18: Me and you, setting in a honeymoon

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Candace:

Estaba molesta. Mejor dicho, estaba furiosa.

Lo dejé ahí porque sentí como mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas y no quería que me viera débil, tampoco que pensara que aquello me había afectado, pero seguro lo notó por la manera en que me exalté.

Alcancé a mi mellizo casi al llegar a casa. Él se encontraba hablando por celular, probablemente, con su próxima conquista y yo en serio lo necesitaba. Quería platicar con mi hermano, contarle las estupideces que acababa de hacer.

Me importó muy poco que se enojara, lo abracé, y fue cuando comencé a llorar. Escuché que finalizaba la llamada y me correspondía el abrazo, también sus susurros preguntándome qué sucedía.

No supe cuánto tiempo estuvimos así, me separé cuando comencé a tener conciencia de que estaba abrazando al idiota de mi hermano. ¡Iugh!

—¿Qué pasa hermanita?

Usaba el mismo tono de cuando éramos niños y las cosas empezaban a ponerse color de hormiga, dulce y en calma. Quería odiar al desgraciado, pero no me lo permitía.

—Soy una idiota.

Hey, ese se supone que soy yo.

Reí. Tomé asiento en la banqueta, si mis padres recibían un mensaje de los padres de nuestros amigos, podían vernos sentados y conversando. Sería extraño, pero tan siquiera no se preocuparían.

—Lo sé, pero esta vez me tocó a mí.

Rory se sentó a mi lado.

—¿Por qué lo dices?

—Porque por fin Arvel me dijo que está enamorado de mí y lo arruiné.

—¡¿Qué hizo que?!

Por un momento, se me olvidó lo celoso que llegaba a ser.

—Y yo también se lo dije.

—¡¿Qué?! —Hola mamá, sí, ya llegamos—. ¡¿Por eso Ben los encontró juntos y en un lugar especial?!

—Tranquilízate, papá. No es para tanto.

—No puedo tranquilizarme. Arvel no me ha pedido permiso, es un aprovechado.

Rodé los ojos, también me limpié algún rastro de lágrima que pudo quedar.

—¿Terminaste? —pregunté.

—Creo que sí —Él suspiro—. ¿Qué más sucedió?

—Pues —comencé a titubear—, pasó lo de Gerard. Y de camino a casa él quiso hablar sobre esto, yo le dije que era un error. También le recordé la apuesta.

—¿Le dijiste que era un error? —dijo muy sorprendido.

—Ya sé, no me lo recuerdes. Pero es su culpa, si él no hubiera aceptado la apuesta todo sería diferente.

"Ahorita estuviera mirando esas cejas despampanantes de cerquita porque estaría besando esos hermosos labios". Pensé, porque si lo decía en voz alta Rory daría el grito de su vida.

—Oh —susurró—. Veo que no te lo dijo.

—¿Tenía que decirme algo más? —No habló—. No me digas que apostaron otra cosa —le di un golpe en el brazo—. Son unos puercos, esta vez sí se pasaron.

—Primero que nada, auch. Segundo, no apostamos eso.

—¿Entonces?

—Arvel no aposto. Él si quería ganarse tu amor, pero salió ese asunto y los demás quisieron aprovecharse.

Se quedó nuestro alrededor en silencio. Eso quería decir que Arvel lo decía en serio.

—¿No estás bromeando?

—No. Arvel no estaba de acuerdo en la apuesta.

Ay Candace, ahora si te ganaste el primer lugar de la más idiota de los Delaney.

*

Fue un sábado eterno debido a que no pudimos salir porque queríamos que primero Gerard se recuperara. Así que tuve que quedarme en casa escuchando a mi hermano hablando por teléfono con su posible conquista y era asqueroso saber sus planes. Por suerte mis padres habían salido de la ciudad para asistir a la boda de uno de sus amigos.

Una hora después, Rory tocó la puerta de mi recámara.

—Candace, voy a salir. No me esperes despierta.

—Ok. Oh, y para la otra haz tus planes en silencio, porque tu voz se escucha por toda la casa. Eres un asqueroso, Rory.

Rodó los ojos y se fue cerrando la puerta detrás de él.

Perdí la noción del tiempo cuando escuché que cerró la puerta principal. Despegué la vista del celular cuando era de noche. Bajé las escaleras y fui a la cocina para prepararme algo de comer. Luego, aprovechando la ausencia de mis progenitores y hermano, me senté en el sofá y encendí la televisión. Estaba una película romántica... ¡Gracias universo! Aun así, la miré mientras comía un poco de dulce. Desde luego, terminé hecha un mar de lágrimas, por la trama y por el recuerdo de Arvel.

Estaba comenzando la otra película, cuando de pronto sonó mi celular. "Hablando del rey de roma".

Me puse nerviosa, tanto que solo me dediqué a ver su nombre y la foto de contacto que nos habíamos tomado en año nuevo, ah, y escuchar el bello tono que él había elegido.

Por poco pierdo la llamada, pero logré contestar a tiempo.

—¿Hola?

"Ajá, nadie te cree eso. Ni que no supieras quien es".

—Hola, Flynn.

—Hola, Arvel.

Sí, lo volví a saludar. Muestra de que mi cerebro entro en un ligero descanso.

Estuvimos unos segundos en silencio.

—Quiero verte —dijimos al unísono.

Yo lo dije sin pensar, y mi rostro se tiño de rojo o rosa. Gracias al creador, Arvel no podía verme.

—Necesitamos hablar —habló él—. No me gustó que las cosas terminaran así entre nosotros.

—Lo sé, a mí tampoco. Y quiero pedirte una disculpa, fui una tonta.

—No es necesario. Ambos lo fuimos.

—Y, ¿cuándo nos vemos? —pregunté nerviosa.

—Mañana mismo, yo paso por ti.

—De acuerdo —sonreí.

—¿Candace?

—¿Sí?

—Es una cita.

Seguí sintiendo calor en el rostro.

¿Por qué? ¿Por qué todo lo que sucedía con Arvel era tan lindo?

Siempre fuiste tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora