Hyakkimaru absorto en sus pensamientos mantenía la mirada puesta en la única ventana de la cabaña, comenzaba a oscurecer, el cielo perdió los colores rojizos del atardecer y el viento incremento su fuerza al emitir su soplo. Lejos la cascada podría escucharse si guardabas el silencio necesario. Okaka quitó la tapa de la olla, el guiso que se cocinaba desprendió un aroma capaz de abrir el apetito, Hyakkimaru lo sintió, al estar cerca de Tahomaru muchos de los olores tan simples como los que poseía cada vianda o especia que le hubiese ofrecido, quedaron marcados en su memoria, evocándolos juntos con recuerdos ahora amargos. La olla volvió a cubrirse y Hyakkimaru se recostó en el tatami extendido cerca de la ventana, donde parecía sentirse a gusto sin decir una sola palabra.
-Hermano...-
-Debe estar cansado-dijo Okaka.
-Si...-
Dororo no encontraba la manera de hacerle sentir mejor de ánimos, estos iban decayendo con el transcurrir de los días, volviéndose incluso peligrosos debido a su deseo feroz de asesinar demonios ignorando su propia salud. Incluso cuando intentaban descansar, solo se quedaba quieto, con esos pensamientos carcomiéndolo por dentro igual que su propia tristeza o los sentimientos que iban volviéndose parte de un día a día incapaz de tener fin.
-Tú también lo pareces-repuso Okaka de pronto.
-¿Qué?-
-Cansada...-
-Solo un poco-
-Apenas eres una niña, requieres descansar adecuadamente, luego de que cenen ambos podrán dormir el tiempo que necesiten, es extraño para mi tener visitas inesperadas, los viajeros suelen pasar por el sendero antes de quedarse en esta cabaña cuando se hace demasiado de noche-
-¿A dónde lleva el sendero?-
-A la cascada que viste-
-¿Y porque van allí?-
-Es popular por la región, muchos quieren conocerla en especial por la leyenda que se dice sobre ella-
-¿Leyenda?-
-Es una historia larga de hace mucho tiempo...-
Tomó el trozo de bambú cortado acercándolo a las llamas y emitiendo continuos soplidos que avivaron el fuego, la madera crepitaba, fragmentándose a medida que iba perdiendo su forma al consumirse por el calor.
-¿Me la contarías?-
-Claro, muchos la conocen-
-¿Tiene que ver con el buda sin rostro?-
-Sí, un tallador de estatuas llegó a la cascada un día, encontró una roca erosionada que tenía la forma de Fudo, una deidad sabia pero temible. Ese tallador era conocido por hacer figuras de Buda con expresiones llenas de amabilidad y gentileza, las personas adoraban eso, pero a medida que avanzaban las guerras las personas querían ver la expresión temible del Fudo-
-Las guerras...-
-Hemos sufrido mucho por ellas, y ver una expresión de ese tipo es una deidad causa que el temor se convierta en esperanza para las personas-
-¿Cómo eso tiene sentido?-
-No muchas cosas lo tienen-dijo suspirando-las personas comenzaron a olvidarse de ese tallador, pero él deseaba ser recordado por todo el mundo y comenzó a tallar una estatua de Fudo en la roca. Talló cuerpo, manos y piernas, pero al llegar a la cara se detuvo-
-¿Por qué? ¿No era lo más importante?-
-Exactamente por eso-
-No comprendo...-