Capítulo 50. "Carta"

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Cerré mis ojos y solté un suspiro, sintiendo el frío invadiendo desde mi rostro todo mi cuerpo.

Poco después cerré la ventana y me dispuse a lavar los pocos platos que estaban sucios en el fregadero, oyendo mis pensamientos más a tope que nunca.

Divisé el auto de Justin desde aquel ventanal, la cual le daba una pizca de elegancia a la cocina, y pude sentir un gran nudo en mi garganta que dolía como el infierno. Había pensado prácticamente toda la tarde en él y en las razones por las cuales me hacía tanto daño. ¿Qué ganaba hiriéndome? Mi odio indescriptible, mis ganas de apartarme cada vez más de él, ¿Acaso eso era lo que quería?

Me costaba tanto entender por qué estaba aquí, por qué seguía estando secuestrada. Había perdido tanto que ya no tenía más nada, ni siquiera la oportunidad de confiar en las personas. Me sentía...vacía, insegura, totalmente desconfiada. Tal vez por eso había hecho que Demian se fuera y había llorado con todas mis fuerzas luego.

¿Cómo lograría encontrarme mi padre cuando ni yo misma sabía dónde estaba?

A mis cortos dieciocho años había aprendido que las personas lastimaban incluso más cuando el dinero estaba de por medio. Que era más importante llenar sus bolsillos de papeles verdes que la vida de alguien. Que vender mujeres era un acto cotidiano que no les causaba ninguna culpa...

Mi odio se incrementaría aún más cuando los tuviera frente a frente pero debía contenerme...debía...qué mierda, quería lastimarlos, dañarles tanto que tuvieran que rogar para que me detuviera, que el perdón fuera su última opción.

Ya no aguantaba.

Comencé a guardar la vajilla en sus respectivos lugares a la vez que apretaba mis dientes, resistiendo cualquier dolor y ardor que mi cuerpo estuviera recibiendo. La función de los vendajes era nula para mí, porque la herida de mi rodilla necesitaba más que sólo una jodida bandita, y me molestaba tanto tener que caminar como el jorobado de Notre-Dame.

Tomé el cuchillo más filoso que encontré y sonreí con los ojos aguados al verme en el reflejo de la hoja. ¿Se podía ser cuerdo después de lastimar intencionalmente? Quizás ya no lo era, quizás había perdido la cordura desde el primer momento aquí.

O quizás sólo estaba intentando saciar la sed de venganza que tenía contra Justin y Ryan. ¿Eran ellos los culpables de mi desgracia? ¿Qué sucedería con sus ayudantes? Porque, lo quisiera o no, aún recordaba el rostro de aquel tercer secuestrador, ese que parecía ser más un drogadicto en su punto máximo que un "hombre de negocios".

¿Chad, era? ¿Chaz? ¿Charlie?

Si lograba hallarlo, también pagaría. Nadie estaba a salvo a partir de ahora de mi retorcida mente, ni siquiera yo misma.

Solté un leve grito cuando mi pierna se apoyó de lleno en el suelo, ocasionándome uno de los peores dolores que había sentido. Apreté los labios mientras una lágrima se escapaba y se deslizaba por mi mejilla, apurándome a sentarme en el frío piso de baldosa.

Con suma precaución, subí mi pantalón a la altura de mi muslo y chequeé mi herida. Si aquello no era una jodida infección, no sabía qué lo era. Estiré mi brazo y, con mucho esfuerzo, tomé una servilleta. La coloqué en la herida e hice presión, para luego secar mis lágrimas.

Me sentía tan débil y sola que ya ni siquiera eran motivos para llorar. Se habían vuelto mis únicos sentimientos últimamente, incluso más que la tristeza y el enojo. Me hacían querer destruir todo a mi paso para hallar algo de comprensión y, por qué no, compasión.

Ya no era la misma chica que todos conocían en casa. Ya no podría seguir una vida normal después de esto, si es que realmente existía un después.

Su víctima»Jb. |Finalizada.Where stories live. Discover now