Capítulo diecisiete.

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"El beso de la muerte"

Tomé su mano casi por instinto, no podía permitir que matara a su primo, muchísimo menos por mi culpa. Yo sabía que él era capaz de hacer eso y mucho más, no necesitaba demostrármelo.

Estaba aterrada como nunca antes, porque el jamás había reaccionado de una manera tan cruel, tan vil. Jamás pensé que fuese capaz de apuntarle a alguien con una pistola, de realmente arrebatarle la vida a una persona.

De ser un asesino.

—Fuera—murmuró, todo el mundo se quedó estático y Jack lo miró con miedo, terror.

—Hijo... —comenzó a decirle la señora que me había dicho prostituta más de una vez, él ni siquiera la observó.

Yo me limité a guardar silencio, no quería causar más problemas, yo jamás me perdonaría si alguien muriera a causa mía.

—¡Fuera, todos!— gritó.

Y no hubo que hacer una advertencia, todo el mundio salió corriendo de la mansión como si el mismísimo diablo estuviera presente, caí en cuenta que era suya la lujosa mansión en la que estábamos situados.

Porque parecía familiarizado con todo. Debía de pertenecerle todo. Caí en cuenta que Cameron era muchísimo más poderoso de lo que pensaba,
joder, ¿En qué me había metido?

Cameron lanzó un grito y comenzó a darle puñetazos a cualquier artefacto que tuviera por delante suyo, sillas, mesas, todo.

Él estaba destruyendo todo lo que tuviera frente a él, y en este momento yo era la que estaba a unos pasos suyo. Mirándolo con horror, como si de
un mounstro se tratase.

Estaba destruyendo todo lo que estaba a su alcance, y ahora yo estaba a su alcance.

Tirité cuando se acercó a mi lentamente, no podía creer lo asustada que estaba, en ese momento él estaba descontrolado. Y una palabra
equivocada me podría llevar a la muerte. A una segura.

—Ven—dijo, tomando mi mano con suavidad. Lo miré a los ojos y sorprendemente encontré algo de paz en ellos.

Mi respiración estaba agitada, la suya también. Sus manos sangraban muchísimo, y su nariz igual. Parecía un mounstro, uno lleno de sangre y malas intenciones listo para devorarme.

—¿Estás bien?—le susurré, él me miró como si no comprendiera. Como si ahora la loca fuese yo.

—¿Estás...—tragó saliva fuertemente—, estás preocupada por mi?

Parecía increíble para él, sus ojos brillaban como la luz del sol, aún eran las ocho de la tarde, era temprano y algo de sol iluminaba el cuarto. Casi tanto como sus ojos grises.

Me dio lástima, observé a su familia y eran todos unos hipócritas y arribistas, no me sorprendería que Cameron hubiese crecido en un entorno lleno de violencia y cosas muy malas.

Por la mirada que me dio, entendí que nadie se había preocupado por él.

—C-creo que sí, estoy preocupada por ti—le dije, sonando incluso algo insegura.

¿Cómo, alguien que solía ser inteligente, que solía ser tan buena persona estaba conviviendo con el peor de todos? ¿Cuánto estaba dispuesta a soportar por mi madre?  ¿Cuándo me detendría? ¿Por qué comenzaba a involucrarme con él?

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora