Banmon: Disyuntiva

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Los hombres de Daigo siguieron las órdenes de su señor, persiguiendo a Hyakkimaru con intenciones de ejecutarlo, pero sin tener éxito en atraparlo. Para cuando se dieron cuenta este abandonó los alrededores de palacio, siendo este motivo suficiente que generó el aumento de soldados no solo en cada parte que rodeara palacio sino incluso en los linderos que daban al bosque o al camino guiando al mismo pueblo, preguntándose a cualquier viajero, aldeano u soldado que pasara por allí si vio a un guerrero con las características del ronin, para reunir tanta información como les fuera posible antes de comenzar la búsqueda que ya estaba prevista desde que se emitió la orden de ejecución, juntándose soldados con dos objetivos principales: dar con Hyakkimaru para poner fin a su vida y enfrentar a los hombres del ejercito Asakura, quienes iban afianzando la fuerza militar que ahora parecía abarcar una buena parte de Banmon, la primera línea de defensa en el pueblo de Daigo.

Tahomaru abandonó los aposentos de su madre una vez su padre le puso esa disyuntiva que en apariencia lucia sumamente sencilla. Luego de conocer lo que ambos hicieron era claro que confiar en aplicar sus mismos métodos trayendo prosperidad a costa de la vida de un inocente estaba fuera de discusión; sin embargo comenzaba a preguntarse ¿Realmente estaba preparado para ello?

-Hyakkimaru...-

A su mente llegó la imagen del ronin, los momentos que compartieron juntos y los sentimientos que ahora solo con rememorarlos, aun cuando estaban presentes siempre, causaban una desazón en lugar de la calidez de antes que antes le hacía aflorar una sonrisa sin importar la situación en que se encontrara.

-¡BASTA!-

Tahomaru llevó las manos a sus oídos, cerrando los ojos con tanta fuerza que diversos surcos se formaron alrededor de los parpados, intentando no escucharse a sí mismo en pensamientos decir lo que sentía ni tampoco sentir el contacto con su cuerpo. El hecho de ser uno solo con él, dormir recostado en su pecho conociendo una seguridad que su familia no fue capaz de brindarle antes.

Siempre se preguntó porque la indiferencia de su madre o el continuo deseo de su padre por ampliar sus tierras sumamente seguro de que obtendría la victoria sin importar que tipo de batalla fuera. Ahora conocía los hechos y sus consecuencias, ellos cargaban con culpa y ambición, de una u otra manera cada una motivaba y guiaba su vida actual. Él cómo su segundo hijo, carente del conocimiento de todo aquello solo fue relegado a un lugar donde lo que pensara o cualquier cosa que sintiera se encontraría por debajo de todo aquello, una situación que comenzó a aceptar, de igual forma era el heredero de esas tierras.

Las tierras que tanto amaba y de las que en algún momento asumiría el control como el nuevo señor, los aldeanos que contaban con que mantuviese la prosperidad que durante tantos años reino por esa zona cosa prometida para sí mismo y para ellos protegiéndolos sin importar el costo porque esa era la labor de un señor.

-Pero esto...-

Ahora que conocía la verdad, el precio a pagar era en extremo alto. No solo era condenar a un inocente, sino que este era a quien incluso con las terribles circunstancias termino entregando su corazón, con quien soñó iniciar una nueva vida y caminar de la mano durante lo que le restaba de vida, siendo lo demás, factores que interfiriesen de cualquier tipo, obstáculos a superar.

O eso pensó.

Nunca imaginó que se trataría de su hermano, su propia sangre, el primer hijo de sus padres que sin piedad entregaron a los demonios guardando ese secreto durante dieciséis años volviéndose cada vez más prósperos a causa de su sufrimiento. Hyakkimaru era como cualquier ser humano, hacia lo mejor que podía por continuar con vida aun cuando le negaron ese derecho básico.

-Es cierto...-

Tahomaru frunció los labios, tomando el mango de la espada para sacarla del cinto que la tenía alrededor del pantalón presionándola contra el piso. Dando un único grito, apretó los dientes manteniendo encerrados el resto de los gritos llenos del mismo sentimiento de dolor y desasosiego, porque existía otro incluso más importante. La justicia que merecía Hyakkimaru.

DestinoWhere stories live. Discover now