XXIX

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Un chico peliazul se encontraba peleando con golpes contra un chico de su clase, ¿La razón? Estaba diciendo comentarios obscenos de la chica que consideraba su hermana mayor, aunque tan sólo se llevasen pocos meses de diferencia.

-¡No te quiero volver a escuchar hablar así de ella!- le gritó enfadado. Normalmente era un chico algo travieso que ignoraba esos comentarios, pero si se metían con la rubia él no dudaría en defenderla.

-¡Para!

-¡Lo vas a matar!

-¡Gracias tiene que darme que no esté utilizando mis poderes en él!- volvió a exclamar enfadado.

¿Quién se creía que era ese niñato de doce años para hablar así de ella? ¿Acaso creía que iba a agachar la cabeza porque era el hijo del director? Y una mierda.

Sintió como le daban un tirón para separlo del enclenque al que estaba pegando, iba a meterle un puñetazo a aquella persona si no se iba.

-¡Dylan! ¡Para ya!- paró de golpear a la escoria y miró a la rubia. Ella le observaba suplicante con esos ojos celestes, no podía decirle que no, ella era su debilidad.

-¡Pero Sol! ¡El capullo este decía cosas muy feas sobre ti!- la rubia negó con la cabeza y le dio otro tirón, esta vez si lo alejó del chico y lo llevó a una esquina.

Tras un rato de acariciar la cabeza del peliazul, este se encontraba más tranquilo. El chico la abrazaba con fuerza escondiendo su cara en la contraria mientras ella le acariciaba la cabeza con cariño.

La rubia de cortos cabellos había creado una especie de burbuja opaca de cristal y había hecho que no se escuchara de lo que hablaban.

-Te quiero mucho Sol...- murmuró con cariño, la mayor le dio un pequeño beso en la cabeza.

-Yo también te quiero bebé- respondió de la misma forma.

-Ya no soy un bebé- se quejó sin separarse de ella en lo más mínimo.

-Pero sigues necesitando que tu hermana mayor te de cariño y te preste atención- el peliazul calló, ella había acertado en todo.

-Me van a expulsar, ¿Verdad?- murmuró tranquilo.

-Es lo más probable.

-Y dentro de unas semanas es mi cumpleaños...- murmuró con sus ojos cerrados -. ¿Me vendrás a visitar?

-Claro que lo haré.

Pasaron los días y el cumpleaños del peliazul se acercaba.

El pobre estaba de bajón porque su querida hermana rubia no había ido a visitarle en todos estos días.

-Vamos Dylan, seguro que está ocupada y por eso no ha venido a visitarte- le dijo su hermano. Tanto él como Amane habían ido de visita para el cumpleaños de su hermano menor.

-Sí... Seguro...-suspiró y se quedó mirando la hora, esperando a que vinieran.

Tras ver a la rubia de cabellera corta, ignoró a todo lo demás y se acercó a ella.

-¡Sol!- sonrió y la abrazó con fuerza -.¿Por qué no viniste antes a verme...?- preguntó algo dolido, la rubia se separaró del abrazo y sonrió con un leve rubor.

-Estuve ocupada haciendo algo...

-¿El qué?- la rubia suspiró y sacó de su bolso una pequeña caja con un lazo.

-Esto- sonrió con vergüenza al ver como el chico abría la caja con curiosidad.

Sacó un collar con forma de Sol, podía reconocer perfectamente el cristal del que estaba hecho y mirando mejor podía notar que había tomado su tiempo en hacerlo. Lo movió un poco y al ponerlo a contra luz se dio cuenta que tenía agua por dentro.

-Es muy bonito- dijo con un brillo en sus ojos.

Debido a un impulso que no supo de donde salió, juntó sus labios con los de la rubia en un beso.

-Vaya~ si al final os hacéis novios y todo~- dijo la hermana del peliazul. Ambos niños se separaron con un leve rubor en sus mejillas al escucharla.

-Y-Yo...- no sabía cómo explicarlo, la rubia se rió y lo abrazó.

-Ayyy~ Dylan aún cree que es un bebé~- los shippeadores de la familia sonreían con picardía, cada vez era más notable el amor que sentían por el otro.

-Dylan, ¿Y ese besito que le has dado a Sol?~- preguntó con picardía la hermana de la rubia.

-Cállate Erin...- murmuró avergonzado.

-Eres un tsundere, mi hermanito pequeño es un tsundere~- canturreó una peliazul de larga y ondulada cabellera.

-¡Amane!- se quejó, sabía que tendría que escucharla durante mucho tiempo.

Eran las dos de la mañana, el peliazul menor se encontraba mirando al techo. Miró a un lado y observó a la chica del alba descansar a su lado, era una costumbre que tenían desde que eran niños y temía perderla como le pasaron a sus hermanos.

-Oye Sol... Me siento muy extraño contigo... Siento que quiero besarte... Estar siempre contigo y... Casarme contigo...- reprimió un grito de frustración al notar su cara arder -. Oye Sol... ¿Tú también te sientes tan rara como yo...?- suspiró y la abrazó con fuerza.

-Los ocho gatitos no me dejan tranquila... Voy a a tener que cegarlos...- murmuró dormida, haciendo reír al peliazul.

-Puede sonar un poco egoísta, pero... ¿Serías mi Sol para siempre?- murmuró tan rojo como su padre, si esos ocho gatos que tiene como primos lo vieran le estarían fastidiando a más no poder -. Te quiero mucho, mi Sol- murmuró y se quedó dormido.

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