09: It never felt right calling this "just friends"

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Lo único que me pregunto es: ¿Cómo le hice para no desmayarme?

Mi corazoncito comenzó a latir más rápido cuando terminé de leer aquel papel. La emoción recorrió mi cuerpo, no lo podía creer. ¿Era acaso una declaración? ¿Me amaba? Quería levantarme de la mesa e ir con Arvel y besarlo, no obstante, me quede ahí sentada como tonta con las mejillas sonrojadas y un billón de preguntas surgiendo en mi mente a cada segundo.

Guardé el dulce y el papel en la bolsa de mi short, ya que miré como Phoebe se acercaba a mi lado.

—¿Estas bien, Candy? —preguntó.

—Claro —Traté de sonar tranquila, pero la verdad es que se notó mi nerviosismo—. ¿Por qué?

—Te veo muy roja, ¿segura que no estás enferma? —asentí con una sonrisa—. De acuerdo. Ahora dime, ¿qué fue todo eso? ¿Te dijo "corazón"? No tenía idea de que así te llevabas con Peter.

—Ni yo. Él me habló de esa manera justo hoy. Y frente a todos.

Deseaba que la tierra me tragara en ese mismo momento, o que se tratara de un mal sueño.

—Bueno, como sea, deberías de aclarar tus sentimientos antes de que alguien más salga lastimado. Porque créeme que así será.

—Ya, mamá, lo voy a intentar.

—Eso quería escuchar —se levantó—. Es hora de irnos, aún es temprano.

Nos reunimos con los demás. Se encontraban hablando sobre una película, la cual no conocía su nombre, y riendo sobre los diálogos cursis de los protagonistas. Entonces, Benjamín interrumpió.

—Bien, ¿qué haremos ahora?

—Apuestas —dijo Rory.

—Ya me enfadaron —se quejó Gerard.

—Por supuesto que sí —habló Ben—. Siempre te tocan los peores.

—A mí también —opinó Bob—. Aparte, ya va a comenzar a oscurecer y si llegamos después de las once nos van a regañar.

Teníamos un trato con nuestros padres, todos llegaríamos antes de las once a casa o nos prohibirían las salidas de los sábados. Por eso, nos poníamos de acuerdo para aparecer en nuestras casas a la misma hora, para que no castigaran a nadie con: "pero él/ella llegó a su casa hace cinco minutos, ¿por qué tú no?". Lo bueno era que vivíamos cerca unos de los otros.

—Tiene razón —comenté—. ¿Qué haremos?

—Gee me contó un poco sobre lo que hacen —dijo Peter—, y un primo de un compañero mío planea hacer una fiesta en menos de una hora.

—¿Conoces donde será? —preguntó Phoebe.

—A la perfección.

—Entonces —habló Arvel—, ¿qué estamos esperando? Vamos.

*

Como nadie podía sacar todavía su licencia de conducir, tuvimos que irnos caminando, lo bueno que no se encontraba tan lejos. Lo malo, fue tener que soportar las preferencias de Peter durante todo el camino. Resultaba bastante incómodo, en especial cuando trataba de tomar mi mano, abrazarme o tomarme de la cintura, yo no le di señales para que pudiera hacerlo.

Finalmente, llegamos al lugar, y cumplía con todos los requisitos de nuestra pequeña lista. Una casa bastante grande, comida y bebida como para alimentar a un país entero, música —la cual nosotros catalogábamos "aceptable"— y con señales de que nadie nos echaría del lugar. Pusimos una hora límite y nos separamos para divertirnos. Si algo salía mal, por ejemplo: que alguien le llamara a la policía, nos cuidaríamos como siempre.

Por desgracia, Peter quiso estar a mi lado a pesar de explicarle unas cien veces nuestras reglas. Al parecer, no quería despegarse de mí en toda la noche y yo no estaba de acuerdo. Me invitó a bailar, tomaba mis manos y mi cintura... la canción Machu Picchu de The strokes no era para que nos encontráramos tan cerca.

—Nunca había estado tan enamorado de alguien —susurró a mi oído—. Candace —me vio a los ojos—, ¿quieres ser mi novia?

Wow, wow, paren todo por un segundo.

—¿Qué?

—Di que sí, por favor.

¡¿Cómo le dices a alguien como Peter Jones que no quieres ser su novia?!

—Ammm —tartamudee—, necesito pensarlo.

Me solté de él y salí corriendo por toda la casa. Mis pies, por primera vez, fueron tan rápidos que Peter no me pudo alcanzar.

Llegué a la parte superior de la casa y continué trotando, no me detendría por nada del mundo. Abrí la puerta de una recámara cualquiera, cerré con seguro y me recargué sobre esta, dando un gran suspiro. Cerré los ojos y me senté en el piso, en eso, escuché un ruido, el cual provocó que me levantara de un brinco. Caminé hasta quedar enfrente de la ventana y observé a mi alrededor. Entonces, noté que ahí estaba Arvel, recargado en la mesa de noche, apenas se miraba por la luz de la luna.

—¿Arvel?

Él levantó la vista asustado, pero al ver que se trataba de su mejor amiga pareció tranquilizarse.

—Hola, Candy.

—¿Qué haces aquí?

Me senté cerca de él, aunque dejando una distancia considerable. Arvel se encogió de hombros.

—Me gusta estar solo cuando vamos a alguna fiesta.

—No lo sabía —acerqué mis piernas a mi pecho.

—¿Tú qué haces aquí?

—Escapando de Peter —Arvel rio—. No me parece divertido.

—Claro que lo es, parece tu sombra.

Sentí mis mejillas ruborizarse.

—Ni me lo recuerdes.

—¿Él te gusta? —dijo, después de unos minutos en silencio.

—No —hice una mueca—, me parece guapo, pero no me gusta.

—Me alegro de oír eso.

No hablamos por unos largos minutos, y eso estaba bien.

De pronto, Arvel se acercó más a mí y gire a verlo. Sus ojos no se despegaban de los míos, era como si estuviera mirando lo que más amaba en este mundo. Mi torpe corazón, por hacer teorías cursis, se aceleró.

Bajó la vista, y yo también lo hice, noté como tomaba mi mano y jugaba con nuestros dedos. Entonces, supe que no necesitaba estar en otro lugar, lo tenía todo ahí mismo.

Comenzaron a sonar nuestros celulares. Diciendo que era hora de irnos.

—Vamos —me dijo.

—Claro.

Se levantó y estiró su mano hacía mí para ayudarme a levantar. Salimos de la recámara con las manos entrelazadas y sin atreverme a hablar de mis sentimientos.

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora