Miré el techo con agonía, sosteniendo mi dolor y mi delirio con la poca fuerza que aún me quedaba.
Había estado acostada en el suelo desde hacía varias horas, mi espalda me ardía demasiado y también mis piernas, por lo que sólo se me había ocurrido buscar un lugar frío y duro que me hiciera aguantar aquel dolor. Mi cabello aún estaba húmedo y mis ojos hinchados, provocando en mí una sensación de desolación absoluta.
Me sorprendía no sentir dolor en mi zona íntima. Creía que la primera vez era una tortura continua para algunas, pero quizás aquella droga sí había servido para algo. Justin había sido bruto y lo sabía, por eso me costaba creer que no había dejado secuelas ante aquel acto.
Y ahora lo estaba odiando tanto que sentía mis mejillas rojas y un dejo de ira recorriéndome de pies a cabeza. Tan sólo visualizarlo en mi mente me daba repulsión. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Porque, lo quisiera o no, me sentía tan culpable de haberlo dejado violarme. De no haber peleado más, de no haberlo golpeado en las pelotas para que me soltara.
Había sido una bestia.
Estaba segura de nada volvería a ser igual ahora; me intrigaba saber si papá me encontraría con los pocos datos que había podido darle, incluyendo la lejanía, el tiempo y el dinero que una búsqueda tan importante implicaba.
¿Cuánto tardaría? ¿Qué ocurriría con Bieber? ¿Qué pasaría si me llevaba a otro lugar y le daba un final definitivo a mi vida?
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas en aquellas preguntas de mil respuestas. Había logrado esclarecer varias de mis dudas, pero ahora éstas se habían multiplicado y no me dejarían en paz hasta hallar aquellas repuestas correctas. Me odiaba a mí misma por torturarme de esa forma.
Aún después de haber vivido tanta mierda, sentía que debía tener esperanza. Y era ilógico, porque también sabía y estaba más que segura de que Justin me mataría. ¿Qué otra cosa podría hacer conmigo? Su objetivo siempre había sido hacerme sufrir; desde aquella primera amenaza con una navaja que me había dejado atónita y asustada, hasta el momento en que decidió drogarme y luego violarme por el simple hecho de darme un castigo.
¿Acaso sentía tanto odio hacia mí? Había sido estúpida en confiar en él. Me sentía tan confundida y humillada porque había sido yo quien se había acercado a él en un primer momento. Haber planeado aquello sólo me había traído inseguridad y más soledad. Ni siquiera podía confiar en mí misma ahora.
Me repetía en mi mente que debía haber huido desde aquel día en el supermercado. Había estado sola por casi una hora, tenía agilidad para moverme porque ni siquiera me habían herido con gravedad. Un solo policía jamás hubiera podido alcanzarme.
Recordar aquello sólo me hacía llorar de nuevo.
Limpié mi rostro con fragilidad, dejando que mis brazos chocaran contra el suelo a continuación. Si aquello no era estar muerta en vida, no quería averiguar qué era. Mi garganta estaba seca y podía jurar que comenzaba a deshidratarme lentamente, mientras que mis heridas continuaban doliendo como el infierno mismo.
Mis pensamientos siguieron vagando en los recuerdos amargos de mi estadía en aquella cárcel. Recordé el momento en que temí ser vendida a viejos decrépitos, o cuando conocí a Leah por primera vez y temió morir por el sólo hecho de haberme visto. Ella era, probablemente, lo único bueno que me había pasado estando encerrada.
Parecía un chiste de mal gusto el hecho de saber que yo era la culpable de que ella ya no estuviera aquí.
Si tan sólo hubiera actuado de otra forma...no lo sé, tal vez golpear a aquel tipo robusto y maleducado de aquella tienda para así pedir ayuda. O haber llamado a mi padre desde un primer momento para no tener que lidiar con los matones de Justin. Pero, ¿Cómo podría haberlo sabido? El número que había marcado era, y con un énfasis muy pronunciado, de emergencias. Un número que, se suponía, existía para ayudar a las personas.
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