Capítulo 30. "Culpable"

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No estaba bien.

Nada de esto estaba bien, mucho menos la realidad de mierda en la que estaba viviendo.

—Kelsey... ¿Puedes oírme?

Su voz sonaba temerosa, casi como un susurro. Y lo peor era que no sabía si temía que yo no abriera los ojos porque realmente sentía algo por mí o simplemente temía perder su dinero; después de todo, yo sólo era un negocio. Sólo era un objeto.

Sentí sus fuertes brazos rodearme y luego me alejé del suelo. Y me estaba dejando llevar sólo porque lo último que quería era abrir los ojos y volver a caer.

Mi cabeza dolía como el mismísimo infierno y tenía muchas náuseas, tanto que había llegado al punto de querer golpearme a mí misma. ¿Qué me sucedía? ¿Qué estaba ocurriendo dentro de mí? ¿Qué había cambiado en mi ser?

—La llevaré a mi habitación, si no despierta en diez minutos estamos perdidos.

Volvió a hablar y supe que estaba subiendo las escaleras cuando me sostuvo con más fuerza. Podía sentir su respiración totalmente relajada, como si llevara a cuestas una pluma.

Y es que, sin quererlo, había perdido muchísimo peso.

Oí que cerró una de las puertas de las habitaciones y luego me recostó sobre la cama, cubriéndome con una cobija muy cálida y suave. Me recordaba a la cobija que utilizaba de pequeña para dormir y no tener miedo a la oscuridad. Ahora sólo sentía ganas de que la oscuridad me consumiera.

Justin soltó un suspiro muy profundo y largo. Podía sentirlo a mi lado, pero aun así sabía que estaba lejos. Y abrí mis ojos aunque ello acabara con la esperanza de ir al hospital y poder escapar. Por alguna extraña razón, no quería preocuparlo más. No quería que me diera por perdida.

—L-lo siento...—Balbuceé como pude, viéndolo acercarse a mí con rapidez.

—Joder Kelsey, ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —Preguntó exaltado, tomando mi rostro entre sus manos.

—Me duele la cabeza —Respondí con sinceridad.

Buscó con la mirada en la cama y tomó una almohada, levantando mi cabeza y colocándola debajo de ésta. Su perfume llegó a mis fosas nasales y no quise sentir ningún otro aroma. Era varonil y suave a la vez. La combinación perfecta en todos los sentidos.

—¿Recuerdas lo que pasó? —Preguntó luego de sentarse a mi lado y observarme atentamente.

—Me caí...—Dije sin mirarlo.

—Te desmayaste. —Murmuró y entonces le vi la cara.

Estaba confundido.

—¿Por cuánto tiempo?

—Tal vez diez o quince minutos, no lo sé...—Relamió sus labios. —No puedes hacerme esto, Beckman. No puedo lidiar con estas situaciones.

—No fue mi intención desmayarme, créeme. —Solté con una pizca de ironía, algo borde.

—No hablo de eso. —Dijo, rodando los ojos. —No puedes hacerte daño sólo por estar aquí. Sé que no comes y no toleraré otra escena como esa.

Abrí la boca para decir algo, pero las excusas se habían esfumado desde aquel primer desmayo.

—Entiendo lo que estás viviendo. —Continuó. —Creí que sería fácil tenerte aquí secuestrada y privarte de todo lo que se me ocurriera, pero me equivoqué.

—Creí que eras perfecto. —Murmuré.

—No me conoces. —Afirmó. —Pero no me niego a que lo hagas.

Apreté los labios al sentir nuevamente aquel extraño cosquilleo en mi estómago. Su mirada se profundizó con la mía y quise regalarle una sonrisa real, pero no pude hacerlo. No tenía fuerzas para nada.

La puerta se abrió y por ella entró Ryan, quien traía un vaso de agua y lo que parecía ser un sándwich sobre un plato. Al verme, esbozó una mueca que no pude comprender y se acercó a nosotros sin cautela. Parecía estar furioso.

—Come —.Dijo con seriedad.

—Gracias...—Respondí bajito sin intenciones, inclinándome hacia adelante y sentándome en la cama.

Justin acomodó las almohadas detrás de mi espalda y me apoyé, intentando no exasperarlo. Sabía que era una persona sin paciencia, sobre todo cuando se trataba de su víctima. Su única víctima.

Ryan salió de allí al momento en que mordí un trozo del sándwich y cerré los ojos, disfrutando de aquel sabor tan agradable. Hacía mucho no comía. Hacía mucho no hallaba las ganas para alimentarme como ahora.

Aún no sabía por qué seguía viva.

—¿Quieres que te deje sola? —Preguntó Justin mientras me observaba comer.

—No... —Dije con la boca llena, sacándole una sonrisa.

Su mano llegó hasta la mía y brindó leves caricias. No quería arruinarlo todo, pero estaba demasiado ansiosa por saber qué demonios había ocurrido con el Justin rudo y egoísta. Algo había cambiado y no precisamente yo.

Podía observar de reojo que despeinaba su cabello cada cinco minutos. Las yemas de sus dedos estaban frías y ásperas, como si tuviera pólvora sobre ellas. Pero no podía quejarme, sus caricias eran suaves de todas formas.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Dije, terminando de beber agua.

—Ya la estás haciendo. —Dijo, esbozando una sonrisa.

Imité su acción y clavé mis ojos en los suyos.

—¿Puedes decirme si mi madre está bien? —Pregunté con cautela, esperando su reacción.

Soltó un leve suspiro al mismo tiempo que bajaba la mirada y volvía a despeinar su cabello.

—No fue un accidente grave, Kelsey. Sólo sé que se fracturó el brazo izquierdo.

Aquello había sido un puñetazo en la cara, y el sándwich en mi mano cayó al suelo como mis esperanzas. Y sin mediar palabra, un sollozo se escapó de mi boca y rompí a llorar como un bebé. ¿Cómo tocaría sus instrumentos ahora? ¿Cómo haría para componer nueva música?

¿Cómo dejaba de sentirme culpable?

Quería a mamá conmigo ahora, quería que me viera viva.

—Cálmate. —Soltó Justin cuando, con todo el esfuerzo que me quedaba, me levanté de su cama.

—Déjame, Justin. Déjame llorar sin sentir culpa. Déjame sentirme como una mierda...—Dije entre lágrimas, mientras él se acercaba a mí.

Cerré los ojos y esperé su puño contra mi mejilla. Pero éste jamás llegó.

Sus brazos me rodearon como si fuera un oso de peluche, y sentí sus labios sobre mi frente.

—La única mierda aquí soy yo. 


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Rom.

Su víctima»Jb. |Finalizada.Where stories live. Discover now