LVIII

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Ruby

La mayor de todos los hermanos Collins estaba pasando por una silenciosa depresión, no se sentía con suficiente fuerzas para seguir adelante.

¿Por qué seguía levantándose cada mañana? En realidad no lo hacía por ella, sino por todos aquellos a los que amaba y algunos de esas personas eran los hijos que tendría que tener de mayor con su novio.

—Es verdad que Lia es idéntica a mí de bebé...— dijo la rubia mirando una foto de hace años en su móvil.

Llevaba tiempo escuchando una voz extraña, desde niña solía escucharla cuando se sentía mal, aunque se solía cansar rápido.

Por desgracia esta noche era distinta...

No sentía nada no sabía quién era ella ni dónde estaba, aquella voz le indicaba cosas y ella obedecía.

La llevó hasta una habitación donde dos pelirrojos dormían, tenía un cuchillo en mano.

—¿Hermanita...?— escuchó un susurro infantil. Al darse la vuelta se encontró con dos niños, aunque los mató sin darles tiempo a gritar o llorar.

Luego mató a los dos niños que dormían.

La menor de las gemelas sentía que algo no estaba bien, así que fue a buscar a su gemela.

Iba a pasar de largo de la habitación de sus hermanos menores, pero justamente se encontró a su similar saliendo de la habitación. Tenía ojos oscuros y sin vida, al igual que estaba bañada en sangre.

—Pear... ¿Qué...?— no pudo terminar, pues sus ojos viajaron a dentro de la habitación y vio a sus hermanos muertos —.No... ¿Por qué...?— quiso saber. No entendía nada estaba en shock.

La mayor de las gemelas le puso el cuchillo en la garganta, aunque mo duró mucho.

—¿E-Erin...?— miró a su alrededor y se dio cuenta de lo que había hecho —Soy un monstruo...— murmuró y antes de que la menor de ambas pudiera objetar palabra se clavó el cuchillo y luego lo sacó cayendo al suelo muerta.

La única gemela viva empezó a llorar en silencio mientras asimilaba todo. Tras asimilar todo se tiró al suelo llorando a lágrima viva.

Los que quedaban vivos en la casa se acercaron a ver el porqué del llanto y quedaron desvastados.

Su cabello había oscurecido al igual que sus ojos, eran de un azabache profundo.

Se encontraba acurrucada en su novio quien le acariciaba la cabeza con cariño, toda su familia estaba ahí en silencio intentado asimilarlo todo.

—Últimamente no me miráis... ¿Por qué...?

—Debes entenderlo... Tú y Pear os pareciais mucho...

—Lo sé... Pero, no me dejareís solita, ¿Verdad?— sonrió levemente al escuchar una afirmación.

—Los primos y los titos no me miran... Sol ha desaparecido y no está conmigo... ¿Quizás es porque me parezco demasiado a mi gemela?— se hizo dos coletas bajas atadas en sus habituales lazos negros y con una tijera las cortó viendo como caían al suelo —.Supongo que ya no nos pareceremos tanto...— murmuró.

En la escuela habían dejado de meterse con ella al ver su estado, o bueno, casi todos. La misma insoportable de siempre le decía palabras muy crueles que la hacían llorar hasta caer rendida.

Con el tiempo todos se fueron alejando de ella, ya no venían a verla, ya no preguntaban como estaba, la habían abandonado.

—Papi, ¿Aki vendrá a verme?

—No lo sé, quizás viene este fin de semana— quiso animarla el mayor, pero era imposible.

A veces salía a pasear y veía a sus primos. Los notaba felices sin ella así que simplemente daba la vuelta y volvía a su casa.

Falling fast asleep
May this little boy find blissful dreams— cantaba en voz baja mientras cortaba sus muñecas como papel, los cortes eran profundos, pero no moría desangrada.

Salió a pasear nuevamente, esta vez era de noche.

Se le ocurrió pasar por la casa de los Koizumi, quería ver como estaban.

Estaba frente a la puerta, la luces estaban encendidas, pero algo le impedía tocar.

Se asomó por la ventana y por primera vez en mucho tiempo río al ver las tonterías de Dylan. Pero esa risa se transformó en un llanto.

El mayor de todos la vio, pero cuando fue a abrir ella ya se había ido corriendo.

—¡Siempre lo supe, no sé que me sorprende! ¡Están mejor sin mí, se han librado de un estorbo...!— empezó a reír nuevamente, pero al igual que antes esa risa se transformó en un llanto amargo.

Intentaron consolarla, pero alejaba a todo aquél que se acercaba.

Tras calmarse agarró su anillo y lo tiró al suelo con fuerza.

—¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Os odio!— se tiró al suelo agarrando su anillo nuevamente —Os extraño...— murmuró.

Había pasado un mes desde aquel incidente había dejado de comer incluso, tampoco salía a pasear o se ponía a dibujar.

—No quiero seguir viviendo...— pensó agarrando un pequeño cuchillo que consiguió esconder se sus padres y empezó a hacerse cortes bastantes profundos en las muñecas.

Se quedó mirando el cuchillo y lo acercó a su cuello.

—Pear... Iré junto a ti...— murmuró y se hizo un corte profundo en el cuello.

Podría seguir contando como su vida empeoraba cada vez más tras despertar en el hospital, pero dejemos esta amarga historia hasta aquí.

Ella no pudo más con el dolor y acabó con él, pudo haber tenido otro final más amargo, pero hasta aquí está bien.

Simplemente... Dejémosla descansar...

—Mami, papi perdón y gracias... Hasta que nos volvamos a ver...

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