Daigo alejó las manos de la empuñadura de la espada, no quería ofender al demonio o los demonios que decidieron responder a su llamado, pero se mantuvo alerta en todo momento, intenciones hostiles de estos podrían desbordarse en cualquier momento y de no estar preparado ellos acabarían destrozándolo por mera diversión. Sus motivaciones continuaban siendo un enigma ya que el solo alimentarse a costa de inocentes no parecía ser su única diversión. La muchacha comenzó a olfatear la sangre que tenía en los antebrazos, bajando la mirada a las partes visibles del resto de su cuerpo incluso girando levemente su cabeza para observar la espalda.
-¿Sucede algo?-preguntó Daigo.
-Sí que maltrataron este cuerpo-
-¿Acaso eso importa?-
-Es incómodo-
Daigo no respondió, porque consideraba irónico que hiciera ese tipo de comentarios cuando gran parte del año, al crujir los huesos y músculos, fueron provocados por parte de ellos. Ella extendió las manos, estas emitieron un resplandor suave del mismo color que rodeó las estatuas. Ante los ojos de Daigo, las heridas comenzaron a sanar por su cuenta y su sangre a desvanecerse sin necesidad de paños remojados en agua. Incluso con esto requeriría tallarse detenidamente para retirar los rastros dejados por las heridas. Las cicatrices de la espalda que tardarían en sanar meses se esfumaron y el kimono cubierto de polvo, sangre seca y rastros de las astillas que quedaron adheridas luego que su cuerpo fuera arrastrado por el suelo, adquirió una tonalidad azulada y oscura luciendo como apenas confeccionado.
-¿Cómo?-
La espada de Daigo de pronto abandonó su vaina yendo directamente a las manos de la joven. Él se puso de pie, maldiciendo el haberse distraído con algo tan fútil, ahora perdió su única arma que el demonio tenía en manos.
-¿Qué pasa?-preguntó ella.
-¿Qué es lo que intentas hacer?-
-Entiendo.... ¿Piensas que te asesinaré-
-Si ustedes rompen el acuerdo...-
-No...TE ATREVAS A HABLAR DEL ACUERDO-bramó con tanta fuerza que esa voz no se asemejaba a la tonalidad suave que poseía desde el comienzo su voz.
Ni siquiera podría considerarse humana, cada palabra hizo temblar el recinto, las gotas de sudor frio resbalaron lentamente por las sienes de Daigo quien pese a esto no retrocedió un solo paso.
-Al menos no de esa forma-dijo ella recuperando la inquietante pero relajada sonrisa del rostro-tu arrogancia no conoce límites aun cuando te encuentras en falta con cada uno de nosotros-tomó la espada de la empuñadura y con la otra mano los mechones largos de la cabellera que aún quedaban, cortándolos de un solo movimiento-te la regreso-repuso lanzándosela-solo la quería para esto, incluso tratándose de un recipiente no es agradable permanecer en un cuerpo tan lastimero-
-Ustedes demonios...-tomó la espada regresándola a la vaina y tomando asiento-respondan mis preguntas-
-Ya sabemos de eso, no necesitas repetirlo...quince años han sido desde que llevamos a cabo ese trato, respetando el deseo de un hombre que no tenía otra cosa para ofrecer que su pobre alma y su primogénito en camino-
-Cumplí mi parte del trato-
-No, lo que hiciste fue ignorar el hecho de que dejamos a tu hijo con vida ¿Nunca te preguntantes por qué? -
Esas palabras eran ciertas. Desde el comienzo no comprendió porque su hijo continúo con vida, cuando la mayor parte de su cuerpo y sentidos fueron arrebatados desde que dio su primer respiro.
-Es culpa de tu esposa-
-¿Mi esposa?-
-Los rezos a esa estatuilla impidieron que tomáramos una parte importante de su alma, desde ese momento un acuerdo solido comenzó a ser frágil-