Extra 2: Fade into you

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Candace:

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces me había cambiado de ropa. Comencé con una blusa y una falda, y terminé con un vestido lila que no me ponía desde un par de años.

No era un evento del otro mundo, la verdad que no, pero estaba muy nerviosa. La familia de Arvel y la mía no cenaban juntas desde hacía mucho tiempo, sin embargo, esa noche el motivo era diferente. Era por nuestra reciente relación. Mi novio me decía muchas veces que su madre me adoraba, y yo lo sabía, aunque esto no impedía mis nervios.

La puerta de mi recámara se abrió, creí que era mi hermano yendo a molestar como era costumbre suya en los momentos más tensos de mi vida. No le bastaba con haber compartido la mitad de su vida conmigo. Decidí ignorarlo y no volver a hacerle caso a mi madre cuando me pidiera —o casi sobornara— de quedarme en casa un día.

—¿Estás lista, Candace?

La voz me dio un pequeño susto, ya que no era la que esperaba escuchar. Esta era dulce y suave, sin intención de decir algo realmente malo.

Era mi madre.

Desde niña siempre quise ser como ella: hermosa, inteligente y segura. Aunque no estaba segura de sí lo era.

—No —resoplé—. No puedo decidirme todavía.

—¡Pero si te ves hermosa!

—Tengo miedo de la opinión de la mamá de Arvel.

—No tienes porque, ella te ama.

—Es diferente —Giré sobre mis talones y caminé a la maleta para buscar algo más—. Antes era la mejor amiga de su hijo, ahora soy la novia.

Mi madre se acercó a mí y me tomó de las manos, impidiendo que sacara algo más de la maleta.

—Sé que estás muy nerviosa, pero no tienes por qué estarlo. Ella ya te conoce, y estoy segura que no le gustaría alguien más como novia de Arvel.

—Pero...

—Nada —me sonrió—. Y no te cambies de nuevo, ya es tarde.

*

Estábamos los siete, no entendía porque Rory tenía que estar en la cena, pero preferí quedarme callada. Notaba a Arvel nervioso, y no sabía qué pensar al respecto. Quería tomar su mano y tal vez lograr que ambos nos calmáramos, aunque eso no se podría porque teníamos la mirada de los demás sobre nosotros.

—¿Por qué tan callados? —preguntó la mamá de Arvel—. Cuando ustedes están juntos no hay poder humano que los calle.

—Están nerviosos —dijo mi mamá.

—¡Mamá!

—¿Qué? Es la verdad.

—No puedo creerlo. Si antes Arvel no paraba de hablar sobre Candace y lo mucho que la amaba.

El rostro de mi novio se puso de colores, y yo me quedé asombrada, sin saber que decir.

—¿También él? —mi madre rio—. Candace no paraba de decir lo mucho que le gustaría casarse con Arvel y vivir "felices para siempre" —dijo eso último con toque soñador.

—Y cuántos hijos tendrían juntos —dijeron al mismo tiempo.

Ahora ambos queríamos que la tierra nos tragara. Eso era seguro.

—Y eso que ustedes no se juntaban con los otros mejores amigos de ambos —continuó mi mellizo—. Era lo peor.

La conversación de los demás se trató de eso, de nuestros padres y mi hermano avergonzándonos por aquello que jamás pudimos decirnos.

Al terminar la cena, ambos pudimos escaparnos de esa locura. Él tomó mi mano al estar fuera de la casa.

—¿Era cierto lo que decían?

—Arvel...

—Perdón, tienes razón. Hay que olvidarlo.

Guardamos silencio.

—Aunque, siendo sincera, yo también quería criar perritos contigo.

Dicho esto, me eché a correr.

—¡Hey! —gritó él—. ¡Acordamos olvidarlo!

—¡Tú lo dijiste, no yo!

Giré para verlo y noté como él también corría para alcanzarme. Entonces corrí lo más rápido que pude, no permitiría que Arvel me atrapara fácilmente.

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora