Capítulo 44: Una nueva historia

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Aclaración:
(Modifiqué un poco el capítulo anterior, así que si quieren volver a leerlo ya saben 👆🏻)

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*Simón P.O.V*:
Mentiría si dijera que no estoy nervioso.
Mis manos tiemblan.
Mis piernas también.
Mi estómago esta lleno de sensaciones extrañas, pero a la vez hermosas.
Bajé de mi auto y acomodé mi saco.
Peine mi cabello y respiré profundamente.
Caminé hacia la puerta de la mansión.
Me paré en frente de esta. Volví a suspirar.
-Tú puedes.-me alenté a mi mismo.-Es el amor de tu vida. Todo por ella. Por nosotros.
Con mi mano temblorosa toqué el timbre de la casa.
Esperé parado ahí zapateando con mi pie derecho.
Mi estómago cada vez se sentía más raro.
Suspiré y al expulsar el aire de mis pulmones sentí mi cuerpo temblar.
Debía calmarme.
En eso escuché el sonido de la llave entrando en el cerrojo y abriendo la cerradura.
Acomodé mejor mi postura y tragué duro con la intención de que mis nervios se redujeran.
Vi el pomo de la puerta girar.
Se abrió.
Allí parada, en frente de mí, pude ver a la mujer más hermosa que conocí jamás.
Ámbar Smith.
Mi bonita.
La chica que amé desde hace mucho tiempo y nunca dejaré de hacerlo.
Su cabello rubio se movió con la brisa que pegó en su cara al salir de la mansión.
En sus ojos, ví el reflejo de la luna.
Se ve bellísima, como siempre.
-Ámbar.-logré decir. Las palabras no me salían de la boca. Estaba maravillado.
-Simón.-Me contestó ella con la más preciosa y sincera sonrisa que había visto.
-Te ves...wow.-dije sin salirme de mi asombro admirándola de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
No había un centímetro de su presencia que no me enamorara.
-Vos también estás hermoso.-me dijo y sonreí sin planearlo.
Lo que sus palabras provocan en mí no es normal.
Vi su vientre y una agradable sensación de felicidad me invadió.
Mi niña.
Mis ojos se dirigieron a los suyos de nuevo.
-¿Vamos?-Le dije acercándole mi brazo para que lo tomara.
Ella me sonrió de nuevo, con esa sonrisa que me mata, y tomó con gusto mi brazo.
-Adiós.-Les dije a los Valente y al señor Alfredo que observaban de atrás.
Ellos me respondieron con un saludo.
Ámbar cerró la puerta de la mansión y ambos nos dirigimos a mi auto.
Abrí la puerta del lado del acompañante para que Ámbar ingresara a mi auto y así lo hizo.
Luego me metí en él por el lado del conductor.
Encendí el motor y comencé a conducir.
-¿A dónde vamos?-me preguntó.
-Es una sorpresa, bonita.-Le respondí tomando su suave mano.-Se que te va a encantar.
Ella no insistió y yo seguí conduciendo.
Nuestras manos, entrelazadas, no se separaron en todo el trayecto, y la paz que eso me trasmitía no se puede explicar con palabras.
Pasaron unos minutos antes de que estacione mi auto en la puerta de un enorme restaurante.
Ella se desabrochó su cinturón de seguridad y bajó del auto. Yo hice lo mismo.
Se paró frente a la puerta del lujoso lugar, observando todas las luces que se encontraban en frente de ella.
-Es muy lindo.-Soltó abrazándome dulcemente y plantando un corto beso en mis labios.
-Si, lo sé pero no es a dónde voy a llevarte.
-No entiendo, me dijo con una expresión de desconcierto dibujada en su rostro.
Introduje la mano en mi bolsillo y saque una venda.
Se la enseñe con una maléfica sonrisa y luego reí.
-¿Es en serio?-se quejó.
-Si no no hay sorpresa.-dije sosteniendo la venda con ambas manos.-Vamos, bonita.-
Hice puchero y ella rió con tanta dulzura que provocó una sonrisa en mí.
Su risa era increíblemente contagiosa, otro aspecto que amaba tanto de ella.
-Esta bien...-se rindió y yo le coloqué la venda en los ojos, haciendo que no pudiera ver nada.-Que conste que solo por vos hago estas cosas.
-Y eso me encanta.-dije tomando sus dos manos y haciendo que nuestras narices rocen.- Tú me encantas.
Ella la arrugó y yo besé rápidamente sus labios.-Sígueme.
Sosteniéndonos de la mano, corrimos por el lugar.
-Cuidado, que no veo nada.-Me advirtió ella para que no la hiciera caer.
-Si, bonita. No te preocupes.
Pasamos por algunas calles más.
Siempre con su mano amarrada, guiándola por el camino.
-¿Ya llegamos?-Preguntó ella relajando su cuerpo.
-No, falta un poco.-respondí haciéndola recuperar su ritmo.
-Estoy cansada.
-¿Oye, desde cuando eres tan impaciente?-bromeé.
-Desde que alguien me vendó los ojos y me esta llevando a no sé donde.-contestó ella enfatizando en la palabra "alguien"
Yo reí.
-Tranquila, hermosa. Prometo que te va a gustar mucho.
-Eso no lo dudo.
Pasamos varias calles, en las que la ayudaba a cruzar.
Unos segundos después nos encontramos con el destino que había elegido.

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