LVI

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Aquella niña de cabellera del alba jugaba con su amigo el zorro, este aún era un mísero cachorro, pero había crecido lo suficiente como para no poder ser llevado en brazos por la menor.

Jugaban en la nieve, tan felices ellos, el pequeño cachorro estaba aprendiendo a usar sus poderes, así que estaba todo lleno de nieve.

—¡Hermanito mira! ¡Hulai me ha ayudado a hacer el ser de nieve!— El rubio río levemente y asintió.

—Sí, Hulai ya mismo será más poderoso que tú— volvió a soltar una risa al ver como la niña infló sus mejillas en un puchero.

El pequeño zorro de puro pelaje la tiró al suelo al lanzarse sobre ella, le daba lamidas por toda la carita mientras la pequeña se reía.

—¡Hulai, para! ¡Me haces cosquillas!— decía la menor intentando alejar al cachorro.

Pasaron varios meses, y el cachorro fue creciendo, a tal punto que era casi tan alto como la pequeña niña.

—¿Qué haces, Sheila?— preguntó el pequeño cachorro al ver como la niña invocaba a los pequeños seres

—Estoy practicando mis poderes, para poder protegerte— el cachorro se acercó a ella y le dio una lamida en la mejilla con cariño, ella río y lo abrazó —.Tranquilo, nunca más nos harán daño. Somos familia ahora y no permitiré que los crueles humanos te intenten lastimar— miró con determinación al zorro, este movía su cola feliz.

Aquél pequeño zorro albino se iba solitario al bosque, allí vivían otros demonios.

Aquellos desconfiados de los demás, tanto humanos como seres mágicos, e inclusive de los suyos.

El pequeño zorro no era la excepción, varios desconfiaban de él y más al ver que se llevaba bien con la pequeña bruja de cabellera del alba.

El cachorro quería ser aceptado, después de todo era como ellos, un demonio.

El tiempo pasó y con ello aquel vínculo que el zorro y la pequeña bruja tenían se iba rompiendo cada vez más, ella empezó a notarlo frío como la nieve tal y como su pelaje.

Un día de invierno aquel cachorro se adentró en el bosque, la niña le seguía de cerca.

—¡Hulai, espera!— le pedía al zorro que no paraba de avanzar en la nieve. La niña se sentía cansada de seguirlo —.¿Te pasa algo?— le preguntó una vez que el zorro paró su caminata.

Él ya era más grande que ella, una pequeña bruja de diez años.

La niña cayó tumbada en la nieve, su amigo le había tumbado en el suelo poniéndole las patas delanteras, una en el cuerpo y otra en el cuello presionándolo.

—¿Hulai...?— susurró la niña del alba mirando a los ojos azules del cachorro —.Tranquilo... Podemos hablar si te pasa algo...— abrazó al zorro que acercó su hocico al cuello de la niña.

A pesar de la posición y se tener la mandíbula abierta enseñando sus dientes para morder a la niña, se arrepintió, recordó todas las cosas vividas junto a ella y tan sólo le dio una pequeña lamida en el cuello y volvieron a casa.

—Hulai, ya estás muy grande, recuerdo cuando eras tan pequeñito como un peluche...— se río levemente y abrazó al zorro que ocupaba la mayor parte de la cama —.Te quiero...— murmuró antes de quedarse dormida abrazando al zorro.

Al día siguiente volvieron al mismo lugar, con la diferencia de que este día nevaba.

La pequeña bruja jugaba inocente en la nieve sin darse cuenta de las intenciones de su amigo.

El zorro de acercó con cautela a la niña por la espalda y al momento de tumbarla ella se dio la vuelta con una sonrisa inocente.

—¿Hulai...? ¿Qué pasa...? No me gusta este juego...— murmuró mirando a los ojos azules del zorro con temor, tristeza y dolor.

Esta vez no tuvo piedad con ella, le mordió el cuello para arrancarle la cabeza, le arrancó los brazos y piernas, despedazando su ropa para abrirle el torso con sus garras y empezar a comer sus vísceras. Tras terminar con los órganos, empezó a devorar la carne de los huesos.

Tras terminar de devorar el cuerpo de la niña, con la sangre goteando de su hocico, se dirigió a la cabeza de la menor donde la aplastó.

Sólo el bosque y las hadas fueron testigos de tal brutalidad.

La nieve ocultó todo rastro del crimen, más algunas manchas rojizas seguían allí.

El tiempo pasó, varios años pasaron y el chico de dorados cabellos consiguió tener a su querida hermana en sus brazos  nuevamente.

—Hermanito, ¿Por qué no me dejas salir afuera?

—Aurora, es peligroso que salgas...

—¿Por qué? Aún es día y aunque haya nieve podré reconocer el camino. Sé que ya no estoy relacionada con el ocaso, sino con el amanecer, pero me creo lo suficiente hábil como para valerme por mi misma— el rubio suspiró y le dio su collar

—Este collar te protegerá, pequeño Sol. Así que por favor, cuídate allí fuera— la pequeña asintió y poniéndose la pequeña capa con gorro salió.

Se dirigió al lugar donde conoció al zorro, corría con la intención de ver a aquél que fue su amigo.

En el camino se daba cuenta que había pasado bastantes años desde que murió en aquél lugar, pues había distintas flores que ella desconocía.

Al llegar se topó con quien  quería aquél zorro que un día fue su amigo, aquél zorro que había llegado a considerar su familia, aquél zorro que la mató.

—Hulai...— dijo entre cortado por la carrera, alzó su cabecita y miró a los ojos azules del zorro —. ¿Por qué...?—-susurró.

El zorro se quedó mirándola de arriba a abajo, reconociendola al instante.

—Cuánto tiempo, Sheila— le dijo el zorro, ya no era un cachorro y su puro pelaje ahora era de un carmesí de la sangre

—¿Por qué...?

Para ser más poderoso, para ser más fuerte que los demás. Además que tú eres como aquellos que arrebataron a mi familia.

—¡Yo no soy como ellos! ¡Ellos mataron a mis padres también! ¡Yo soy como tú, un ser mágico!— el zorro sonrió y, ante la mirada incrédula de la niña, adquirió una forma humana.

Un hombre alto de cabellera carmesí y ojos azules estaba ante ella, no podía creer que aquél zorro había convertido en un humano.

—¿Cómo...?— logró balbucear sin despegar la mirada de aquél hombre que  a paso tranquilo se acercó a ella y la cogió en brazos

—Cosas que he aprendido con el tiempo. Espero que no me guardes rencor, brujita— le acomodó la capucha y empezó a dirigirse a la cabaña donde la rubia residía —.Y te prometo que esta vez sí te protegeré.

—Por más que quiera creerte, veo en tus ojos una maldad que antes no hallaba... Wolfe es un buen nombre para ti.

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