Capítulo XLI.

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Por la mañana, cuando llegó al trabajo se encontró con Alex sentado en su sitio, organizando una pila de libros.

—Hey —saludó _____—. Siento lo de ayer. Espero que no hubiera mucho follón.

—No, estuvo bien. Pero Sloan quiere verte en su despacho. _____ tuvo un mal presentimiento.
—¿Por qué? —preguntó, mientras dejaba el bolso detrás de la mesa.

—No lo sé. Pero a juzgar por su tono cuando ha llamado, yo no la haría esperar mucho.

Aquello no era buena señal. _____ se dirigió al segundo piso.

La puerta del despacho de Sloan estaba entreabierta. La vio antes de entrar, llevaba la melena rubia platino recogida en un moño perfectamente descuidado, las mangas de la blusa azul marino dobladas hasta los codos y las bronceadas muñeca adornadas con unas delicadas pulseras de oro. Estaba tomándose su café de Starbucks mientras hojeaba The New York Post en línea.

_____ llamó a la puerta.

Sloan alzó la vista y entornó los ojos.

—Vaya, vaya, vaya, qué amable por tu parte que te dignes a aparecer —dijo.

—Siento lo de ayer —se disculpó, nerviosa por tener que ofrecer disculpas y su excusa tan pronto.

Había ensayado mentalmente ese momento en el metro, pero había sido incapaz de pensar una razón plausible por la que James y ella hubieran tenido que trabajar «fuera» el día anterior.

—Siéntate, _____ —le pidió Sloan.

A regañadientes, entró en el despacho. La única silla disponible estaba llena de revistas de novias. Como Sloan no hizo ademán de despejarla, lo hizo ella y se sentó nerviosa con las revistas en el regazo.

—Sé que cuando empezaste a trabajar aquí sentiste que el mostrador de préstamos no era digno de ti...

—No, no es eso. Sólo pensé...

—Por favor, no me interrumpas. Como iba diciendo, sé que sentiste que no era digno de ti por tu licenciatura con honores y todo eso. Pero en una biblioteca de este nivel, el mostrador de préstamos es vital. Vital. Y si no puedo confiar en que estés aquí todos los días, no podré mantenerte en ese puesto.

—Sloan, estaré aquí todos los días. No volverá a suceder.

Se sintió presa del pánico. ¿Podrían despedirla por faltar un día al trabajo? Dios, ¿en qué había estado pensando? ¿Qué le pasaba?

—Bueno, tendrás que demostrármelo. Y, mientras tanto, trabajarás en el mostrador de devoluciones.

_____ sintió que palidecía.

—Sloan, eso no es necesario. Te prometo que no volverá a suceder.

—Esto no es una discusión abierta, _____. Ahora ve a informar al mostrador de devoluciones. Alguien allí te enseñará cómo organizar el material en los carros y cómo volver a colocarlo todo en las estanterías.  

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora