La Cueva

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Tahomaru recordó que hace mucho, una noche muy similar a esa, su entrenamiento se prolongó por pedido propio incluso cuando la lluvia comenzó a caer. Al no estar su madre o padre, la primera porque continuaba rezando fervientemente y el segundo porque fue necesaria su presencia en el campo de batalla para negociaciones con uno de los tantos ejércitos que logro derrotar, ninguno de su hombres le cuestiono ello, aunque duro muy poco ya que Mutsu y Hyogo se opusieron a que continuara entrenando bajo la lluvia. Tahomaru no comprendía cual era la diferencia, no sentía frio ni cansancio, únicamente adrenalina pura invadiéndolo.

Años después lo entendería plenamente.

Luego de caer en el rio, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, Dororo guió a ambos muchachos, pese a ser mayores los dos lucían tan confundidos como perdidos en mitad del amplio bosque que colindaba con las tierras de los Asakura, entrando en una cueva que les serviría de refugio al menos momentáneamente. El caballo de Tahomaru fue liberado momentos antes, al conocer el camino de regreso a casa y yendo una velocidad que no le permitiría el cómo jinete, pronto estaría en las caballerizas descansando con un buen puñado de heno y atendido por los sirvientes del palacio que con esto se preguntarían donde se encontraba.

-Espero no preocuparlo...-pensó para sí mismo.

-Encenderé una fogata-dijo Dororo-tendrás que esperar que tu ropa seque hermano, ponértela ahora hará que te enfermes...y tú...-dijo mirando a Tahomaru...-

-¿Qué pasa?-dijo algo confuso.

-Sácate la ropa-

-¿Ah? ¡No pienso hacer eso!-

Sintió que sus mejillas eran rodeadas por ese calor inexplicable nuevamente volviéndose rojizas. Se aferró a sus prendas pese al frio que le causaban con cada nueva brisa que entraba en la cueva.

-Es necesario que lo hagas-mencionó Dororo dando un prolongado suspiro, sabía que su hermano apenas iba conociendo el mundo, sus actitudes y respuestas muchas veces no eran la que se esperarían escuchar y ese muchacho era muy parecido.

-¿Y porque?-

-Caíste al rio, con el kimono mojado y puesto, no secara rápidamente y lo que es peor te hará enfermar-dijo Dororo presionando los bordes de sus propias prenda esperando que dejará de estar empapada.

-Solo es un poco de agua-

-Es mucha agua, si quieres que hagamos el favor que nos pediste entonces procura cuidar de tu salud, no nos quedaremos en este pueblo mucho tiempo...-

-Pero prometieron que...-Tahomaru se incorporó de inmediato, abandonando la posición que le permitía conservar calor.

-Que te ayudarías a entrenar-

-¿Acaso cambiaron de parecer?-

-No-

-Entonces...-

-Escúchame con atención Tahomaru: si enfermas estarás en cama y tardaras en sanar varios días incluso si los mejores médicos te atienden, en esa condición no podrás entrenar y nosotros continuaremos nuestro camino porque no podemos aplazarlo durante semanas solo porque no quisiste cuidar de tu salud-

-Pero... ¡Yo...!-

-Si estás de acuerdo con eso, haz lo que desees, iré por leña

Dororo abandonó la cueva pese ante la mirada atónita de Tahomaru quien no fue capaz de refutar mucho menos rebatir lo que le dijo porque sabía la razón que tenía el pequeño. Desde un comienzo fue difícil pedirle que entrenaran con él porque nunca hizo tal cosa fuera del dojo menos con desconocidos pero respetaba las técnicas de Hyakkimaru y si era posible aprender de ellas tomaría la oportunidad.

DestinoWhere stories live. Discover now