Sentía un gran nudo en mi garganta y unas ganas inmensas de morir.
Mi piel se sentía fría, casi como si se tratara de la piel de un cadáver. Y no era para menos, había estado inconsciente varios minutos, quizás horas, por un golpe duro en la cabeza.
En ese momento me encontraba frágil como un recién nacido. Mis piernas habían encontrado por fin un descanso, sin embargo mi cabeza estaba a mil por hora. Pensaba cuán injusto era mi destino, cuánto dolor tendría que seguir soportando. Incluso mis huesos dolían como si estuvieran rotos.
Todo de mí estaba roto.
Visualicé con dificultad los rostros de aquellos hombres que se hacían llamar "ayuda". Nos habían engañado tan cruelmente que ni siquiera podía pensar en ello. Había creído que volvería a casa, que papá me encontraría, que lograríamos sobrevivir; mis esperanzas se habían esfumado a la velocidad de la luz, dejándome caer al profundo abismo.
Ahora no tenía salida; mis alas habían sido cortadas con un cuchillo y mis ganas de vivir también.
"Cierra la ventana" oí a uno de ellos ordenar, y entrecerré los ojos al notar que veía todo borroso. Creía estar en la carretera, porque podía ver árboles por la ventanilla polarizada. Las copas verdes y gigantes que parecían llamarme hasta la cima.
Tenía una herida abierta en la mano que comenzaba a arder, pero no podía si quiera moverme. El tipo que estaba a mi lado contemplaba su arma y, cuando recuperé mi vista del todo, éste comenzó a moverse con confusión; sabía que yo jamás podría contra él. No tenía fuerzas.
— ¿Crees que matará a Ryan? —Preguntó el encapuchado que iba de copiloto, captando la atención de los demás.
Tal vez creía que no lo estaba oyendo.
—Estoy casi seguro. —Alzó los hombros el conductor. —Se lo merece, es un inútil. Yo podría haberlas vigilado mejor y, de paso, divertirme un poco con ellas. —Continuó, soltando una risita que no lograba comprender.
Los demás asintieron, riendo con él.
—No sirven para nada, no sé por qué tanto drama por esta zorra. —Habló quien estaba a mi lado, golpeándome la pierna en su intento por degradarme aún más.
Cerré los ojos ante el dolor, intentando no llorar más frente a ellos. Y en mi mente continuaba pidiendo ayuda, rogando que aquellos deseos se hicieran realidad esta vez.
—A ésta la quieren los Cutiere. —Dijo, con un tono de voz grave, el copiloto. —El señor Bieber está negociándola.
—Había oído algo de eso, le espera lo peor.
Reí amargamente en mi interior. ¿Qué peor que estar secuestrada, lastimada, dolida y totalmente despedazada?
Aquellas personas no tenían ni una mínima idea de lo que pasaba. No habían tenido que renunciar a sus derechos sólo para no ser lastimados, no habían sido obligados a dejar a sus familias y su vida entera atrás. No tenían noción de lo arruinada que me sentía, ni cómo deseaba morir de una puta vez.
No tenían idea y nunca la tendrían.
El auto se detuvo luego de un largo rato y me paralicé como nunca antes. Podía ver desde aquí la mansión de la que Leah y yo habíamos huido con tanta desesperación y confusión, y ahora volvía a estar frente a mí como si no quisiera soltarme.
Uno de los tipos me tomó del brazo y me hizo bajar a pesar de mis débiles patadas y mis intentos por mantenerme dentro. Cerré los ojos con fuerza mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas, secándose con la brisa fresca de una mañana en el infierno.
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