De pequeña creía que viviría hasta los cien años.
Mi madre solía hablarme sobre los problemas que, quizás, algún día se atravesarían en mi camino y me darían dolores de cabeza, pero jamás me había contado sobre los peligros que éstos traerían consigo.
Aun así, me gustaba creer que ella sólo quería que creciera lejos de la oscuridad, de la malicia del ser humano y, sobre todo, de sus ideas tan desalmadas. Estaba segura de que ella jamás se hubiera imaginado que todo terminaría así.
¿Y cómo podría si quiera haberlo pensado? Todo había sucedido en un parpadeo. "Ten esperanza siempre" me había dicho a los nueve años, luego de que no me habían aceptado en el equipo de natación...y era lo único que podía pensar cada maldito día desde que estaba en este lugar.
Ya no podía recordarla; su voz en mi cabeza se había esfumado junto con la última imagen que tenía de su precioso rostro. Ahora me preguntaba si habría ido a su estilista a cortarse el cabello como tanto solía repetirme antes de que me llevaran. O si había conseguido cocinar con éxito su receta favorita, puesto a que jamás había sido buena en ello.
Me preguntaba también si a mi padre le habían salido más canas. Quizás había seguido mi consejo y había dejado de intentar cubrirlas con sombreros formales y costosos de los años cuarenta. ¿Y si había dejado de afeitar su barba? Tal vez mi madre lo regañaría por su aspecto desaliñado y volvería atrás su decisión.
Me preguntaba si, algún día, podrían seguir sus vidas y aceptar que no volvería.
Sí, de pequeña creía que moriría como una anciana porque solía creer en los finales felices...ahora sabía que no todos estábamos destinados a tenerlo.
Oí un estruendo tan de cerca que mi cuerpo se desesperó. No sabía lo que estaba ocurriendo a mí alrededor hasta que logré abrir mis ojos y vi aquel torso desnudo totalmente tatuado frente a mí, sosteniendo una cámara de fotos en sus manos.
Fue entonces que las preguntas que tenía atascadas en mi mente desde hacía mucho tiempo comenzaron a recibir respuestas. ¿Sería víctima de trata de personas? No. ¿Me golpearían hasta la muerte? Tampoco. ¿Me violaría aquel chico que me había besado tantas veces y había intentado comprenderme como nunca nadie lo había hecho?...Sí.
Un profundo y muy rotundo sí que terminaba por destruirme completamente. Él me quitaría lo que tanto había buscado proteger, me tomaría como si fuera un juguete y luego, quizás, me desecharía en aquel lago al que me había llevado para continuar ganándose mi confianza.
Y lo odiaría. Lo odiaría después de esto, lo odiaría entonces, lo odiaría siempre.
Sentí un cosquilleo en las yemas de mis dedos y creí poder moverlos, pero no fue así. Justin me observó con seriedad mientras me quitaba la poca ropa que llevaba encima, rozando mis heridas que sabía que dolerían después.
Despeinó su cabello y lo vi encender la cámara de fotos, intentando enfocar mi cuerpo desnudo. Comencé a sentir mi mejilla arder a medida que mis lágrimas descendían por ellas, y luego logré soltar un sollozo que dolía incluso más que una apuñalada.
—J...Justin.... —Mi voz rota y débil era casi inaudible, pero sabía que había captado su atención debido a la oscura mirada que me había lanzado.
Su silencio me había dicho más que mil palabras.
El primer flash salió y quise llorar más fuerte, golpearlo y gritarle que lo odiaba. Se quitó sus pantalones y, junto a ellos, sus bóxers, quedando completamente desnudo frente a mis ojos. Buscó con la mirada en su escritorio un condón y se lo colocó.