Capítulo LXXXIV.

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—Por mí está bien —respondió _____ rápidamente.

Había una mujer con un picardías rojo sentada en una gran silla similar a un trono. Sus largas piernas estaban enfundadas en unas botas de piel roja y tenía a un hombre tumbado sobre el regazo con el culo al aire. Lo azotaba con una palmeta y _____ habría jurado que había oído al hombre llamarla «mami».

—Por aquí.

James la hizo atravesar una arcada y entrar en otra estancia. Vio a una mujer en una empalizada de madera, con los ojos tapados y desnuda de cintura para abajo. Él pareció contemplarla durante un momento, pero luego se acercó a otra tumbada boca abajo, desnuda sobre una mesa, con los brazos y las piernas sujetos por cintas. A su lado, un hombre le daba azotes con la mano. La pálida piel de la mujer mostraba ya las marcas rojas.

James hizo detenerse a _____ a pocos metros de la mesa.

—Observa —le dijo en voz baja, a la vez que la rodeaba con el brazo.

El hombre de la mesa volvió a bajar la mano y luego esperó un poco más para darle el siguiente golpe. La mujer gimió, no gritaba de dolor, sino que gemía extasiada.

Como si percibiera que tenía público, el hombre se volvió para mirarlos. Luego, volvió a centrar la atención en la mujer de la mesa y dejó caer la mano sobre la carne con una palmada que _____ podría haber oído desde la otra estancia. Finalmente, se alejó.

—¿Adónde va? —susurró _____.

—Nos está dando una oportunidad —respondió James .

—¿Una oportunidad para qué?

—Para jugar con ella.

_____ abrió unos ojos como platos, conmocionada.

—Ni hablar.

—Para eso estamos aquí —replicó.

—Pensaba que habíamos venido para observar.

—No sé qué te ha hecho pensar eso —le dijo, entregándole la fusta—. Espera aquí un segundo.

James se acercó a la mujer y se inclinó para decirle algo. Ella tenía el rostro vuelto hacia el otro lado y _____ no pudo saber de qué hablaban.

Luego, él se volvió hacia _____ y le indicó que se aproximara. Ella obedeció a regañadientes. De cerca, las marcas de la piel de la mujer se veían más rojas. _____ apartó la vista.

—Dice que no tiene problema en que uses la fusta —le informó James . Ella lo miró como si estuviera loco.
—No voy a golpear a esta mujer.

—Es para lo que está aquí —repuso él—. Y lo que es más importante, es para lo que nosotros estamos aquí. —Le acarició la cabeza y su tono cambió—. O recibe ella ahora o recibirás tú más tarde —le advirtió—. En realidad, recibirás igualmente. La cuestión es cómo de severo seré.

_____ lo miró a los ojos, aquellos oscuros ojos, y sintió la familiar agitación que se le extendía desde el estómago hasta la pelvis. Entonces se dio cuenta de que no debería sentirse mal por golpear a la mujer. Quizá ella no tuviera a un James y por eso iba a ese lugar, para sentir las cosas que _____ sabía que sólo una persona era capaz de darle.

Levantó la fusta y mantuvo el brazo a la altura que James le había enseñado. Él le señaló el trasero de la mujer, recordándole que diera a su objetivo y no le golpeara la parte posterior de los muslos, porque eso sería demasiado doloroso.

_____ vaciló antes de bajar la fusta, pero una rápida mirada a James le dio el valor suficiente para hacerlo. Se mordió el labio inferior y golpeó el sonrosado trasero de la mujer.

—Puedes hacerlo más fuerte —le dijo él.

Se preguntó si lo excitaba verla. Y llevada por el nuevo espíritu de su relación, más abierto y comunicativo, decidió preguntárselo:

—¿Esto te excita?

James negó con la cabeza.

—No. —Se acercó más a ella y le susurró—: Estoy recurriendo a todo mi autocontrol para no vendarte los ojos y atarte en ese banco de ahí. Te resistirías, pero te arrancaría las bragas y usaría la palmeta para enseñarles a estos principiantes cómo se hace realmente. Eso sí sería excitante para mí.

A _____ el corazón empezó a latirle con fuerza.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora