Kelsey.
Mordí mi labio con nerviosismo, aún teniendo miles de razones para sentirme a salvo...
Tenía esperanza.
Después de tanto tiempo, de tantos tropiezos, mi esperanza por volver a casa lograba quedarse en mí más de diez minutos. Y, después de haber tenido más de una oportunidad, finalmente había logrado concretar un escape seguro y reconfortante.
Podía haber sido una estúpida en el pasado, una perra con las personas que sólo intentaban ayudarme, pero ahora era distinto porque había presenciado el peligro...y no era nada lindo. Todo eso había servido para darme una lección y para poner mis pies sobre la tierra, analizando con cautela lo que podía pasar si seguía teniendo aquella actitud tan egoísta.
Aquello me llevaba a pensar que haber sido secuestrada me había dado la posibilidad de conocerme. Tal vez no de la forma correcta, pero lo había logrado y era todo lo que implementaría en mi destino...todo lo que debía ser a partir de ahora.
Había tenido días buenos en el pasado, pero también había desperdiciado tiempo intentando ser mejor que los demás. Creía que por tener dinero estaba por encima de ellos. Que por ser popular sería admirada y adorada, y que todos me demostrarían amor.
Un amor que nunca había sentido por mí misma hasta ahora.
La crueldad con la que había sido alejada de mi familia sólo demostraba que, a pesar de todo, era fuerte y había logrado vencerlos.
Por eso todo cambiaría para mí.
Parpadeé un par de veces cuando el operador preguntó si seguía en línea. Afirmé con un hilo de voz que continuaba allí, aún temiendo justificadamente por mi vida y la de Leah.
El operador, desesperado por mi pedido de ayuda, había prometido una ambulancia y varios oficiales de policía que vendrían a ayudarnos, sobre todo a Leah, que tenía las piernas prácticamente destrozadas.
Aún podía sentir la mirada del tipo robusto de la tienda, quien pretendía cobrar una recompensa por nada. Aceptaba que aquella moneda para hacer el llamado había sido otorgada por él, pero su actitud tan cínica y egoísta me hacía detestarlo de una manera única.
Me incentivaba a golpearlo.
Colgué el teléfono luego de que el saldo se había agotado y la llamada se había cortado. Todo mi ser se desesperó al escuchar, antes de colgar, al operador rogando para que me quedara hablando con él...
Mala suerte era mi segundo nombre.
Tragué en seco y me susurré a mí misma que todo estaría bien. Ya no volvería a vivir aquella pesadilla de la que tanto me había costado huir. Ya no tendría que entregar mi vida entera a dos ineptos desalmados...ya no tendría que huir nunca más.
Solté un suspiro leve y me dispuse a volver a la tienda, pero mis ojos captaron el brillante reflejo de una moneda en el suelo y mi boca se entre abrió en busca de una respuesta: ¿Debía volver a llamar al operador o...llamar a mi familia?
Tomé la moneda con rapidéz y dejé de dudar entre tantos escombros. Ellos merecían saber que estaba bien, que estaba a salvo, que seguía intentando ir a casa.
Alcé mi temblorosa mano y coloqué la moneda, intentando recordar aquel número telefónico que alguna vez había sabido de memoria; necesitaba oír la voz de papá.
—Su llamado será transferido a la oficina del señor Beckman, aguarde un momento.—Dijo aquella grabación de hace años, haciendo que mis ojos comenzaran a picar.
—Contesta, papá...por favor...—Susurré, apretando los labios.
Bastaron unos segundos para que mi ser volviera a sentirse vivo completamente.
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