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Narra jimin

Miraba la hora cada dos minutos. Parecía que el reloj se había olvidado que tenía que seguir su curso o quizá, el karma estaba dispuesto a torturarme.

La ansiedad me ganó la batalla cuando ví que marcaron las 23:01. Sonreí ante mis pensamientos, o sea. Porqué pensaba que iba a ser puntual?

Ya no sabia que hacer para ganar tiempo. Me había bañado unas tres veces en un lapso de dos horas, había limpiando y dejado todo a la perfección, incluso, me tomé el atrevimiento de preparar algo para comer porque sabía que Nana no había cenado.

Pero ella, no llegó hasta las 23:45. Si! 45 minutos tarde. No es para tanto, pero mi cabeza ya había perdido la esperanza y por dentro me sentía desilusionado.

La oí chillar cuando se tropezó con la alfombra de la habitación, quise reír pero preferí hacerme el dormido. Quería que sintiera un poco de remordimiento por hacerme esperar tanto.

Lo sé! No fue tanto! Pero así lo sentí.
Parece que no le importó que estuviera "dormido" porque se sentó en la cama junto a mi sin omitir palabra. Me sentí muy extraño, ansioso, abrumado, feliz y triste al mismo tiempo.

Comprendí que mi mente bloqueó algunos recuerdos para evitarme dolor. Cómo un "mecanismo de defensa" ante su abandono. Porque ahora, sus manos buscan las mías y lo siento extremadamente familiar. Ese gesto, lo hacía siempre. Quizá en el pasado no le prestaba mucha atención (por acostumbre a que lo hiciera, o que sé yo). Pero en este momento, en este jodido momento! Ese simple tacto me despertaba emociones que creía muertas.

—hueles delicioso— susurra, pasando la nariz por mi cuello.

Mi cuerpo se tensa por completo. Mi respiración se acelera y se hace evidente por el movimiento de mi pecho. —pensé que no vendrías. Iba a intentar dormir— miento, por dentro sé que no podría conciliar el sueño hasta verla.

—te arrepientes?

Lo hago? Lo hice todo el día... Pero ahora, en este momento. Teniendo sus dedos entrelazados con los míos y su rostro trazando círculos en mi pecho/clavículas/ cuello. No... Incluso siento que lo volvería a hacer.

—no— musito por lo bajo. Dejando que sus caricias me emborrachen de dulzura.

Sus piernas se abren sobre mis muslos hasta que logra sentarse sobre ellos. —demuéstralo!— exije dando un pequeño saltito que me deja con el corazón alborotado. Sus pechos rebotan de manera sincronizada y sus muslos golpean los míos haciéndome tragar con dificultad. Vuelve a moverse, pero esta vez está atenta a mis expresiones. —hazlo. Eso que estás pensando, hazlo.

Intento asimilar sus palabras, pero se ve que ella no está dispuesta a dejarme usar la cordura. Comienza a frotarse sobre mí con destreza mientras sus manos presas de las mías, indican un camino hasta su cintura en donde con pequeños jalones me indica que quiere liberarse de la ropa. definitivamente, me ha leído la mente.

Sus cabellos caen a los lados de sus hombros marcando la curvatura de su cintura a la perfección. Me encanta cómo lo luce, parece una princesa salida de algún cuento para adultos. Hermosa, pero con una sensualidad que me doblega y derrite cómo si fuera un tonto.

Es cuando se aparta que puedo apreciar su vestido de dormir. La seda se amolda a su cuerpo y marca sus curvas de manera armoniosa. Las tiras, caen apenas de sus hombros abriendo un poco más el pequeño escote para dejarme ver sus preciosos senos asomarse de manera juguetona.
A caso podría ser más perfecta? —eres, sin dudas la mujer más hermosa que conocí en mi vida— ladea la cabeza, dejando su flequillo cubrir parte de sus ojos. Me siento un estúpido al no poder dejar de mirarla. Pero siento que a ella le encanta. Si... Es conciente y disfruta del estado en el que me tiene.

Menea la cadera bruscamente, simulando una auto penetración dolorosa. Sus ojos se cierran y su cabeza gira en círculos, dejándome ver cómo la piel de su cuello se eriza con aquel roce brusco. Vuelve a encararme, esta vez sonríe mientras muerde sus labios provocando que me apoye de mis codos para verla mejor.

Tomo valor y la beso, ella se deja llevar muy fácil, abre la boca para facilitarle el acceso a mi lengua que no duda en recorrerla hasta chocar con la suya.

Aprovecho mi posición para recorrer sus muslos con una mano y tomar los bordes del vestido hasta que logro pasarlo por su cabeza, tal y cómo ella exigía momentos atrás. Su pecho desnudo ahora roza el mío, No deja de moverse provocando que cada roce se sienta cómo una leve caricia que me regala con el cuerpo entero. Me desespero, necesito verla y me alejo.

Es hipnotizante ver cómo sus cabellos caen con violencia sobre sus pechos desnudos, cómo los acarician con cada movimiento suyo activando toda la prevención que llevo guardada. Sin titubear, La tomo por la espalda y con las palmas abiertas la acerco para mantener sus senos al alcance. Juego a lamerlos mientras que ella continúa en su afán de frotarse descaradamente, aumentando así, las ganas de chupar cada centímetro de piel que encuentre en mi camino. Parece que quiere enloquecerme pero termina doblegada por el movimiento de mi lengua que sube y baja sobre las aureolas rosadas del centro de su pecho.

Gime cuando con entusiasmo entierro la cabeza en sus pálidos, suaves y duros senos para chupar con mayor fuerza que antes. Oírla me pone a mil por hora. Ella lo nota porque no ha dejado de frotar su pelvis de manera tortuosa sobre mí miembro y de rozar (muy intencionalmente) con los dedos. Entonces, más confiado atrapo uno de sus pezones con los labios y succiono de el con gentileza mientras mis manos recorren su espalda, cintura y muslos. Su piel se siente tan suave al tacto, que se me hace imposible detenerme en simples caricias. Es cómo si pudiera apretarla contra mí con violencia o hundir los dedos en sus carnes hasta hacerla gritar.

En ese momento de máximo placer, olvido todos los problemas que acarreo y sólo pienso en ella, en su olor, la suavidad de su piel, sus gemidos en forma de ronroneos y en la humedad que comienza a dejar salir. Pero así, cómo si nada. Se aleja.

Quedo agitado y ella no está mejor que yo. La oigo esforzarse para recuperar el aire y entre jadeos confiesa. —me había olvidado lo que se sentía al estar contigo— sacude la cabeza, en clara señal de que quiere que abandone la cama. Obedezco cómo el perrito faldero que soy y una vez de pie, me hundo de hombros esperando por indicaciones. Tengo que admitirlo (me siento un estúpido) —condones, jimin... Condones...— aclara y mi cabeza es una nebulosa.

No puedo pensar con claridad. No tengo idea en donde los dejé. Estoy seguro que los compré, pero... Es todo lo que recuerdo.

Estoy por salir de la habitación, quizá los haya dejado en la bolsa de compras, pero ella gime y me obliga a mirarla.
La saliva pasa en forma sólida por mi garganta, duele al igual que mis genitales que parecen ser apretujados dentro de los calzoncillos.

Ella gatea en la cama hasta que su cabeza cae sobre las almohadas, su espalda se arquea provocando que su trasero se eleve en mi dirección, dejándome apreciar con detenimiento el tatuaje que había visto antes, al igual que la diminuta ropa interior que ahora es de color blanco.
La boca se me llena de agua, incluso me siento babear por las comisuras. Pero es cuando la veo tocarse que reacciono.

En un rápido movimiento, me deshago de la ropa sin dejar de apreciar cómo sus dedos se pierden dentro de su ser y la manera en la que sus muslos tiemblan ante esa invasión. —jimin!— gime en forma de regaño.

No pienso demasiado. Apoyo una rodilla en el borde del colchón y sujetando su cintura la pego a mí.
Primero, dejo que sienta la dureza con la que estoy esperando. Ella ni lerda ni perezosa, se inclina un poco y con ayuda de una de sus manos abre más los muslos para recibirme.

Rozo la punta de mi miembro sobre su entrada. La humedad que desprende, me deja deslizarme con tranquilidad. Pero no dura mucho.

Con una habilidad que me descoloca, sacude los muslos y queda con la polla dentro de su apretada, caliente, mojada y deliciosa vagina. —AHH!!— gime cuándo presiono sus muslos en mi dirección y dejo que la penetración se dé más profunda.

Comienzo a moverme, alcanzando mayor profundidad y velocidad con cada estocada. Ella parece conforme con el ritmo y lo demuestra apretando los labios sobre la almohada.

Verla tan entregada al placer, es muy excitante, mucho más al oírla gemir con la voz torturada.
Cada penetración nos orilla al clímax obligándome a empujar mi pelvis con violencia para sentir más. Ella se derrite en mis manos y se deja llevar hasta quedar rendida cuando el último orgasmo la sorprende.

Siempre Fuiste Tú [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora