XXXV

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Se encontraba en la casa con sus primos, agradecía que la casa fuera grande para poder tener cada uno un cuarto propio.

Ella tenía cuarto propio y desde hace un año lo arreglaba. No era que su madre le dijera que lo tuviera que hacer sola, sino que hace un año empezó a shippear a dos de sus primos.

Su cabellera dorada estaba atada en una coleta mientras dibujaba a su primo castaño ukeando a su primo peliazul.

El peliazul estaba ruborizado hasta las orejas mirando a los ojos rubíes del castaño que había sacado sus alas de demonio para que el contrario no escapara.

Si Kai y Meir se enteraban la iban a matar.

Estaba buscando a su prima rubia, Amaya era demasiado escurridiza cuando quería.

Llegó al jardín y encontró al demonio de trece años sin camiseta, debía admitir que tenía un buen cuerpo
-Estúpidos bichos...- se quejó, fijándose mejor le habían mojado
-¿Qué ha pasado?- preguntó, el mayor le señaló con la cabeza a dos gemelos de unos, muy claros, rubios cabellos
-¡La culpa es de Koi!- se excusó uno
-¡Mentira! ¡La culpa es de Kiran!- ahora se excusó el otro
-¡Me da igual de quién sea la culpa! ¡Os vais a enterar los dos!- regañó el castaño
-¿Habéis visto a Amaya?- preguntó la chica
-¿Has mirado si está con Cyra?- preguntó el chico, ella negó con la cabeza y se fue a buscar para ver si estaba con la pelirroja.

Habían salido a la calle y debido a eso la mayoría de sus primos habían ocultado lo que les hacía distintos, como los cuernos y cola de demonio; en caso de los Kageru; y los cuernos y marcas en el caso de los Koizumi.

Miraba de reojo a Meir y a Kai, se le hacían demasiado shippeables. El castaño pasó un brazo por el cuello del peliazul y lo atrajo hacia sí en un abrazo.

-¡Esto es muy raro!- se quejó la rubia, notaba a todos sus primos; menos a los Kagamine; raros y no sabía por qué. ¿Acaso habían descubierto todos sus mangas yaoi hard? O peor aún, ¿Habían descubierto sus doushinjis yaoi Hard de sus primos? -.Si es así estoy muerta...- se dijo a sí misma.

Días más tarde apareció frente a una casa, se le hizo conocida de cierta manera, allí estaban todos sus primos o bueno la gran mayoría estaban ahí.

-¡Son demasiado shippeables! ¡Además de que Kai está enamorado!- decía eufórica la rubia de ojos celestes
-Pesada...- decía su prima, igualmente rubia, más sus ojos eran rubíes y poseía cuernos y cola de demonio
-¡Hacer que vuelvan a ser shotas es la mejor idea que has tenido!- seguía diciendo feliz, lo peor era que la demonio no lo hizo con esa intención.

Pasaron los días y aquellos dos se enamoraron, estaba muy feliz y había aprendido algo
-¡NO VUELVO A HACER TRATOS CON EL DIABLO!- chilló al notar que sus pequeños primos la habían dejado pobre.

Aunque habían llegado todos sus primos le faltaba sus hermanos, se le hacía extraño que no estuvieran aquí.

Se asomó infraganti en la habitación de sus primos, ellos estaban dormidos abrazados el uno al otro, miró sus manos y vio que tenían unos anillos muy bonitos.

Sonrió, seguramente habrían sido ambos bichos traviesos los que le habrían puesto los anillos.

Les echó una foto y se fue a su habitación a escribir un fanfic sobre ellos.

Ella quería mostrarse inocente y dulce así como su prima, con la diferencia de que ella sí lo era.

Ahora tendría que esconder mejor sus dibujos... y empezar a ahorrar nuevamente gracias a un par de diablillos que leían la mente.

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