La decisión de Tahomaru no cambiaría, iría en contra de los deseos de su padre y faltaría a sus responsabilidades como futuro heredero pero acabar con el demonio de Banmon era incluso más importante que todo aquello. Hyakkimaru lo enfrentaría, pero no lo haría solo, incluso conociendo su abrumadora fuerza y dominio con la espada nunca pasó por la cabeza de Tahomaru permitirle enfrentar esa amenaza sin ayuda, la preocupación por su pueblo no era lo único que lo motivaba ahora sino el hecho de permanecer a su lado.
Su madre los visitó apenas le fue posible, pocos sabían que la noche pasada quiso hablar con ellos sin un motivo aparente ni mucho menos justificable, pero ahora incluso dejó de realizar sus actividades diarias que durante varios años no cambio sin importar que pasara solo para verlos entrenar.
-Mi madre actúa extraño-dijo Tahomaru cuando Mutsu le entregó la espada.
-¿A qué se refiere joven amo?-
-Ahora incluso sale de su habitación...-
-¿Eso le desagrada?-
-Me preocupaba al comienzo pero...-observó con atención la sonrisa brillante y la vivacidad en la mirada de su madre, durante todo el tiempo que pasó con ella nunca fue capaz de presenciar algo como aquello-ahora me siento feliz-
-Incluso sino entiende por qué... ¿Verdad?-
-Mi madre es feliz, no necesito entender porque ha cambiado tan de repente, si es algo que la hace sonreír dudo que sea malo-
-Es una respuesta propia de usted joven amo-
Tahomaru sostuvo el mango de la espada acercándose a Hyakkimaru. Lo que dijo a Mutsu no era ninguna respuesta practicada ni tampoco con malicia oculta, era completamente cierta. Desde que su madre mostró una actitud diferente en la cena no pudo evitar sentirse contrariado por el cambio repentino, pero al final primó más el hecho de que ella mostraba felicidad como nunca antes, actuando como haría cualquiera de las demás personas que conocía, sin importar el motivo verdadero, aunque en el fondo deseaba saberlo, él estaba sumamente agradecido porque esto trajo felicidad a su madre.
-Eres rápido-dijo Hyakkimaru.
-Intento no quedarme atrás...-sonrió Tahomaru.
El entrenamiento con la espada rindió sus frutos en un corto periodo de tiempo, Tahomaru aunque aún no alcanzaba la velocidad casi sobrehumana de Hyakkimaru ya era capaz de seguirle el paso, llegando a tocar la hoja de su espada con la suya.
-Tahomaru ha mejorado mucho-dijo Dororo dando un silbido rápido.
-El joven amo suele aprender muy rápido-mencionó Mutsu-no importa que disciplina sea es un alumno aplicado-
-Es gracias a mi hermano que ahora puede dominar mejor la espada-
-Qué bueno que el joven Hyakkimaru aceptó entrenarlo-sonrió Hyogo.
-No es como si nosotros no hubiéramos ayudado al joven amo-replicó Mutsu-
-Lo siento hermana-
-Vamos...vamos no seas tan dura con el-dijo Dororo riendo
El entrenamiento era observado por Daigo desde una de las ventanas del segundo nivel de la mansión. Con ver a Hyakkimaru, sus dudas iban acrecentándose, el recuerdo del primogénito ofrecido a los demonios y ahora abandonado a su suerte iba tomando forma en ese ronin que dominaba ambas espadas adheridas a las prótesis que llevaba con el fin de hacer frente a sus enemigos.
-Pero algo como eso...-
-Mi señor-escuchó una voz fuera del cuarto reconociéndola como la de su fiel sirviente a quien encargo esa importante misión.