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Narra jimin

Abro la enorme puerta de vidrio del departamento con la Inutilidad de mis manos que no me dejan maniobrar las bolsas, las llaves y el celular que se balancea en mi oido impidiendo escuchar el reclamo de quien se supone que es mi novia. —te llamo en un rato. Voy a entrar al elevador. No...  No estoy con otra.  Ya te dije, no es mi culpa que justo haya salido a comprar. Te llamo en diez minutos. Ok...  En cinco.

Cuelgo y marco en el ascensor mi destino al piso 10.  Hoy fue un día de esos en los que no quiero ser yo. En donde sólo me importa llegar, darme un baño, tomar una botella de vodka y dormir 14 horas consecutivas. Cosa que, obviamente haré. Bueno... Quizá sean menos horas ya que mañana me toca trabajar.

Llego a mi piso y lo primero que veo es a Nana hecha un ovillo dándole la espalda a una puerta que supongo que es en donde vive. Sonrío ya que se había negado a darme su dirección y resulta estar junto a la mía.
Carraspeo la garganta y la veo retorcerse en su lugar. No levanta la mirada pero puedo darme cuenta que está llorando. La puedo oir  sollozando.

—tuviste un mal día? — asiente. —por eso no fuiste a darme clases?— vuelve a asentir. Qué podría pasarle a una niña a esa edad para llorar de esa manera? —qué lastima...  Había comprado helado de banana en una heladería italiana. Me dijeron que no hay mejor helado en todo el mundo— definitivamente...  Aunque parece tener una mentalidad de una adolescente, su lado infantil sale a flote al escuchar la palabra  mágica "helado"

—cómo sabes? — me exalto al notar la irritación y las bolsas en sus ojos. Paso saliva de una manera pesada, cómo si estuviera ingiriendo una pildora sin agua. Pero trato de disimular.

—saber, qué?

—que no puedo decirle que no al helado?

—no lo sabía. Lo compré porque es mi favorito.

Sonríe mostrando todos sus dientes. Un incisivo está asomando y parece que está creciendo chueco. Cómo si su pequeña mandibula no estuviera preparada para ese cambio.  Luego me sorprendo al darme cuenta de las cosas que pienso cuando la tengo cerca. Ella me agrada y me hace olvidar las miles de preocupaciones que me embargan.
Ladeo la cabeza indicado que me siga y entramos en mi departamento que agradezco haber ordenado para no pensar en mí madre y en Nana saliendo juntas del hospital.

***
Habrá pasado una hora. No pude sacarle el motivo de su llanto. Sólo que siente que vive desilusionando a su madre. Cosa que no creo. No puedo creer que alguien no disfrute de su compañía y que sienta que ella es inútil. Dios¡ esta niña es más madura que muchas mujeres de mi edad que conozco.  Nadie debería hacerla llorar. También, descubro que efectivamente, vive en departamento de junto y pide disculpas por haberse escapado de su casa saltando de su balcón al mío, luego abrir la puerta para llegar al pasillo.

Aprovecho que se queda mirando dibujos animados y me meto al baño por una ducha. Debería decirle que se fuera, pero no tengo el valor para dejarla ir sabiendo que en su casa, no se siente feliz.

Me coloco una remera  de algodón y un pantalón del mismo material color negro. No es lo que uso para dormir, pero estoy decidido a acompañarla a su casa y evitarle las mayores represalias posibles.

Me siento un super heroe! Sólo espero no estar pasando por el síndrome de Lolita. Sólo eso me faltaba...

Vuelvo a la sala y la encuentro al teléfono. Sonríe con malicia y la imito al oírla decir "vamos... El vecino es apuesto" niego riendo mientras me siento a su lado y paso la toalla para terminar de secar mi cabello.

Cuándo finaliza, me invita a cenar. Quiero negarme, pero el recuerdo de esa mañana, vuelve a mi con fuerza. Aquella tanga... Ese tatuaje... Esa misma puerta.

—tu madre... Qué edad tiene?

—tu edad— contesta cómo si nada. Me sorprende que se trate una madre tan joven, pero por otro lado me alegra ya que si es la dueña del tatuaje, la edad juega a mi favor.

—puede ser que ella tenga...— titubeo, no sé cómo explicar que sé lo del tatuaje sin que note que he observado su trasero. Porque estoy seguro que esta niña, comprenderá en el acto. —el cabello largo con las puntas color ceniza?

—color plata. Mi tía Lana se los hizo.

Intento ocultar mi sonrisa y simulando control, acepto su invitación. Sólo espero que no intente golpearme por haber dejado a la niña en casa a estas horas.

Salgo dejando la puerta de mi departamento cerrarse detrás de mi.  Puedo divisar la silueta de una mujer esbelta esperando en el pasillo, bajo el marco del 2D.  Al parecer es una mujer bien conservada y el miedo de ser golpeado se me va, cuando noto que es pobre de estatura. Bueno... No tanto, pero al menos es delgada y no más alta que yo.

Camino con más seguridad y no es hasta que la tengo a escaso medio metro, cuando noto de quien se trata y mi cuerpo se tensa impidiendome seguir caminando.
A ella le toma unos segundos más darse cuenta quien soy y no la culpo. Los años me han cambiado más  que a ella que aún conserva esa cara niña asustada.

Me escanea batiendo las pestañas con un gesto de sorpresa y...  Miedo? Asombro?
Su rostro es un espejo de emociones y por un momento me siento feliz de provocar algo en ella. Digo un momento por que es lo que me tardo en comprender que la niña que traigo prendida de mi brazo, esa niña que la última semana me ha alegrado la vida, es su hija.

—hola.— ahora que la tengo enfrente puedo apreciar su voz. Sigue siendo tan dulce cómo la recordaba.

—hola.— contesto con una voz ronca casi en susurro. Me odio por dejar mis nervios en evidencia.

Abre la puerta y la sigo. La niña no deja de hablar en todo el tiempo, cenamos e insiste en ver una película. Acepto, no quiero irme hasta saber si será capaz de hablarme. Pero eso no pasa hasta que la pequeña cae rendida de sueño sobre el sillón con su cabeza en mis piernas. —si quieres... Puedo llevarla a su habitación— digo y asiente.

No me animo a decir nada más. sólo me limito a seguirla hasta lo que parece su habitación. Sonrió al ver a mi madre durmiendo en la misma cama. Maldita vieja loca! Con razón insistía que viniera a ver estos departamentos.
Me deja la cama destendida y mientras acomodo a la pequeña, ella sale. En ese momento, me doy cuenta del enorme parecido que tienen las dos y mi estómago se returse al entender que por la edad de la pequeña, ella debió quedar embarazada ni bien dejó Busan. O peor...  Se fue de allí con la niña en su vientre.

Aunque lo último debería descartarlo.

No debería molestarme. Nana es parte de mi pasado y la enterré hace muchos años. Me alegra volver a verla después de tanto y eso es todo...  No debo meterme en su vida. Eso ya no importa! Obvio que no!

Qué importa haberla querido toda mi vida? Qué importa que ella me haya dicho miles de veces que quería envejecer conmigo y de la nada me deja? Qué importa!

QUÉ MIERDA IMPORTA?

Nada... No importa nada...

Me animo a dar la cara y aunque no estoy seguro en si debería hablarle o sólo irme, decido esperar a que sea ella quien dé el primer paso para saber si estamos bien o mal.  Si estos casi 8 años han borrado todo lo malo y podemos hacer cómo si nada.

La veo frente a un mueble de la sala, quizá admirando los portaretratos que la adornan o simplemente, esperando que me vaya de su hogar sin cruzar miradas. Pero eso es algo que no puedo hacer, no después de tanto tiempo sin verla. —Nana— la llamo dejando en claro que la he reconocido y rogando al cielo porque no salga con un "perdón, nos conocemos?"

—te ves bien— dice cuando logra voltearse. su voz es clara y serena. Tanto, que me tranquiliza.

—tú también. Aunque tus cachetes desaparecieron.

—los tuyos también— sonríe y me alegra saber que estamos en buenos terminos.

—tienes una niña grandiosa. Se nota que hiciste un buen trabajo.

—mmm... Si, lo és.— se cruza de brazos y parpadea mirando el suelo. —estás apurado?— niego y mentiría si dijera que no siento la emoción recorrer mi cuerpo. —quieres tomar algo?

Siempre Fuiste Tú [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora