Capítulo LXXXII.

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Un simple giro de la muñeca podría marcar la diferencia entre golpear a alguien y cortarlo. Al menos, eso era lo que James le había dicho.

De pie en el dormitorio de él, con las botas negras altas, el corsé bien ceñido, con unos guantes negros de piel hasta el codo, _____ sostenía la fusta y se sentía poderosa, a pesar de que lo único que estaba azotando era la almohada. Volvió a golpear.

—No debes dar con la punta. Si golpeas a la persona sólo con el extremo, dejará marcas aunque no desgarres la piel —continuó James .

Estaba sentado en una silla de respaldo alto al otro lado de la habitación, dirigiéndola como el Francis Ford Coppola del sadomasoquismo.

Se acercó y le cogió la vara.

—¿Es de nailon o de fibra de vidrio? —preguntó.

—No tengo ni idea.

—Vale, inténtalo de nuevo. Volvió a su asiento.
_____ levantó el brazo y golpeó de nuevo la almohada.

—Mejor —dijo—. Y recuerda que la fuerza del impacto la determina la rapidez con que descienda la fusta, no cuánto músculo apliques.

—No tenía ni idea de que esto fuera tan complicado —comentó ella.

—Requiere algo de esfuerzo y reflexión —le explicó sonriente—. ¿Qué?
¿Pensabas que todo era diversión y juegos para mí?

_____ golpeó la almohada una vez más.

—No sé si has sido muy precisa en ése, podrías haberle dado más en la parte superior de los muslos que en el culo. Tienes que fijarte en eso.

Ella lo miró.

—Es una almohada. ¿Cómo puedo saber dónde está un trasero imaginario?

—Lo reconozco, este ejercicio tiene ciertas limitaciones. —Se levantó de la silla—. Creo que es hora de que pasemos a un escenario diferente.

_____ se emocionó. Esperaba que la llevara a la Habitación para poder verla por una vez. Pero entonces se fijó en que tenía las llaves del coche en la mano.

—¿Adónde vamos?

—Haremos una salida de campo.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora