Capítulo XL.

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Estaban sentadas a la mesa, comiendo las sobras de arroz con pollo y bebiendo botellines de cerveza Corona. _____ se había puesto unos pantalones de chándal y una vieja camiseta de Drexel. Estaba físicamente exhausta, pero tenía la mente acelerada como si fuera en una sexta marcha que no sabía que tuviera.

—Le gusta lo que supongo que podríamos llamar dominar —empezó a contar.

—¿Haciendo qué, concretamente? —preguntó Carly.

Ahora que había llegado el momento, se moría por contarle a alguien qué estaba pasando. No sabía si Carly le diría que era una locura, que debía alejarse de ese tipo o si, en cambio, le confesaría: «Claro, yo hago cosas así todo el rato». Fuera como fuese, _____ necesitaba un confidente.

—Esto... bueno, me regaló un móvil y me dijo que tenía que llevarlo siempre encendido y que sólo era para usarlo entre nosotros dos. Me manda mensajes que, en realidad, son órdenes. Y me dice qué tengo que ponerme. Siempre debo llevar zapatos de tacón y un tipo específico de ropa interior.

—Bueno, sinceramente, _____, no te ha ido tan mal un poco de orientación en el estilo de vestir.

Ella le lanzó una mirada furiosa antes de continuar:

—Si no hago lo que me dice, o sea, si no me visto del modo adecuado, me
«castiga».

Ahora sí que tenía toda la atención de Carly. A la frívola, hastiada y sabelotodo de Carly de repente se le habían puesto los ojos como platos.

—Continúa —la instó.

—Bueno, digamos que me da... unos azotes.

No pudo decir nada más. No pudo hablar de la Habitación. Su compañera asintió.

—He oído hablar de ese tipo de cosas —comentó, mientras arrancaba la etiqueta de su botellín de cerveza.

—¿Sí? —exclamó _____ sorprendida.

—Claro. Es BDSM básico.

—¿BDqué?

—BDSM: bondage, disciplina, sadomasoquismo. Es una subcultura bastante extendida.

—¿Lo es?

—Claro. Algunas personas están muy metidas en todo eso.

—Entonces, ¿no te parece que... raro? Carly se encogió de hombros.
—A mí no me va, pero bueno, estoy segura de que en pequeñas dosis podría ser muy erótico. Conocí a una chica que llevaba un collar.

—¿Qué quieres decir?

—Llevaba un collar de piel, como un collar de perro. Me dijo que, en la comunidad, eso les indicaba a los demás que tenía un dueño.
—Estás de broma.

—No.

Eso hizo que _____ se sintiera mucho mejor. Al menos, ella no había llegado tan lejos.

—Entonces, me estás diciendo que todo eso es relativamente normal —
concluyó.

—Oh, bueno, no es muy normal —replicó Carly—. Pero mientras tú lo pases bien, ¿a quién le importa? Sobre todo si te sacas todo un vestuario de Prada con eso, te diría, déjalo que te azote hasta que se canse.

_____ se sonrojó y clavó la mirada en su plato. Quizá Carly no fuera la mejor elección como confidente, pero era lo único que tenía por el momento. Y al menos a partir de entonces, podía ponerle nombre a aquello a lo que se estaba enfrentando: BDSM.

Tendría que investigar un poco, aunque algo le decía que no encontraría un libro sobre ese tema en particular en la biblioteca.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora