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Quería salir de ese lugar, ¿Dónde estaba su hermana? ¿Dónde estaba su amigo? Sollozaba aterrada
-Tranquila pequeña, todo saldrá bien... No te dolerá nada- decía un hombre de cabellera negriza
-¡Papá! ¡Déjame ya! ¡Por favor! ¡Quiero ver a mi hermana y al cabezón ese!- gritó desesperada, el hombre le acarició la, húmeda mejilla
-Tranquila corazón, nada malo te va a pasar- la niña de cabellera nívea y ojos violetas levemente oscurecidos retrocedió lo más que pudo -Dulce sueños preciosa- habló en un susurro, la niña por alguna extraña razón se quedó profundamente dormida.

Debía encontrarla, ¿Cómo podía haber sido tan irresponsable? Corrió lo más que pudo, acabó con diversas vidas sólo para llegar a la jaula donde tenían encerrada a su hermana pequeña
-¿Kira...? No... He llegado demasiado tarde...- se lamentó soltando un sollozo -Perdón... Perdón por no haber sabido protegerte...- murmuró entre lágrimas una joven de cabellera ceniza y ojos verdosos, se acercó a la niña tras abrir la puerta y la cogió en brazos -Mi niña... Mi hermanita... Perdón...- se disculpaba, pero notó algo que la hizo correr con la pequeña en brazos: Su cuerpo aún estaba caliente.

Corrió y Corrió, maldiciendo a todo aquel que se le cruzara en su caminó, acabando con la vida de estas personas en el acto. Quería sus alas, quería volar, pero tal y como le habían hecho a la menor, a ella también le habían amputado sus alas
-¡OJALÁ ARDAS EN EL PUTO INFIERNO, PAPÁ!- Exclamó llena de odio y resentimiento, estaba cerca de la salida, podía ver la salida... pero al momento de llegar a un jardín, de preciosas flores con vivos colores, su hermana había pedido la vida
-No... No... Por favor no...- se negaba a admitir que la vida de la menor había llegado a su fin, la recostó en el suelo entre las flores que había cuidado con tanto esmero y ella se puso encima cubriendola con su cuerpo todo lo posible cerrando sus ojos y dar fin a su vida.

-¡¿POR QUÉ NO TE MUERES, JODER?!- Exclamó un joven de 17 años de cabellera rojiza con toques anaranjados
-Soy inmortal, soy Dios- el hombre agarró la mano del joven y lo llevó hasta su laboratorio, ahí había un bebé, una niña recién nacida con varias costuras de piel pálida y de ojos violetas.

El joven no podía parar de mirar a aquella niña
-Eres un monstruo...-
-Tranquilo, esa niña que ves ahí se convertirá en una máquina de matar y entonces será todo lo que yo anhelé-
-¿Anhelar...? Pero si siempre las has tratado como una miseria... ¡CUANDO ENCONTRASTE SUS CADÁVERES LOS DESMENBRASTE!- gritó con rabia
-Porque ellas no me servían... tenías que haber escuchado sus gritos cuando las torturaba "No papá basta" "Me haces daño" "No toques a Kira, maldito"- soltó una gran carcajada tras imitar los que serían las súplicas de sus hijas.
El joven ardía en rabia y entonces se acercó a la niña no pudo evitar querer matarla, era un error, una quimera, una cosa artificial... Pero él no era un monstruo
-Pensaré en ti como en Kira y te cuidaré tan bien como hubiera querido tub hermana- habló en un susurro agarrando al bebé en brazos y largandose del lugar.

-Oye hermanito, ¿A dónde vamos?- preguntó con curiosidad una niña de siete años, de cabellera nívea y ojos violetas
-No soy tu hermano, soy tu protector y vamos a un lugar. Deja de ser tan infantil- la niña miró sus pies soltando un tímido "Perdón". Cuanto odiaba a esa niña, esperó encariñarse con ella, pero su odio y asco crecía conforme crecía, se parecía tanto a aquella niña que no pudo salvar
-¡Kira, espera...!- Exclamó al notar como diversas personas se acercaban a matarla, sólo pudo darle un empujón para apartarla y hacer un hechizo para mandarla a otro mundo
-¡SILAS!- gritó entre lágrimas la niña al ver como la vida de aquel que conservaba su hermano mayor, se acababa
-Qué sepas... que nunca te he querido- murmuró conforme su vida se extinguía, más la menor no escuchó aquellas palabras.

Últimamente no paraba de tener pesadillas, no quería molestar a su amigo suficiente era que durmiera junto a ella. Soltó un sollozo escondiendo su cara entre sus piernas, se había encerrado en un baño de aquella mansión, agradecía a esas hermanas que la habían acogido sin siquiera preguntar, agradecía a todos que la habían cuidado en este tiempo.

Cuando se tranquilizó volvió a la cama, no pudo evitar que una sonrisa se formara en su cara cuando aquel chico de corta cabellera rojiza, con orejas y colas de zorro la abrazó
-Te quiero...- murmuró, quizás llevaba poco tiempo en esa casa, pero se había encariñado mucho con todos.

Al día siguiente un joven de cabellera dorada y ojos azul verdosos, cayó del techo desde un portal. Ella aterrada se escondió detrás de su amigo, no era el hecho de que se había caído del techo, no era su aspecto; pues era amigable, no sabía que era pero le agarraba de sobremanera.

Cuando sus ojos se encontraron, los de él brillaron con una pizca de malvada que tal sólo ella pudo notar
-Hola Kira, cuanto tiempo. Nunca esperé que siguieras viva- algo en sus adentros le alertó que no era bueno, que la iba a matar, así que extendió sus alas y fundiéndose en el aire se fue a otro lugar.

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