Capítulo XXX.

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_____ entró a escondidas el vaso de Starbucks en la biblioteca. No podía creer que estuviera incumpliendo una norma tan importante al entrar una bebida a la Sala Principal de Lectura, pero sólo así podría pasar la mañana.


Apenas había dormido unas pocas horas y cada una de ellas se había visto interrumpida por extraños, e incluso violentos, sueños sexuales. De vez en cuando, se despertaba empapada en sudor, con la mano dentro de las braguitas.

Intentó descartar los recuerdos de sus sueños y todos los pensamientos de la noche anterior, pero la velada se aferraba a ella como un aroma.

Las caricias de James le habían dejado el cuerpo y la mente agudizados. Se sentía exquisitamente sensible a todo: sonidos, luz... incluso sabores. Se fijó por primera vez en la terrosidad del café de la mañana y en cómo cada sorbo acababa en un toque dulce, como el chocolate negro.

Cuando se acercó a su mesa, vio que tenía una caja blanca encima. La observó con más atención y reconoció el inconfundible logo de Apple.

—¿Qué demonios?

Levantó la tapa y descubrió una funda de cartón en el interior. De ella sacó un iPhone nuevo de última generación. Y un pequeño sobre blanco. Lo abrió.

Querida _____:

Supongo que llegaste a casa bien anoche.

La próxima vez que salgas corriendo así, por favor, como mínimo, mándame un mensaje informándome de que estás bien. O, mejor aún, te llamaré a este teléfono para comprobarlo por mí mismo.

Sí, este teléfono es tuyo, pero sólo para usarlo entre nosotros dos. Quiero que te lo quedes y lo lleves siempre contigo y encendido.

J.

Por lo visto se las había arreglado para conocer al que era probablemente el único hombre en el planeta que al día siguiente enviaba iPhones en vez de flores.

—¿Qué pasa, Finch? —preguntó Alex, sobresaltándola.

—Nada —respondió—. ¿Sabes cómo van estas cosas? —Le entregó el iPhone.

—Sé respirar, ¿no? —dijo él, al tiempo que apretaba un botón. El logo blanco de Apple apareció en la pantalla.

—¿Dónde estaba todo ese ingenio cuando querías ligarte a la mensajera? Vale, cuando suena, ¿cómo descuelgo?

Alex suspiró y le dio un cursillo rápido deslizando los dedos y pulsando por toda la pantalla.

—¿Dónde está el teclado? —preguntó _____—. No puedo escribir con esto.

—Sí —respondió él—. Tú debes de ser más de las de Blackberry. —Dicho eso, se marchó para ir a por más libros.

_____ se metió el teléfono en el bolso y leyó la nota una y otra vez, incapaz de reprimir la sonrisa ni unos pensamientos que no tenían cabida en una biblioteca.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora