Justin.
Sentí la lluvia artificial mojándome por completo, llevándose consigo todo rastro de estrés y ansias. Era la primera vez que me sentía indeciso sobre qué vestir y preocupado por mi cabello alborotado. Estaba loco si creía que no sentía nada por ella, pero aún no quería aceptarlo. No era el momento para estupideces.
Tenía en claro que Kelsey jamás aceptaría una propuesta como la que tenía pensado hacerle, pero si realmente quería irse a casa debía obedecer.
Ya podía imaginar su cara de horror cuando le hablase de sexo. Oh, vamos, era sólo sexo. ¿Qué había de malo con ello? Lo haría de todas formas algún día. Y, además, su vida estaba en juego.
Solté un leve suspiro al terminar de abrochar mi camisa blanca. A estas instancias, ya tenía en claro qué clase de personas eran los Cutiere; típicos ricachones que creían poder comerse al mundo. Estaban equivocados si creían que pasarían sobre mí.
Por más poder o dinero que tuvieran, siempre valdría más la palabra. No había aceptado el negocio, por lo tanto, no podían entrometerse hasta, por lo menos, tres días más. Tres malditos días para decidir el futuro de mi víctima. Es que era increíble.
Tomé mi teléfono móvil y le marqué a Dennis, el chef que había contratado para esta noche. El yate estaba listo y la cena sería un éxito, de eso estaba más que seguro.
Mis planes siempre salían a la perfección.
Oí el sonido de unos tacones fuera de mi puerta y llevé mi vista hacia ésta. Uno, dos y hasta tres golpes suaves se oyeron en mi habitación. No dudé en encaminarme a atender a quien se dignara a molestarme en un momento tan intrigante para mí.
—S...señor Bieber. —Dijo la mujer, tragando en seco. —El señor Adams espera encontrarlo en la sala de estar.
—¿No podía venir y decírmelo él?
Colocó un mechón de su rizado cabello detrás de su oreja.
—E...está...está furioso conmigo, a-así que tuve que...obedecer. —Tartamudeó. A todo esto, no había vuelto a ver sus ojos.
—¿Puedes calmarte, Leah? —Rogué, soltando una leve risa. —Dile que bajaré en cinco minutos.
—S... Sí, señor Bieber.
—Por cierto. —Solté, deteniéndola. —Es un gusto verte de nuevo.
Ella asintió tímida y corrió escaleras abajo, haciéndome perderla de vista. Leah siempre había sido tímida y llorona, al menos desde que Ryan la había comprado. Sí, Leah era una secuestrada más. Y no, yo no tenía nada que ver con aquel secuestro.
La familia de Ryan compraba mujeres desde hacía décadas, sobre todo de cabello rubio y ojos celestes. Leah provenía de Polonia, o al menos eso era lo que Ryan me había dicho, y tenía poco más de veinte años. Era, por así decirlo, la esclava de Ryan...en todos los sentidos.
No estaba seguro si había sido buena idea traerla a Newark sabiendo que teníamos a Kelsey Beckman aquí, pero Ryan estaba insistente así que accedí. ¿Qué podía ocurrir? Eran ellas dos contra nosotros.
Bajé las escaleras con prisa, caminando directamente hasta la sala de estar. Allí estaba Ryan sentado en el sofá frente a la chimenea y, junto a él, Leah.
—¿Qué quieres, Ryan? —Pregunté sin escrúpulos, parándome en el umbral de la puerta.
—En primer lugar, quería que vieras a Leah...ha cambiado mucho estos meses. —Carcajeó dándole una palmada en el trasero. La rubia bajó la mirada. —Y, en segundo lugar, ¿Podrías decirme dónde carajos piensas ir?
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Su víctima»Jb. |Finalizada.
FanfictionProhibida su copia y/o adaptación total/parcial.