Capítulo LXXXIII.

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Si el club tenía un nombre, _____ no lo vio fuera. Dentro, estaba demasiado oscuro para ver mucho.

Se había cambiado de ropa y se había puesto algo más normal, aunque James le había advertido que no estaría vestida mucho tiempo. El club tenía una estricta política de «ropa interior o menos» y había que entregar la ropa en la entrada.

_____ se había mostrado reacia pero James le aseguró que, una vez estuviera dentro, llamaría más la atención si iba vestida que si se dejaba llevar y pasaba desapercibida entre la multitud. Tenía cierta lógica, pero aún tenía mal sabor de boca por la aventura en el Jane Hotel y no estaba por la labor de «dejarse llevar». Sin embargo, la mujer de la puerta, de unos cuarenta y cinco años, no parecía en absoluto intimidatoria y cuando le indicó a _____ que le entregara la ropa con tanta educación y naturalidad, ella cedió. No pudo evitar sonreír al ver a James desnudándose hasta quedarse sólo con los bóxers.

—No había caído en que la política de «ropa interior o menos» te incluiría también a ti —comentó.

—Estoy por la igualdad, nena —replicó.

Aunque la noche había dado un giro inesperado, realmente se sentía ya más cerca de él. Y estaba impaciente por ponerse con la sesión fotográfica antes de que la dinámica entre ellos volviera a cambiar a una de incertidumbre o antes de que simplemente ella perdiera el valor.

Pero James se mantenía firme en que experimentara el papel que deseaba reflejar en las fotos. _____ se preguntó cuánto había vivido realmente Bettie y cuánto había sido simplemente interpretación.

—Si desean alquilar látigos, esposas, fustas, antifaces o cualquier otra cosa, lo encontrarán abajo a la derecha.

_____ le entregó la ropa y la mujer le dio un colorido resguardo de cartón, como el de un guardarropía.

—No tengo ningún bolsillo donde guardarlo —le dijo a James .

—¿Puedes recordar el número?

—Sí.

Le cogió el trozo de cartón y se lo devolvió a la mujer.

—No nos entretengamos más, vamos. Le entregó la fusta.
La cogió de la mano y bajaron una escalera. Aquello parecía unas mazmorras de lujo. La única luz que había era la de los candelabros y revelaba celdas, suelos de piedra y arcos de madera que dividían las estancias. Las piezas del mobiliario, de aspecto medieval, servían claramente como instrumentos de tortura y en las paredes había cuerdas, cadenas, ganchos y poleas.

James estaba en lo cierto, _____ no sentía que llamara la atención en ropa interior. Las otras personas presentes en el club la miraban con el interés pasajero de cualquiera que entra en una habitación ya ocupada o llega a una fiesta que está en pleno apogeo.

James la guió por la estancia. La sorprendió ver a más hombres que mujeres atados o en diversas situaciones de bondage. Su relación con James la había llevado a pensar automáticamente en las mujeres en el papel de sumisas, pero en el club eran la minoría.

—No vas a jugar con ningún hombre —le advirtió James cuando pasaron junto a dos encadenados a la pared, uno de cara y el otro de espaldas a la estancia.

El que estaba de cara tenía el pene metido en una especie de jaula de metal. Cada uno de ellos estaba en manos de una mujer que blandía una fusta y otros instrumentos de castigo.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora