XL

17 1 0
                                    

Le dolía la cabeza, más bien todo el cuerpo. Se levantó con trabajo del suelo sin saber dónde estaba y que hacía allí.

Suspiró cuando se levantó, su vista aún estaba algo nublada y más si damos por hecho que a parte de caer del techo de esa casa; o eso creía; estaba siendo aplastado por un montón de cajas pesadas en aquel viejo almacén antes de venir.

Miró a todos los presentes que se acercaron a él, una niña albina se acercó y le curó las heridas. Le respondió un «gracias» algo seco, pues las heridas, ahora cerradas, de sus muñecas daban a entender que no quería vivir.

Le hacían muchas preguntas, pero él las ignoraba todas al estar fijo en un chico de corta y rizada cabellera castaña junto con unos ojos castaños y algunas pecas, también tenía orejas y cola felina. No sabía porqué, pero se le hacía muy familiar y lindo.

-¿Por qué me miras tanto?- preguntó un chico, igualmente castaño y con rasgos felinos, con curiosidad. Este tenía su cabellera lisa y unas gafas redondas
-Yo...- dudó en responder, no quería decirle que se había quedado observado al chico a su lado
-¿Acaso hay alguien a mi lado?- preguntó y miró a dónde estaba el otro chico que alzó una ceja
-No, solamente estaba aclarando mi mente y me quedé mirando ahí- respondió con simpleza, aunque el chico de gafas no parecía muy convencido
-¿Me ves?- habló el de cabellera rizada, él lo ignoró.

Tras varias preguntas más y ponerle un nombre, cosa que nunca le había hecho falta, le dejaron tranquilo. Estando en el sofá se encontraba mirando a una niña de, probablemente, su edad; ella quería ponerlo bien y feliz, aunque sus ojos muertos le indicaban que iba a ser difícil.

Aquél ángel de alas negras le estaba poniendo nervioso, normalmente seguía al otro chico, pero de vez en cuando se quedaba mirándolo y por desgracia él era el único que lo veía.

-¿Dónde está...?- se preguntaba a sí mismo, había tenido uno de esos recuerdos que le hacían querer llorar, pero él era un hombre y los hombres no lloraba según su madre
-No lo vas a encontrar, me lo he llevado- habló el ángel de alas negras, este tenía la leve sospecha de que era capaz de verlo y la única manera de llamar su atención era esta
-Maldito ángel de la guarda...- pensó y suspiró tumbándose en la cama, estaba seguro que se iba a volver loco con ese ángel cuidándole. Porque a pesar de todo sabía que lo hacía por su bien.

Su estancia en ese lugar no era tan mala, se había hecho amigo de un chico de su edad, poseía ojos dorados y mechas anaranjadas. Ambos estaban en cada punta del sofá mientras jugaban a lanzarse un cojín
-Oye Alex, ¿Alguna vez has sentido como que te cuidan?-
-¿A qué te refieres?- preguntó con duda
-Pues que alguien cuida de que no te hagas daño, algo así como un ángel guardián- explicó agradeciendo que el felino de cabellera rizada no se encontrara
-Pues la verdad es que no...-
-Dios es tan caprichoso que quiere que viva...- dijo sonriendo esperando el cojín, más  en su lugar recibió un abrazo del joven de ojos dorados
-Vamos, intenta ser feliz yo estaré aquí... Soy tu amigo y no te voy dejar solo... Así que intenta mejorar, ¿Vale?- el caído del techo suspiró e intentó quitárselo de encima, se le hacía algo incómodo. Más esa incomodidad desapareció cuando, el muy cobarde, agarró un cojín y empezó a pegarle.

Por primera vez en su vida soltó una pequeña carcajada al ver a su amigo entre cojines y él, en venganza por lo de antes, se lanzó a aplastarlo. Sin darse cuenta que un chico y felino de cabellera rizada los miraba con el ceño fruncido y su cola erizada, estaba celoso.

Al llegar la noche se desveló debido a un pequeño escándalo en la salita.

Se asomó y vio como su amigo y aquel felino de gafas redondas peleaban
-¡Hisoka, para!- rogó Alexandre mientras que con un bastón raro, a su punto de vista, se defendía.

Él notó algo más, algo... inusual. El de gafas redondas estaba siendo algo así como manipulado, controlado, por el ángel de alas negras
-¿Por qué hará eso?- pensó, estaba confundido
-Hisoka, ¿Por qué haces eso?- preguntó adentrándose, más en un error por parte de el controlado y el que se defendía acabó siendo golpeado por error.

Cayó al suelo tosiendo con violencia debido a que le impactó en el pecho
-¡Ethan!- exclamó su amigo preocupado, sentía que le faltaba el aire. El felino lo miraba asustado y preocupado
-¡¿Por qué simplemente no me matas y acabas con esta tontería?!- preguntó mirando al felino de hebras rizadas. Su visión se extinguió, pero con la poca consciencia que le quedaba pudo notar como aquel ángel de alas negras lo abrazó con fuerza susurrando un «lo siento».

Despertó en su cama notando un peso extra a su lado y a alguien atrapando su cuerpo en un abrazo.

Miró a su lado y vio a aquél ángel de alas negras
-Hikaru...- murmuró el nombre de su ángel de la guarda tras acurrucarse entre sus brazos, se sentía cálido y extrañamente seguro y cómodo. Cerró sus ojos dejándose llevar por el sueño y abrazó también al cuerpo contrario al suyo.

Habían pasado varios días desde que durmió abrazado a él y debido a eso se acabó dando cuenta que era capaz de verle.

Se sentía algo solitario, pues en tan sólo una noche se había acostumbrado a estar con aquél ángel de alas negras. Varios recuerdos empezaron a surcar su mente, los últimos meses en su mundo no había sido más que un objeto para todos aquellos que le rodeaban
-Soy un asco...- sacó de un cajón un pequeño cuter, que había conseguido conseguido esconder del ángel, y empezó a cortar su piel.

No supo cuando vino aquel chico, no supo cuando le quitó el cuchillo y se puso frente a él
-Dame el cuter- pidió en un tono autoritario, el chico negó con la cabeza y lo abrazó con fuerza -. ¿No se suponía que tú sólo sientes odio? ¿Qué sólo buscas el sufrimiento de la gente? Si es así déjate de bromas y mátame de una vez- habló bravo
-Pero yo no quiero perderte...- habló en un susurro apretando más el abrazo -.No otra vez...- murmuró esto inaudible. Más el chico no estaba en todo sus sentidos así que intentó quitarle el cuchillo separándose del abrazo
-¡Me da igual! ¡Sólo soy alguien que no debió haber nacido! ¡No sabes las personas que han muerto por mi culpa! ¡Así que dame el maldito cuchillo! ¡Mientras me dejas en paz y te vas con otro! ¡Vete a seguir a Hisoka como siempre!- bravó sin darse cuenta del daño que hizo al otro.

El ángel de alas negras se fue en silencio con dolor sin devolverle el cuchillo.

El de ojos miel tras darse cuenta de lo que dijo se arrepintió y lo siguió.

-¡Espera!- exclamó Ethan siguiendo al ángel de alas negras
-¿Qué pasa...?- se dio la vuelta al escuchar la voz ajena, se sorprendió bastante al recibir un abrazo de su parte, aún así lo correspondió
-Perdón, perdón, perdón, lo siento mucho, no me dejes... No te quiero perder, no quiero perder a mi ángel de la guarda...- apretó más el abrazo escondiendo su cara en él
-Tranquilo... No te voy a dejar solo...- dijo con un leve rubor, pues el mote que le había puesto no se lo esperaba.

Ambos estaban en la cama del chico, abrazados
-Oye Hikaru... ¿Por qué eres tan bueno conmigo? ¿Por qué te importo tanto? Nunca le había preocupado tanto a nadie y se podría decir que era un simple objeto...- escondió su cara en el felino con pesar
-Verás... Yo... Te quiero mucho... Y no te quiero perder... Simplemente no me dejes, ¿Vale?- lo abrazó con más fuerza
-No te dejaré... Y ¿Sabes? Me pareces muy lindo y yo también te quiero mucho... Siento que te amo...- habló con un rubor en sus mejillas, aunque su cara aún seguía escondida.

El felino sonrió feliz con el leve rubor en aumento, sus alas se habían aclarado hasta ser de un color grisáceo y sin pensárselo dos veces le dio un pequeño beso en los labios con cariño.

Alternative final: Happy End

Historias AlternativasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora