Capítulo 47: Un destino

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-Ámbar...yo...-las palabras no le salían de los labios al mexicano.-¿eres tú, bonita?

-Si. Si, mi amor. Soy yo.-sollozó Ámbar detrás del teléfono. Se podía notar, por su voz, que estaba llorando.
Su respiración era agitada y sus palabras aceleradas.

Algo en el cuerpo del joven tembló.

Oír su dulce voz después de tanto tiempo.

-Bonita. ¿Cómo estás?¿Donde estás?-preguntó con nervios Simón.

La rubia se asomó por una pequeña ventana en la habitación de Benicio.

No pudo ver mucho más que un campo con varias flores de un tono amarillento brillante.

El sol irradiaba sobre la vegetación dorada y los rayos irradiaban levemente por la pequeña ventana.

-Hay un campo, y flores amari...

En ese momento el mexicano dejo de escuchar a la rubia.
Se escucharon, en cambio, movimientos bruscos y gritos.
Muchos gritos.

-¡Soltame!

La voz de Ámbar se oía de fondo.

Gritos.
Quejidos.
Sollozos.

Fue entonces cuando se oyó la voz del italiano. Le gritaba para que se callara.

La sangre del mexicano hirvió como nunca antes.

-¿Ámbar?-gritó.-¿Ámbar, me escuchas?

La llamada se cortó.

Un silencio abrumador.

-No lo puedo creer.-Es todo lo que pudo decir.

-¿Que?¿Qué te dijo?-preguntó el señor Alfredo con una preocupación indescriptible.

-Benicio. Él le quitó el teléfono y comenzó a...gritarle.-dijo aterrado y tomándose la cabeza con frustración.

-¿Alcanzó a decirte algo?¿Alguna pista?-Preguntó Luna.

-Si...me dijo que había un campo.-respiró hondo.-Y por lo que logré entender, con flores amarillas.

-Tenemos que avisarle a la policía inmediatamente.-Afirmó Ana tomando su teléfono.

-No lo puedo creer.-lloró Mónica.

-¡Tiene que ser ya! O será tarde.-la apresuró Luna a la pelirroja, a quien le temblaban las manos mientras se apoyaba el teléfono en la oreja.

La familia Valente completa se estremecía de los nervios.

-¿Si? ¿Policía?- dijo en voz alta y nerviosa la abogada con el celular en la oreja.-Quiero informar que recibimos novedades sobre la desaparición y el secuestro de la señorita Ámbar Smith.-Se la vió asintiendo a lo que el policía detrás del teléfono le decía.-Está en un campo, con flores aparentemente amarillas.-Volvió a asentir con la cabeza un par de veces más.-Por favor, lo antes posible. Gracias.

La mujer de cabello rojo cortó la llamada.

El mexicano se mordía las uñas. Nervioso.

Sus ojos estaban cristalizados, pero de ellos no salían lágrimas.

Estaba paralizado. Inquieto.

Increíblemente preocupado y aterrado.

Su mejor amiga, mientras tanto, lo abrazaba con consuelo, aunque ella también lo necesitaba.

-Los policías van a intentar rastrear el teléfono de Benicio.-les informó Ana.-Están tratando de localizar todos los campos con flores amarillas de la provincia. Esto podría tardar un rato.

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