Capítulo LXII.

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—_____, escúchame. He estado fotografiando a mujeres desde que tengo diecisiete años. He estado acostándome con mujeres desde los quince. He tenido infinidad de amantes, algunas habituales, a otras las conocí a través del mundo BDSM, donde uno se... implica más. Pero nunca he sentido con nadie lo que siento cuando estoy contigo. Nunca he introducido a nadie en este mundo.

—¿Por qué no?

—No he querido. Y, al principio, cuando te vi, tampoco planeé hacerlo contigo. Pensé que eras preciosa y que parecías un poco perdida y, no quiero ser grosero, pero tuve un intenso deseo de conseguirte como una conquista. Sin embargo, luego, cuando hablé contigo aquel día después de la reunión de los Lions, supe que no me bastaría con eso.

Ella respiraba de prisa y sintió que las lágrimas volvían.

—¿Y ahora qué? —preguntó.
—Ahora vuelves al Four Seasons conmigo y continuamos con nuestra noche. Se levantó y se dirigió al tocador mientras jugueteaba con una horquilla del pelo.
—Me refiero a que ¿adónde nos lleva todo esto? Mi jefa me odia cada vez más, así que el trabajo es un desastre. Y nosotros seguimos con nuestra relación física hasta que alguna nueva conquista te llame más la atención y yo me quede... destrozada.

—_____, ¿a qué viene todo eso? ¿Las cosas están realmente tan mal en el trabajo? Hablaré con Sloan.

—¡No! —gritó, a la vez que se daba la vuelta—. No. No hagas nada.

—Sloan es sólo una amiga. No he estado con ninguna otra mujer desde nuestra primera noche juntos.

—¿No? —Lo cierto era que su ingenuidad llegaba a tal punto que ni siquiera se le había pasado por la mente la idea de que pudiera estar viendo a otras mujeres.

—No —repitió, como si ese hecho lo asombrara—. No puedo. No quiero hacerlo. Y eso no me había pasado nunca antes —añadió—. ¿No ves lo obsesionado que estoy contigo? De acuerdo, la mecánica de lo que hacemos en mi apartamento, en esa habitación, no es exclusiva de nosotros. Pero como me siento respecto a ti, sí.

Ella asintió, intentando procesar todo lo que estaba diciendo y reconciliarlo con sus propias dudas e inquietudes. Y por mucho que deseara hacer lo que él sugería, irse juntos y continuar con su noche, no podía.

—Creo que tienes que irte.

—¿Por qué?

—No puedo seguir haciendo esto —contestó. Y empezó a llorar suavemente.

—_____ —insistió él—. No tienes que hacer nada. Pero no voy a marcharme.

Lo miró asombrada. Apretaba la mandíbula, pero sus ojos la miraban con ternura.

—No te he invitado a que te quedes —replicó.

—Vale, te preguntaré si puedo quedarme. Ni siquiera tenemos que hablar si no quieres.

Esbozó una sonrisa vacilante. Ella se resistió al impulso de devolvérsela.

—Yo sí quiero hablar —dijo—. Pero de cosas que sean reales. Este asunto de
Sloan hace que me pregunte cuánto más no sé de ti.

—_____, esto es lo único que necesitas saber de mí: me tienes completa y totalmente encandilado.

No pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa, muy pequeña.

—¿Encandilado? Creo que no había oído a nadie usar esa palabra.

—No sé de qué otro modo describirlo —reconoció—. Normalmente, consigo mantener mi vida muy compartimentada. Tengo mi trabajo y mis amigos y también mi vía de escape sexual. El sexo es sólo sexo. Pero contigo es diferente. Pienso en ti todo el rato. Estaba intentando fotografiar a una mujer por trabajo el otro día y en lo único que podía pensar era que si fueras tú, lo haría en blanco y negro y te echaría el pelo hacia atrás para que tus grandes ojos dominaran la imagen. Estoy impaciente por ir a las reuniones de la biblioteca sólo para verte al otro lado de la mesa en la sala de la junta. Siempre estás conmigo, _____. Y sigo pensando que si te follo una vez más o hago una cosa más contigo, quedaré satisfecho. Pero nunca tengo bastante de ti.

—Lo dices como si fuera algo malo —observó ella.

—No es que sea malo, es que no es lo que quiero.

Sintió una desagradable sensación en el estómago.

—¿Qué quieres?

—¿Sinceramente? Sólo la parte del sexo. Sólo... sexo sin complicaciones. _____ asintió despacio, intentando no perder la calma.
—Eso no va a funcionar para mí —admitió.

James la abrazó y esa ternura hizo que le resultara imposible contener las emociones. Lloró y él la estrechó más fuerte.

—Deja que me quede contigo esta noche —le pidió al cabo de un rato. _____ asintió contra su hombro, empapándole la camisa con sus lágrimas.

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora