37; Amistades

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Meses después...

Miro sus ojos azules mientras mantengo
elevada una de mis cejas. Mi postura es indiferente, relajada. Tengo mis brazos apoyados en la mesa y quizás transmito molestia y desesperación.

El chico que tengo en frente me mira con el ceño levemente fruncido y sus brazos cruzados, creando una barrera entre los dos. No voy a negar que he echado un vistazo a sus bíceps apretados en el polo rojo que lleva. Su cuerpo está recostado en la silla y tengo sus piernas cerca de las mías, por lo que podría darle una patada si siquiera.

Y no quiero. ¿O sí?

He estado deseando este momento desde que tuvimos aquella discusión sobre quién debería salir conmigo. Al final resultó que yo salgo con quien quiero y por ahora, mi elección, no va mal.

— ¿A qué esperas? —Me pregunta.

Su voz derrocha pasotismo pero su lenguaje corporal me dice que está tenso. No ha contestado mis llamadas en todo el verano, tampoco mis mensajes. Ha pasado de mi olímpicamente y, sin embargo, aquí estoy en el bar de sus padres.

No puedo dormir tranquila sabiendo que alguien está enfadado conmigo o molesto. Tampoco puedo estar molesta con alguien, así que, aquí estoy, esperando que Dave decida abrir la boca y...

— Que me pidas perdón —digo.

Sus cejas y la comisura de sus labios se elevan un poco. Una sonrisa burlona cruza su rostro como si no pudiese creer lo que ha oído.

— ¿Perdón?

— Exacto, perdón.

Este verano han pasado muchas cosas, y supongo que la más importante es que Ethan ha conseguido pasar las pruebas y ahora forma parte de la División del Sur de la NFL: Indianápolis Colts.

El equipo ya lo tenía en el punto de mira y al final, ya es jugador profesional de la Liga de fútbol, cosa que me pone la piel de gallina por varias razones:

1. Él se ha mudado a Indianápolis.

2. Ya tiene un club de fans.

No es que eso último me preocupe, lo que me preocupa es el hecho de que lo tengo lejos y apenas hemos podido formalizar de alguna manera lo que tenemos cuando ha tenido que empezar una nueva etapa en un equipo de fútbol profesional.

— No tengo por qué pedirte perdón.

Hago una mueca y miro hacia la barra donde su madre finge limpiarla. Sé que está pendiente de nosotros y ella sabe que lo sé.

— Señora Evans, su hijo no quiere disculparse conmigo.

Dave abre los brazos y me mira con los ojos bien abiertos por meter a su madre en esto.

He cogido un autobús a Bloomington en cuanto he vuelto a Notre Dame porque no podía seguir retrasando más mi conversación con Dave. No contaba con que él no se mostrase receptivo y he tenido que tirar de la artillería pesada: Cheryl Evans.

— ¿Qué le has hecho?

Ella se acerca y pone sus brazos en jarra. Estaba deseando acercarse y poder saber de qué estamos hablando.

— No le he hecho nada —sus manos apuntan hacia mí y miro a Cheryl.

— Me habló muy mal. Estoy intentando arreglarlo pero está reacio.

— Necesito una cerveza —arrastra la silla y se levanta.

— Yo quiero otra, por favor —le pido.

Él gruñe y Cheryl se ríe por lo bajo. Su pelo rubio está recogido en un moño perfecto y lleva el uniforme del restaurante. Una camiseta negra con el nombre del restaurante y unos pantalones del mismo color.

VERSUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora