivientes de la batalla en Las Vegas. Esta vez, regresaron once sanos y salvos. En una de las camionetas llegó Pete, aquel pobre campesino que Souberville había reclutado para ser uno de sus peones hace días atrás. Sally, la sirvienta, llegó corriendo de la cocina a ofrecer su ayuda, pero ninguno la requirió. Feliz de ver a su amigo de regreso, sonrió y corrió hacia el para abrazarlo. 

- ¡Qué bueno que estás bien! ¡Pensé que morirías! - dijo Sally. Pete sonrió y yo me acerqué a la escena.

- Pete, querido, al grano. ¿Todos murieron? - pregunté discretamente mientras todos los matones se esparcían por el hotel. 

- No lo sé. Pero creo que sí - respondió y de pronto sentí mi corazón acelerarse más que un vehículo de carreras. - Sólo vi como Perabo y su equipo asesinaron a un muchacho y bueno... a uno de los prisioneros de Ely le volaron la cabeza - Sally, sorprendida, se llevó las manos a la boca. Yo me limité a cerrar los ojos. Temía que les hubiese pasado algo.

- Esos chicos eran nuestra única oportunidad de librarnos de esta maldita pesadilla y si murieron todo se arruinó. Souberville y mi marido se saldrán con la suya - respondí, nerviosa. Tenía que descartar cualquier cosa, así que junto a Sally fui corriendo a su habitación y busqué el celular con el que me contactaba con los chicos. Marqué, pero no respondían. Nadie contestaba y el teléfono parecía apagado y fuera de línea.

- ¡Demonios! ¡No contestan! 

- ¿Qué vamos a hacer ahora? - preguntó Sally, asustada y a punto de llorar.

Hasta El Último AlientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora