Capítulo LXXX.

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Cuando James abrió la puerta de su apartamento, _____ se dio cuenta de que, por una vez, era ella la que le daba la sorpresa.

Él sonrió y le cogió las dos bolsas de deporte de las manos.

—¿Una semana sin hablarme y ahora vas a mudarte aquí? —bromeó, claramente encantado de verla.

A diferencia del otro día en la calle, _____ lo miró inmediatamente a los ojos y en un instante supo que estaba haciendo lo correcto. Si funcionaba...

—Bueno, eso de no hablar no me está ayudando exactamente. Así que he decidido probar una táctica diferente.

Sonrió, pero en el fondo estaba temblando. ¿Y si él se negaba? ¿Y si le decía que era una idea estúpida? ¿Y si James no podía trabajar de ese modo?

La cogió de la mano y la llevó al salón.

—¿Y en qué tenía que ayudarte eso de no hablar exactamente? —preguntó, mientras se sentaba a su lado.

—Se suponía que tenía que ayudarme a pensar, algo que no puedo hacer con claridad cuando estoy cerca de ti. Todo se vuelve... borroso. —Incluso en ese momento, estar cerca de él la distraía. Sintió que se volvía hacia él como una planta que se inclinara hacia el sol en busca de la luz que necesitaba para la fotosíntesis —. Debía tener claro lo que quería y lo que estoy dispuesta a dar.

—Tengo que reconocer, y quizá se debe a mi inexperiencia con la intimidad emocional, que hace su aparición por mucho que me pese, que no tengo ni idea de qué está pasando.

_____ tragó saliva con fuerza.

—Bueno, creo que la semana pasada, la noche del Jane Hotel, te dije que necesitaba más de esta relación, que deseaba conocerte y tú te pusiste furioso porque yo mencioné lo que Margaret me había dicho. Y quizá eso fue culpa mía. Fue un modo torpe de iniciar la conversación. Pero entonces, tú dejaste claro que no estabas interesado en tener una relación de ese tipo. Y a los dos nos pareció que aquello era el fin.

James asintió.

—Pero luego...

—Sí, lo sé —lo interrumpió rápidamente—. Fuiste a verme después del trabajo para intentar hablar y yo dije... Bueno, no recuerdo exactamente qué dije.

—Deja que te parafrasee: «Muy poco y muy tarde» —comentó James , pero la miraba con afecto.

—Sí... algo así. Aunque creo que lo que me asustó fue darme cuenta de que si tú lo intentabas, yo también tendría que intentarlo. Y me pediste que posara para ti y eso me obligó a decirte que no, justo cuando tú me estabas diciendo que sí a mí... y me sentí acorralada. O dispuesta a que esto fracasara y yo no quiero ser quien lo estropee.

Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Parpadeó rápidamente para contenerlas, pero se le escaparon de todos modos. James alargó la mano y le enjugó las que le caían por las mejillas.

—No estás estropeando nada, _____.

—Quizá «estropear» es una palabra demasiado fuerte. Lo estoy limitando

La Bibliotecaria (James Maslow) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora