23: The sun was in your eyes

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Candace:

Lo que esperaba al abrir los ojos era ver a Arvel junto a mí, dormido y su brazo rodeándome para evitar que me fuera. Esto no sucedió. Lo que encontré fue la cama y habitación vacías.

Tomé asiento e hice estiramientos, observé a mi alrededor cada pequeño detalle del lugar. Lo que más llamó mi atención fueron los tantos discos de vinilo que tenía en aquel estante y a lado de su computadora un montón de fotos, desde su familia hasta sus mejores amigos. Me levanté y aproveché que me encontraba a solas para acercarme y ver mejor las fotografías, entre ellas una llamó mi atención, era una donde salíamos los dos —unos meses antes de las vacaciones de verano y de que comenzara esa historia— en la casa de Benjamín. Los dos nos abrazábamos y él depositaba un pequeño beso en mi mejilla, mientras yo sacaba la lengua frente a la cámara.

Recordaba muy bien ese día. Acababa de pasar por otro drama en la escuela sobre un par de compañeros que nos decían a Phoebe y a mí ser unas chicas fáciles y acostarnos con todos nuestros amigos. Arvel me levantó el ánimo, aprovechó para decir que era un momento memorable y tomó la foto, no sin antes poner como ringtone la canción de All the small things.

La puerta de la recamara se abrió, Arvel parecía no querer hacer ruido y se asustó un poco al verme ya despierta. Se acercó a mí, y depositó un pequeño beso en la frente.

—Buenos días —le dije.

—Buenos días —miró la foto en mis manos—. La encontraste.

—Sí —suspire—, es una foto hermosa.

—Es mi favorita.

La dejé donde estaba y giré sobre mis talones para quedar frente a Arvel, quien me veía con ternura.

—¿Ah sí?

—Sí, bueno, una de tantas.

—Me has recordado una de las tantas razones por las que te amo.

Me acerqué a él con la intención de besarlo, pero mi celular comenzó a sonar. Lo saqué de mi pantalón y revisé la pantalla; era Marshall. Di un largo suspiro antes de contestar, y agradeciendo al creador que no se tratara de Rory o mis padres.

—¿Hola?

—Candace, ¡qué bueno que contestas! —Casi gritaba de la emoción—. Te estuve buscando por toda la casa, pero no te encontré. ¿Dónde estás?

—Voy para allá, en cuanto llegue te cuento. Y perdón por no avisarte.

—Más tarde hablamos.

Cortó la llamada y miré a Arvel con un gesto triste. Odiaba tener que despedirme tan pronto de él, me hubiera encantado que desayunáramos juntos aunque sea.

—Lo siento, Arvel, me tengo que ir.

—Está bien.

Le di un beso en la mejilla, luego tomé su mano.

—Nos vemos.

—¿Te gustaría salir a comer más tarde?

—¿Como una cita? —pregunté.

—Sí —sonrió.

—Por supuesto.

*

Estaba platicando con Marshall, tratando de explicarle que no había pasado la noche con Arvel de la manera que él pensaba cuando de pronto se escuchó el timbre de la casa. El tenedor se había quedado a medio camino al escucharlo, vi extrañada a mi roomie, y todo se volvió más confuso cuando recibí esa misma mirada de él.

—¿Esperas a alguien? —preguntamos al unísono.

Marshall se levantó a abrir, me asomé con discreción detrás de la pared para ver de quien se trataba. Mi sorpresa fue enorme al ver a Rory entrando a la casa, como relámpago corrí de regreso a sentarme. Lo bueno era que me di una ducha rápida cuando llegué y mi hermano conocía mi extraño horario de sueño, así que no le parecería raro verme desayunar tan temprano.

—Candace —habló en cuanto me vio—, tenemos que hablar.

—Hola, hermanito —dije sarcástica—. Estoy bien, gracias por preguntar. Y sí, estoy disfrutando mi desayuno, ¿quieres un poco?

—Lo siento, Candy, pero es urgente.

—Bien, ¿de qué quieres hablar?

—De lo que pasó ayer con Arvel y tú.

—Bien —sonreí—. Porque es un tema que ambos tenemos pendiente.

Rory ignoró lo que acababa de decirle y tomó asiento frente mío, por otra parte buscaba a Marshall, pero parecía que se lo había tragado la tierra.

—Me di cuenta de que te fuiste con él. Sin despedirse.

—Estaba cansada y Arvel se ofreció a llevarme a casa.

—Eso es lo de menos —dio un suspiro—. Lo que quiero saber es, ¿por qué tú y él han estado muy juntos estos días?

Aun después de todos esos años, me seguía sorprendiendo la inocencia —por decirlo de alguna manera— de mi mellizo. Podía pasar algo enorme entre Arvel y yo y parecía que él no se daría cuenta de lo obvio. De cualquier manera, me preparé para decírselo.

—Rory, si lo piensas es muy sencillo, pero te lo diré —él me veía algo asustado—. Arvel y yo decidimos darnos una última oportunidad.

Al fin mi hermano pareció comprender lo que estaba sucediendo.

—¿Por qué no me lo contaste?

—Porque a veces te pones un tanto agresivo con este tema y no quiero que le rompas la cara.

—En eso tienes algo de razón. Pero, te prometo Candace, que tratare de ver lo mejor para ti. Y, si tú crees que Arvel es el indicado, lo entenderé.

Tomé la mano de Rory sobre la mesa y di un ligero apretón.

—Ahora cuéntame, ¿quién es esa misteriosa chica de la que nadie quiere hablar conmigo?

Su rostro se iluminó y comenzó a contarme de Valerie, la chica que conoció en el festival y con quien últimamente tenía mucha comunicación. No lo podía creer. Por fin Rory se había enamorado, y parecía que quería algo muy serio con ella.

*

Para desgracia de Arvel no podía hablar de otra cosa que no fuera de mi hermano y su novia misteriosa. Me calmé un poco cuando él me enseñó una foto de la que me gustaría fuera mi cuñada, era muy hermosa y ansiaba conocerla y llevarme bien con ella.

De eso se trató la media hora siguiente. De mis inseguridades con Valerie.

Cuando estuvimos enfrente de mi casa, detuve a Arvel. Lo abracé y luego le di un beso en la mejilla.

—Perdón por arruinar nuestra segunda cita. La mayor parte del tiempo me la pase hablando de Rory y su aún no novia.

Él tomó mis manos.

—No la arruinaste. Me encanta hablar contigo... o, en este caso, escucharte.

—Entonces, ¿no estás molesto?

—No. De hecho, me recordaste una de las tantas razones por las cuales te amo.

Sin más, se acercó a mí y me besó.

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora