Kelsey.
Mis ojos estaban posados en mis, ahora, descuidadas uñas. Necesitaba de urgencia ir con mi manicurista... Oh, claro, estaba jodidamente cautiva en quién sabe dónde y tenía a dos fortachones esperando por mis tropiezos afuera.
Con el simple hecho de no poder siquiera ir al baño sin pedir permiso era suficiente. No quería ni debía estar aquí. Y, para mi mala suerte, mi cabeza ya había comenzado a planear estupideces y yo le había seguido el juego.
Estaba siendo consumida por mi propia soledad.
Oí la puerta de la habitación abrirse y por ella entró Justin. Su rostro no me decía nada, como siempre. Era un ser humano sin expresión alguna.
—Ya he pensado en tu trato. —Dijo, dándome la espalda y arrojándose a mi cama, lo cual me sorprendió bastante.
—Bien... ¿Qué has decidido? —Le pregunté algo temblorosa.
—No fue sólo mi decisión en realidad, Ryan también debía saberlo. —Explicó, tragué en seco. —Y estamos de acuerdo.
—¿Qué? ¿De verdad? —Me incliné hacia adelante, dibujando una sonrisa.
Justin se levantó y caminó hacia mí, sacando las llaves de las esposas que tanto lastimaban mi muñeca. Le quitó el seguro y lo primero que hice fue sobar mi muñeca, y luego abrazar a Bieber con emoción. No era que quisiera hacerlo, sólo necesitaba que él supiera que era inofensiva.
—¡Gracias! No se arrepentirán, lo juro. —Dije mientras sentía que se tensaba ante mi rara muestra de agradecimiento.
—Si, como sea. —Respondió, separándome de él como si fuera una muñeca. —Ahora vamos, tengo que enseñarte la mansión.
—¿Enseñarme la mansión? —Pregunté atónita, tomando mi sweater de la cama y colocándomelo.
Até mi cabello en una coleta y lo seguí, viéndolo cerrar la maldita habitación en la que había estado encerrada por tanto tiempo. Y es que parecía que había estado allí un siglo entero, y comenzaba a perder poco a poco la constancia del tiempo.
Justin caminaba sin ninguna preocupación, o al menos eso parecía. Sus pasos eran bastante firmes y eso me hacía pensar que, si hacía algo mal, iba a morir enserio. Lo primero que hizo fue llevarme hacia la cocina, en la cual ya había estado, y allí habló:
—No necesitas mucha información sobre este lugar, es una cocina como cualquier otra. —Dijo, relamiendo sus labios. —Cuando necesites algo del supermercado hablarás sólo con Ryan o conmigo, no te acerques a los tipos de afuera.
Asentí ante sus palabras y él clavó sus ojos en los míos, sonriendo de costado. Apreté mis labios y seguimos caminando, ésta vez íbamos hacia la sala de estar. Tenía una televisión idéntica a la que papá me había regalado hacía pocos meses, y aquel pequeño detalle me hizo querer arrojarme al suelo y llorar.
El sofá era grande y espacioso, y la mesa de café estaba llena de latas de cerveza, cigarrillos y bolsitas con pastillas. Fruncí mi ceño levemente, intentando alejar mis ojos de ahí. Las paredes eran blancas y todas tenían grandes ventanales, pero los que daban a la calle habían sido tapados.
—¿Por qué no puedo ver el exterior de la casa? —Pregunté de repente, queriendo golpearme con algo en ese momento.
Justin me lanzó una mirada un tanto perturbadora, más no respondió. ¿Y qué esperaba? "Es que estás secuestrada, Kelsey, pero si quieres podemos ir a dar un paseo".
No. Definitivamente no.
Pasamos hacia el comedor, la cual tenía una gran mesa con diez sillas. Sobre ésta colgaba un candelabro muy precioso y en la pared, justo arriba de la chimenea, había un cuadro de un señor pintado a mano, el cual no pude reconocer.
—Bien, escúchame atenta. —Dijo Justin, captando mi atención al instante. —Mañana tenemos una cena muy importante aquí, tú nos servirás. Y está de más decirte que si haces algo mal...
—Me matarás, ya lo sé. —Le interrumpí, continuando con mi contemplación a la bella decoración de aquel lugar.
—Exacto.
—¿Vendrán muchas personas? —Pregunté curiosa, mirándolo fijamente.
—Cinco.
—Oh...y, ¿Qué es lo que debo cocinar? —Insistí.
—Ese es tu problema, eres la sirvienta. —Alzó sus hombros, continuando con su camino.
Eso había dolido.
Lo seguí cabizbaja y noté que había comenzado a subir las escaleras, lo cual me ponía nerviosa porque aún tenía en cuenta que, si algo me ocurría, nadie iba a ayudarme. Bieber se paró frente a una puerta blanca y me miró.
—Ésta es la habitación de Ryan y aquella—Apuntó hacia la puerta al fondo del pasillo. —Es la mía. Cualquier cosa que necesitemos lo traerás, pero jamás entrarás a las habitaciones sin tocar la puerta, ¿Oíste?
—Sí.
—Bien, ahora ve a la cocina y sube a mi habitación una lata de cerveza. —Ordenó, caminando y adentrándose a su habitación.
Oí la puerta cerrarse y por fin pude soltar el suspiro más estresante de mi vida. Estaba debatiendo si lo que había planeado era la mejor idea, o si me había condenado sola. Aquello último me aterraba, no quería estar allí por más tiempo del que debería. De seguro en unos pocos meses papá vendría por mí.
Bajé de nuevo las escaleras y quise reír del miedo que sentía en ese momento. Cuando toqué el piso de la primera planta, caminé hacia la cocina procurando no perderme y no romper absolutamente nada.
Jamás había cocinado para diez personas, en casa solía hacer la cena para mis padres y para mí, lo cual no era gran cosa. Pero al menos sabía cocinar, y estaba más que agradecida por ello. Mamá me había enseñado varias recetas de familia que, según ella, era indispensable que yo supiera hacerlas. Y me gustaba.
Me dirigí hacia el refrigerador y lo abrí en busca de una lata de cerveza. Estos dos no tenían más que cerveza y manzanas. ¿Qué demonios hacía con cerveza y manzanas? Joder, era una cena de negocios y yo...yo tenía cerveza y manzanas.
Tomé la lata entre mis manos y corrí escaleras arriba, intentando recordar cuál era la habitación de Justin. Debía recordarle que necesitaba ingredientes, harina, aceite o por lo menos verduras.
Abrí la puerta en un momento de torpeza y entonces supe por qué debía tocar antes de entrar...
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Rom.
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Su víctima»Jb. |Finalizada.
FanfictionProhibida su copia y/o adaptación total/parcial.