Capítulo LXX.

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—Oh, sí. Bueno, no desde que se comprometió. Su prometido es vainilla. _____ no tenía ni idea de a qué se refería. ¿Que era blanco?
—¿Yo no soy vainilla? —preguntó. James se rió.
—Tú eres adorable.

—No me trates con condescendencia —protestó ella, sintiéndose estúpida.

—¡No lo hago! ¿No ves que estoy loco por ti? Te despiertas por la mañana y ya he planeado nuestro día... y nuestra noche. Siempre estás en mi mente, _____. Me has cautivado por completo. Me has poseído. Me siento bajo el hechizo de una de esas hadas mágicas de las paredes de Guinevere.

Ella se volvió para mirar por la ventanilla.

—¿Adónde vamos ahora?

—A Louboutin. ¿Cómo puedes ir a un baile sin tus zapatos de cristal? —le preguntó con un guiño.

El Jane Hotel era un centenario edificio georgiano en el lejano West Side. El ultramoderno hotel boutique, en su momento refugio para los marineros cansados del viaje, era el lugar donde se celebraba el Baile Bondage.

—Este lugar tiene mucha historia, un pasado notable —le explicó James . _____ se aferraba con fuerza a su brazo, apenas capaz de caminar por las
adoquinadas calles del Meat Packing District con sus nuevos zapatos de tacón
Christian Louboutin. Estaba menos preocupada por caerse que por estropearlos, porque eran una magnífica obra de arte. Los tacones, de diez centímetros y de satén negro, con la típica suela roja, llevaban incrustaciones de cristales en forma de estrellas, similares a copos de nieve.

—No es el pasado lo que me preocupa —puntualizó _____—, sino el presente.

Aún no podía quitarse de la cabeza las palabras «Baile Bondage». Y no podía decir que le gustara cómo sonaban.

—Trajeron a supervivientes del Titanic a este lugar. Los mantuvieron aquí hasta que finalizaron la investigación judicial americana —le explicó James .

—Eso es asombroso —reconoció ella, pero tenía su propio desastre del que preocuparse.

James la conocía ya lo bastante bien como para percibir su ansiedad y le dio unas palmaditas en la mano que le tenía apoyada en el brazo.

—Relájate. Lo único que tienes que saber de esta noche es que nadie te tocará aparte de mí. ¿Lo entiendes?

Asintió, pero no se sintió nada reconfortada. No sabía exactamente qué la preocupaba. Quizá la idea de que otra persona la «tocara» era demasiado específica. Era una inquietud más general respecto a estar en público, estar entre personas en un acontecimiento social donde todo el mundo sabía que el tema de fondo de la noche era su particular tipo de sexualidad. Aunque se quedaran allí de pie bebiendo vino y comiendo taquitos de queso, todos lo sabrían. Aquello no era simplemente un jueguecito privado entre James y ella. Esa noche era de verdad.

Y aún estaba pensando en la conversación con Margaret.

James la cogió de la mano, subieron la escalera del hotel y se detuvieron ante la puerta.

—Ponte la máscara —le dijo.

La había estado sujetando desde que habían salido del coche y casi se había olvidado de ella, aunque la llevaba bajo el brazo, porque era demasiado grande para que cupiera en su diminuto bolso de mano.

Él la ayudó a colocársela y luego se puso la suya, una totalmente negra. Llevaba un esmoquin también negro. _____ iba asimismo de ese color, con un asombroso conjunto de Morgane Le Fay que era más un disfraz que un vestido. Estaba compuesto por un top de satén y organza que se entrecruzaba por delante y se ceñía a la cintura con un lazo negro. La falda era de aro modificada, con una media sección en tul opaco que hacía necesario un pequeño forro de seda. Si había algo que le serviría de consuelo era que no se sentía en absoluto ella misma. Pasara lo que pasase, podría fingir que estaba interpretando un papel.

Entró con la mano aferrada al brazo de James . El vestíbulo era pequeño, con techos altos decorados con plantas de grandes hojas en macetas, la cabeza de un alce americano en la pared, una lámpara de araña y un antiguo mostrador de recepción de madera con un botones ataviado de modo formal, que incluía un chaleco granate y una gorra a juego. _____ se sintió como si estuviera en una película de Stanley Kubrick.

—Buenas noches —los saludó el botones.

James le entregó una especie de tarjeta negra, como una tarjeta de crédito. El chico comprobó una lista con ella y luego se la devolvió.

—Encontrará las normas para jugar en el salón. Disfrute de la noche, señor
Maslow.

James guió a _____ por el vestíbulo hasta un pequeño bar, decorado con madera oscura y poca luz. Estaba bordeado por un largo sofá.

Una mujer alta con un brillante vestido plateado se acercó a ellos en medio de la estancia. Llevaba una máscara morada adornada con plumas verdes y ribeteada con lentejuelas a juego. Tenía la melena rubia recogida en un elaborado moño alto y los labios pintados de violeta.

—Bienvenidos, amigos —los saludó—. Diríjanse al salón de baile. Les recuerdo que todas las habitaciones del hotel están disponibles para uso de los invitados. Encontrarán atrezo y artículos de tocador en todas ellas. Pueden usarlo como deseen. Pero las puertas deben permanecer abiertas en todo momento. Cualquier violación de esa norma dará lugar a su expulsión del edificio.

James asintió y _____ lo miró inquisitivamente. Si él se percató su mirada, no se dio por enterado. En lugar de eso, la cogió de la mano y la guió hasta el salón de baile

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora