En el camino hacia Banmon Tahomaru pudo ver los cuerpos no solo de guerreros que intentaron escapar de la batalla sino de aldeanos, quienes al caminar por los senderos próximos, unos incluso muy cerca de los que provenían de las plantaciones de arroz revisadas con dirigencia pese al nulo fruto que brindaba debido a que la falta de lluvia comenzaba a hacer mella en ellos. Tahomaru detuvo el caballo, bajando de este y dirigiéndose a los cuerpos.
-¡Joven amo!-exclamaron Mutsu y Hyogo.
-Lo imaginaba...-
-¿Qué sucede?-dijo Mutsu.
-No se separe de nosotros, esta zona comienza a volverse peligrosa....-
-Estos hombres...no son soldados-
Mutsu y Hyogo que concentraron todo su esfuerzo en mantenerse atentos a cualquier ataque del zorro demonios dirigieron las miradas a los cuerpos apenas reconocibles pero que llevaban prendas propias de un aldeano y no las pesadas armaduras utilizadas por los guerreros de su padre o el ejército enemigo.
-Puede que intentaran volver al pueblo una vez escucharon los gritos cuando comenzó la batalla....-dijo Mutsu.
-Es lo más probable-concordó Hyogo.
-Esto es mi culpa-
-¿Qué? ¡Joven amo por favor! Nada de esto...-exclamo Mutsu.
-Si lo es-dijo poniéndose de pie dejando con cuidado el cuerpo de ese hombre de regreso en el suelo-el acuerdo de mi padre, termino afectándonos a todos nosotros e incluso a los aldeanos, yo no puedo tomar una decisión tan rápido como él y por eso las personas están sufriendo-
-Joven amo usted debe entender que el camino que tomo el señor Kagemitsu fue su decisión, ahora lo que usted decida siempre tendrá nuestro apoyo porque será lo mejor para el pueblo-dijo Hyogo.
-No tiene por qué preocuparse nunca dudaremos de usted-
-Comienzo a dudar de mí mismo, porque mis prioridades están volviéndose otras y ya no creo saber que es correcto o no-dirigió su mirada Banmon- es mejor detener esto antes de que alguna otra persona salga herida-
-Como ordene-
Ellos emprendieron rumbo al muro, donde Daigo nuevamente se encontraba con su hijo mayor. Hyakkimaru llegó junto con Dororo al muro, guiados por las llamas azuladas que transitaban senderos del bosque. Muchas de ellas enviadas del demonio que las originaba con toda intención de causar tantas muertes como fuera posible para incentivar la decisión de Tahomaru aunque esto no lo sabía ninguno de ellos.
-Señor... ¿Qué hacemos?-
-Es el demonio-dijo Daigo.
-El padre de Tahomaru...-
Dororo al ver al padre de su hermano, aun cuando ya lo conocía, no se sintió segura ni mucho menos cómoda frente a este. La presencia de sus hombres con las flechas en los arcos y las espadas empuñadas la hicieron sentirse amenazada.
-Hermano...-
-Retrocede-
-Con que sigues aquí...-
Daigo daba por hecho que terminaría escapando del lugar para proteger su vida y poder atacarlos cuando menos lo esperaran, no siendo de esta manera.
-Ese muchacho...-uno de los hombres lo señaló.
-¿Qué pasa? Guarda silencio que el señor...-
-¡ES QUIEN TOMO MI BRAZO!-
Uno de los hombres de Daigo, que fueron reclutados incluso ignorando sus heridas, condición actual o edad señalaba a Hyakkimaru, moviendo el muñón del brazo izquierdo que le faltaba.
