Capitulo XVIII

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Después de la cena, el Mercedes los esperaba en la puerta del Daniel. Giró al oeste y avanzó por la Séptima Avenida.

—Te llevo a casa —contestó.

Ella intentó no sentirse decepcionada.

—¿Para eso no necesitas mi dirección? —preguntó.

—Tengo tu dirección.

—¿Qué? —Fuera cual fuese el hechizo en el que había caído con el vino, la ropa elegante y la charla sobre sexo se rompió de repente—. ¿Cómo la has conseguido?

—En la oficina de la biblioteca.

—¡No pueden darle mi dirección a cualquiera!

—Yo no soy «cualquiera», _____. Me conocen.

—¡Ésa no es la cuestión!

—¿Lo sientes como una violación? —preguntó.

Y algo en su modo de mirarla hizo que supiera que no estaba hablando de su dirección.

—Es que no es... apropiado —se quejó.

James pareció considerarlo y asintió despacio.

—Puede que sea inapropiado, eso es cierto —afirmó—. Y no se me da muy bien lo de pedir permiso. —Le cogió la mano y la miró a los ojos. Su intensidad la afectó de un modo como nunca antes le había pasado—. Supongo que deberías saber eso de mí si vamos a pasar tiempo juntos.

Al oír esas palabras, la irritación de _____ se evaporó. Iban a pasar tiempo juntos.

Cuando el coche se detuvo frente al edificio de su apartamento, logró decir:

—Gracias por la cena.

James le cogió la mano y su contacto le pareció pesado y cálido e hizo que le entraran ganas de recostarse sobre él.

—Hablaba en serio cuando te he dicho que hojees el libro de Bettie Page esta noche. Quiero saber qué opinas. Quiero conocerte, _____.

—Vale —accedió.

De nuevo, los ojos de él se clavaron en los suyos. En la oscuridad y bajo el

imperturbable foco de su mirada, sintió como si, de algún modo, hubiera hecho una promesa importante. Aunque no tenía ni idea de lo que había prometido.  

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora