En ese momento, nos quedamos en silencio. Su rostro aún estaba sonrojado, supongo que pensó que no la había escuchado, pero por fortuna logré hacerlo.
Y... ¿qué debíamos hacer? ¿Hacernos novios? ¿Besarnos? Cual fuera, las dos ideas me gustaban bastante. Aunque, en ese momento, no sabía qué decir o hacer.
Iba a correr el riesgo, le haría la pregunta que cambiaría todo. De todas maneras, después de nuestras confesiones, ya nada sería lo mismo.
—Aquí están —dijo una voz que rompió el momento. Ambos volteamos, era Benjamín—. Los hemos estado buscando.
—¿Qué sucede? —preguntó Candace.
Nos miró con preocupación.
—Gerard se puso mal. Los demás lo están llevado al hospital.
. . .
Candace:
¿Por qué fui tan idiota en decirle que me gustaba? Lo susurré porque creí que por el ruido del lugar no lograría escucharme. ¡Y lo hizo! Estaba nerviosa, no sabía qué hacer, ya la había regado bastante. Él estaba a punto de hablar cuando Benjamín llegó muy nervioso.
Olvidé hasta mi nombre cuando Benjamín nos dijo lo de Gee. Por lo regular, Gerard solía ser el más saludable de los ocho, pero a veces se ponía mal por comer algo de lo que era alérgico, o por estar cerca de ciertas plantas.
Seguimos a Benjamín, pero después de unos cuantos pasos comenzamos a correr. Estaba muy preocupada por mi mejor amigo, tanto que no revisaba a ambos lados antes de cruzar la calle. Lo único que quería era estar junto a él.
*
Llegamos al hospital unos minutos más tarde. Revisé por el lugar buscando a mis amigos, cuando lo hice fui con ellos. El primero en recibirme fue mi hermano, quien me abrazó por unos instantes. Cuando nos separamos me vio a los ojos y limpió las lágrimas de mis mejillas con sus ásperos pulgares. ¿Cuándo comencé a llorar?
—Tranquila, Lynn —me susurró—. Ya están atendiendo a Gerard.
—¿Qué pasó? —Lo miré a los ojos—. Y dime la verdad.
Rory suspiro.
—El lugar donde se sentó estaba lleno de narcisos, de un momento a otro se le dificulto respirar... así que lo trajimos aquí.
—¿Tan mal se puso?
—Lynn —Usaba mi segundo nombre, ¿tan alterada me veía? —, Gerard es fuerte. Se pondrá bien.
—Rory tiene razón —habló Bob.
—Tranquila, Candy. Todo saldrá bien —comentó Jacob.
Rory dio un beso en mi mejilla.
Le tomé la mano y me alejé un poco para pensar. Necesitaba pasar para ver a Gerard, ofrecerle mi apoyo si era necesario, lo que fuera para estar con él. Tenía muchas preguntas en mi cabeza, sobre Gerard y Arvel: ¿Por qué Gerard no había llevado su medicamento consigo como de costumbre? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo trajeron al hospital hasta que nos encontraron? ¿Rory era un idiota que no me pudo llamar a mi teléfono para informarme? ¿Y si esto era una señal de que Arvel y yo no podíamos estar juntos?
—Candace —me habló Arvel.
Extendió sus brazos y yo sin pensarlo lo abracé. Sentí que me iba a caer en cualquier momento. Sabía que todo se pondría bien, pero era imposible no preocuparme, y al parecer Arvel conocía todo esto.
—Tranquila —me susurro—. Estoy aquí, cariño.
Si hubiera pasado en otro momento, me hubiera derretido, aunque en ese mismo instante mis pensamientos se encontraban en mi amigo.
Minutos más tarde llegó la mamá de Gee, quien pasó con los doctores. Estuvo poco tiempo ahí, cuando por fin ambos salieron, solté a Arvel y corrí hacia el pelirrojo. Desde luego, lo abracé y hasta creo que volví a llorar.
—Ay, Gerard, me alegra saber que estés bien. Estaba muy preocupada.
—Ay, Candy —me sonrió—. No me iba a morir.
*
Íbamos de regreso a nuestras casas, ya me encontraba relajada, al menos un poco. Mis amigos platicaban, menos yo. Estaba muy concentrada en mis pensamientos que no les prestaba atención. Todo estaba bien, hasta que Arvel apareció a mi lado.
—Candace, necesitamos hablar.
Debí suponerlo, ¿qué más pasaría? Tenía mucho miedo de romper nuestra amistad, tal vez lo nuestro no funcionaba, estaba muy preocupado por ganar la apuesta, o a lo mejor él estaba confundido... mi mente seguía siendo un caos.
—No tenemos nada de qué hablar —respondí sin verlo.
—Tenemos que, Candace.
Vaya, para él si era algo bastante serio. Debía actuar antes de que él lo hiciera y me rompiera el corazón otra vez.
—No, Arvel. Fue un error.
Se detuvo repentinamente, después me tomó del brazo sin lastimarme y obligó a que lo mirara.
—¿Decirnos nuestros sentimientos en el lugar más hermoso de esta jodida ciudad fue un error?
Sonaba bastante dolido. Aquellos ojos oscuros que tanto me encantaban se miraban tristes, sus cejas despampanantes me lo confirmaban y sabía que lo llevaba pensando todo ese rato por la manera en que su cabello castaño estaba acomodado.
¿Y si era una actuación? ¿Tan urgente era ganar esa apuesta? ¿Qué más le quería demostrar a Peter?
Lo miré a los ojos, más que lista para mentirle.
. . .
Arvel:
¿Por qué hacía eso? Fue muy obvio que dijo en serio esa oración. Fue muy real ese momento entre nosotros.
—Sí, lo fue.
Sonaba tan segura, en especial porque me veía a los ojos. Cuando Candace mentía no podía hacerlo, incluso se ponía tan nerviosa que tartamudeaba.
—Además —continuó—, no es el momento para hablar de esto. Nuestro amigo acaba de salir del hospital.
En cierta forma tenía razón, y dolía, porque me hacía quedar como un egoísta insensible.
—Eso lo sé, Candace, pero...
—Nada, Arvel. Olvídalo.
La tomé de las manos.
—No puedo hacerlo.
Se soltó de mi agarre, se notaba bastante molesta.
—Ya, Arvel —comentó enfadada—. Acabas de ganar la apuesta, ya no necesitas más. ¿O acaso quieres que lo grite para que los demás se enteren?
¡La apuesta! Ella se había enterado y estaba malinterpretando las cosas.
Negó con su cabeza repetidas veces y se fue. No me dejó explicarle, ni decirle que a mí no me importaba esa apuesta y que la amaba desde hace mucho, prácticamente, toda mi vida. Sin embargo, sentí que me lo merecía, era un verdadero idiota.
*
Estaba acostado en mi cama, repasando los acontecimientos del día. Recordando los ojos de Candace, nuestras manos entrelazadas. Repetía ese dulce susurro en especial, el que hizo cambiar por completo nuestras vidas.
"Tú también me gustas, Arvel".
Suspiré. Estaba bastante seguro que esas palabras no fueron una mentira y que tenía una pequeña esperanza.
Ella me amaba. ¿Por qué lo quería ocultar?
¿Acaso ella no sabía que éramos almas gemelas?
Era cierto, Candace Lynn Delaney valía la pena y esa oportunidad extra.
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Siempre fuiste tú ✔
Ficção AdolescenteCandace Delaney y Arvel Winslow han sido amigos casi toda su vida, ambos pueden deletrear sus aventuras o callar cuando se trate de sus travesuras. Candace está enamorada de Arvel, y Arvel está enamorado de Candace. Solo que ninguno sabe sobre dich...