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Peleas

Ya estaba empezando a hartarse de esos dos, ¿Por qué gritaban tanto?

—Ahora mismo me explicais que pasa aquí!— exclamó a sus primos, estos la ignoraron mientras seguían con su pelea. Después de todo, ¿Qué caso le explicarían dos adultos a una niña de diez años?

Acabaron con un tirón de orejas para que se callaran.

No entendía a sus primos, llevaban un tiempo discutiendo sin pausa cada vez que se  veían.

Empezaba a estar cansada de ellos, no podía estudiar para el examen y esos dos no hacían más que gritarse más fuerte.

Fue hasta ellos y les dio otro tirón de orejas para que se callaran y comportaran, pues estaban asustando a los menores.

Grande fue su sorpresa cuando la tiraron al suelo de un golpe. La mano de su primo había impactado contra su mejilla y luego la había empujado gritándole que no se metiera.

Le dolía el pecho, pero estaba bien, lo entendía. Ella les había tirado de la oreja.

—Estáis asustando a los niños— susurró y se fue a su habitación. Allí pudo escuchar los gritos de su prima regañandolos por el golpe que habían dado. —.Es la primera vez que me pegan...— susurró.

Llevaban tres malditos meses peleando, ¿Acaso no se cansaban nunca?

—¿Podéis dejar de discutir, por favor?— se metió en mitad de ambos chicos y los separó con magia.

Cayó al suelo soltando un grito de dolor y sosteniendo su costado mientras lágrimas caían por sus mejillas. Y no eran por el dolor físico, sino mental, su primo le había lanzado una bola de fuego sin pensar.

—¿Me mandarás tú también a la hoguera por bruja...?— murmuró. El castaño la abrazó y se disculpó.

Había pasado el tiempo y no habían parado de discutir a pesar de que le habían prometido que en su cumpleaños iban a parar.

—Primos... ¿Podéis parar de pelear...? Me prometisteis que en mi cumpleaños ibais a parar...

—¡Déjate de tonterías, Sol! ¡Y además, ¿Cuándo es tu maldito cumpleaños?!— sintió ganas de llorar, pero se contuvo. ¿Se habían olvidado de su cumpleaños...?

—Es hoy... Por favor... Sólo por hoy... Hacedlo como un regalo de cumpleaños...— pidió, prácticamente rogó la rubia.

—Ni que fuera tan importante...— eso la destrozó. Por primera vez en mucho tiempo se sentía querida y ese comentario viniendo de alguien a quien quería la destrozó.

—¡¿Cómo mierdas hemos pasado de esto...?!— Enseñó una pequeña ilusión dónde estaban todos felices tan sólo un año antes —.¡¿...A esto?! ¡Joder! ¡Parece mentira que eso haya sido un año antes!— no quisieron regañarla por su vocabulario vulgar.  Entendían que se había cansado.

La rubia cambió la ilusión y mostró a los que serían los hijos de todos en un futuro.

—¡¿Acaso no os importan ellos?!  ¡¿Qué vida le vais a dar?! ¡¿Qué mierda le vais a...?!— se calló al ver como los que serían sus hijos en un futuro habían desaparecido.

—Sol, esto no tiene gracia...— le dijeron. Pero ella estaba absorta en la ilusión en la que ahora había un hueco vacío donde estaban sus hijos.

—Mis bebés...— lágrimas empezaron a caer de sus ojos en este momento —.¿Por qué mis bebés no están...? Yo... ¿Por qué...?— sus cabellos y ojos empezaron a oscurecerse al notar como los hijos de sus hermanas también habían desaparecido de la ilusión y tan sólo quedaban los de sus primos. Aunque estos últimos no se miraban, tan sólo se daban la espalda con un semblante triste.

La rubia estaba llorando en silencio se negaba a admitir todo esto.

¿Por qué sus hijos? ¿Por qué ella? ¿Qué había hecho mal?

—¿Qué he hecho mal...?— todo ella empezó a apagarse y oscurecer. La salita parecía más oscura que en un principio.

—Sol...

—¡¿Qué He hecho mal a parte de nacer?! ¡¿Qué más quieres de mí?! ¡Llevo desde mi primera vida sufriendo! ¡Me han envenenado, me han arrancado la cabeza de un mordisco, me han quemado viva, me he matado! ¡¿Qué más tengo que hacer?! ¡¿Para qué me mandas si me vas a quitar mi familia otra vez?! ¡Yo lo único que quería era ser feliz por primera vez!— un llanto amargo salió desde lo más profundo de su pecho.

Ese llanto parecía que había sido guardado por años y a todos les afectaba.

Los menores escondidos empezaron a sollozar, incluso algunos de los jóvenes adolecentes y los primos mayores ahí presentes.

El llanto era de tal magnitud que los chicos sentían sus ojos llenarse de lágrimas con un nudo en la garganta.

Nadie podía decir algo sin empezar a llorar.

Los padres de todos los presentes habían ido a hacer la compra y al escuchar el llanto entraron rápidamente.

Los padres de la niña dejaron las boslas en el suelo y se acercaron a ella y la abrazaron.

—Mami...— murmuró rota. La pelirroja la abrazó más con cariño.

A la noche dejaron la rubia en su cama y Dylan se acostó con ella, sin saber que jamás la iba a volver a ver despierta.

Aquella niña era un Sol, y el Sol cuando se muere se lleva vidas con él y esa rubia no fue la excepción:

Se llevó consigo la vida de sus hermanas mayores, de las gemelas, de aquellas niñas inquietas.

Porque nacieron juntas y morirían juntas, no eran capaces de sobrevivir sin la otra.

El más mayor de los primos agarró una foto del cuarto de la gemela mayor y sin poder evitarlo soltó lágrimas sobre ella.

Aquella foto es de cuando ella apenas era una niña y estaba junto a él.

Recordó sus palabras, recordó cuando le decía que era como su hermano mayor y recordó de cuando la sostuvo por primera vez en sus brazos... Desearía volver a ese a momento una vez más y poder abrazarla y decirle que él también la veía como una hermana pequeña a pesar de los dolores de cabeza que les daba alguna veces.

En otra parte de la casa, se encontraba el otro detonante de que todo esto hubiera ocurrido.

Él estaba en la habitación de la rubia menor, mirando un dibujo que hizo cuando era niña:

Ahí estaban todos los primos y aunque los cuernos de los Koizumi no se parecían en absoluto no pudo evitar lamentarse por todo.

Desearía volver a verla y decirle que la quería, quería volver a esas dos rubias idénticas que les gustaba mucho fastidiarle. Quería abrazarlas y decirles que las quería.

Si tan sólo pudiera volver atrás... Si tuviera una segunda oportunidad no la desaprovecharía...

Sé que os duele, pero alguna vez debe haber un final malo. Y este es inevitable...

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