Cerré la puerta de la habitación y caminé hacia la cama, arrojándome de espaldas sobre ella. Y de nuevo estaba viendo el techo blanco y sin nada interesante, como si éste me fuera a ayudar con mis problemas. Lo único bueno de mirar ese techo era que me recordaba dónde me encontraba. Me hacía volver a mi realidad.
Por mi mente cruzaban millones de pensamientos y odiaba aquella sensación. Siempre había intentado ignorar a mi subconsciente para que no me causara problemas con nadie, sobre todo porque solía ser bastante directa con las personas. Pero ésta vez era diferente; ahora sentía que, si no atendía a mis pensamientos, explotaría.
No quería admitir que aquella escena me había dolido. Justin me había besado y acariciado prácticamente como si quisiera algo más conmigo, y luego llegaba otra mujer y me olvidaba.
Pero estaba siendo una estúpida al creer que él me preferiría a mí. Y estaba siendo una estúpida también al besarlo sabiendo que no era más que mi secuestrador y el causante de mi sufrimiento.
¿Qué demonios me ocurría?
Cerré los ojos y no pude siquiera pensar en dormir; una voz estaba acaparando toda mi atención. Y ahora eran gemidos y gritos. Joder.
Tomé la almohada y cubrí mi cabeza con ella, intentando dejar de oír semejante momento. Me estaba quedando claro que Justin no era más que un idiota, y que yo no era más que una estúpida.
Las imágenes de mi vida pasaron por mi mente entonces. Me detuve en los recuerdos de mi infancia, cuando mis padres tenían todo el tiempo del mundo para consentirme y educarme lo mejor posible. Me hubiera gustado darme cuenta antes de lo valiosos que eran, de todo lo que habían hecho para mantenerme a salvo. Y no los culpaba de mi secuestro ni mucho menos de no poder hallarme; ellos siempre serían mis héroes, sin importar cuánto tiempo llevara sin poder verlos.
De repente, sentí a mi lado que el colchón se hundía de a poco, y luego una mano acariciaba mi brazo por arriba de mi sweater. Apreté los labios y lentamente comencé a quitar la almohada de mi rostro, para encontrarme con él.
¿Qué...?
—¿Me acompañas a fumar? —Preguntó, mientras yo no podía salir de mi trance.
—T-tú...yo...c-creí...—Tartamudeé y cerré los ojos con fuerza, calmándome a mí misma. —Lo siento.
—¿Qué creíste, Kelsey? —Sonrió, mostrándome sus blancos dientes.
Bajé la mirada, sintiendo mis mejillas arder. —Creí que estarías con tu chica...
Soltó una leve carcajada y tomó mi mentón con su mano izquierda, haciendo que lo mirase también. Estaba loco, pero aun así comenzaba a agradarme el hecho de tenerlo cerca.
—La visita no era para mí, era para Ryan. —Explicó como si realmente necesitara que yo lo entendiera.
—Comprendo...
—Y no es mi chica. —Recalcó, haciéndome reír levemente.
Me levanté de mi cama y acomodé mi ropa, cruzándome de brazos. No tenía idea de qué sucedería, pero algo muy dentro de mí me decía que no debía ceder ante sus palabras. Después de todo, seguía siendo su víctima.
—Sígueme. —Ordenó, y rápidamente me coloqué a su lado.
Caminamos por el pasillo hacia el living, el cual, increíblemente, seguía ordenado. Apreté los labios por enésima vez a causa de mi nerviosismo y pronto sentí un mareo no muy fuerte, el cual me obligó a detenerme en el lugar.
—¿Estás bien? —Preguntó Justin, volteando a mirarme.
—Sí...sí estoy bien. —Respondí mientras intentaba estabilizarme.
—Estás pálida, Kelsey. —Insistió.
—Soy pálida...—Intenté sonreír, pero de seguro aquello había sido más una mueca.
—Ven, siéntate aquí. —Dijo, tanteando el sofá.
Caminé dudosa hasta él y me senté, apoyando mi cabeza en el respaldo. Hacía mucho tiempo no me sentía tan cansada y mareada, e inundada por un sentimiento de náuseas.
Oí a Justin encender un cigarrillo y le tendí mi mano, donde él depositó otro cigarrillo. Lo llevé a mi boca aun sabiendo que no estaba encendido y me quedé así por unos segundos, colocando mis manos sobre mi estómago.
Cuando todo pareció volver a la normalidad dentro de mi cuerpo, me senté derecha sobre el sofá y pude notar que Justin estaba viendo la televisión; me acerqué a él aún más.
—¿Podrías...? —Alargué, acercando mi cigarrillo a él.
—Póntelo en la boca. —Ordenó y obedecí. —Ahora acércate.
Sonreí levemente mientras él también se acercaba a mí. Juntó su cigarrillo con el mío y lo encendió, dejándome totalmente intrigada y perdida en sus ojos. Le di una calada al cigarrillo y solté el humo en el rostro de Justin, haciéndolo sonreír.
—Lo siento...—Dije, para luego soltar una carcajada.
Él dejó de sonreír y soltó el humo de su boca. —Jamás te había oído reír.
—No tenía motivos para hacerlo. —Contesté, maldiciéndome en mis adentros por sonrojarme tan fácilmente.
—¿Y ahora los tienes? —Preguntó.
—No...bueno, no del todo. —Alcé los hombros. —No sé qué sucederá, sólo estoy dejando que el tiempo decida por mí.
—Eso es raro viniendo de ti. —Soltó. —Siempre tenías planeado absolutamente todo.
Fruncí el ceño con lentitud. — ¿Acaso me espiabas?
—Algo así...—Volvió a sonreír, contagiándome.
No podía dejar de mirar sus ojos, ni siquiera pasaba por mi mente alejarme de él. Noté que relamió sus labios y acercó su rostro al mío, obligándome a soltar el humo de mi boca. Sin más me besó, haciéndome sentir un cosquilleo en el estómago que me obligaba a continuar con aquel beso.
Con mi mano libre acaricié su mejilla suavemente, mientras él depositaba su mano en mi cintura y comenzaba a levantar mi sweater de a poco, haciéndome temblar.
—Espera...Justin... —Susurré, separándome unos centímetros.
—¿Qué sucede? —Preguntó con voz ronca.
—Yo...yo no...
El sonido de unos tacones nos obligó a separarnos, anunciando la llegada de la tan aclamada interrupción. La mujer nos miró atenta y se colocó su abrigo, y segundos después vimos a Ryan llegar hasta su lado.
—No tienes que irte, nena...—Dijo él mientras la tomaba del brazo, sin siquiera notar nuestra presencia.
—Suéltame. —Respondió la rubia, intentando soltarse.
Ryan hizo caso omiso al pedido de ella y eso hizo que me enfureciera. Odiaba que sintiera que tenía el poder en todo, incluso en las mujeres. Era un imbécil si creía que se saldría con la suya.
—He dicho que no te irás. —Insistió Ryan, exaltándose y arrebatándole su bolso de un tirón.
Miré a Justin y él alzó sus hombros, dándole una calada a su cigarrillo. Apreté los dientes con una extraña sensación de enojo y tristeza a la vez, y decidí que no tendría miedo.
Me levanté del sofá y caminé hasta Ryan y la mujer.
—Déjala...
Dije, pero mi voz se quebró. De repente los sonidos de mi alrededor comenzaron a desvanecerse, y mis párpados comenzaron a pesar más de lo normal. Lo último que sentí fue un duro golpe en la cabeza.
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Rom.